Yellowhammer
El Brexit a la brava parece ya algo más que un farol a ambos lados del canal. El plan de contingencia británico -nombre en código «Yellowhammer», «pájaro escribano»- revela más de lo que querría sobre el capitalismo y su carácter.
Cuatro términos destacan: «caos», «escasez de alimentos» «dieta restringida» y «ocupación militar de las zonas rurales». El problema: esperan retrasos en las entregas y abastecimientos. El miedo principal es que la gente, al comprobar que los productos no llegan a las tiendas y que faltan medicinas en las farmacias, se entregue a una orgía de destrucción y asaltos a los comercios. La imagen que nos presentan es apocalíptica.
La razón esgrimida es que 1 de cada 14 británicos tiene que recurrir a los bancos de alimentos para comer regularmente y cada vez hay más. La desesperación se tornaría «caos» en las calles y el gobierno lo prevendría con... militarización. No es solo que apliquen la ley marcial es que los técnicos que realizan los protocolos son «planificadores militares». Llegados a una crisis real, la burguesía renuncia al mercado, a «la mano invisible» y a los mecanismos automáticos que, según ella, definen su sistema y recurre a la ordenación social por la violencia estatal directa. Caen las máscaras.
Vista desde otras regiones de Europa, donde la situación social no es mejor pero la principal preocupación estatal ante los cada vez más frecuentes «desastres» es encuadrar y apropiarse de la solidaridad espontánea y masiva, resulta chocante esta obsesión apocalíptica y el recurso a la «ley marcial». Pero es que estamos tocando el nervio de los fantasmas de la clase dominante en el escenario del primer capitalismo triunfante. La burguesía británica ha pasado de creerse el motor del mundo a darse cuenta -demasiado tarde- de que los flujos comerciales del resto del mundo de los que depende para sobrevivir van a restringirse. Su mito fundacional es el de la circulación, la idea de que el flujo de intercambios de mercancías genera riqueza en el cuerpo social por su propio movimiento, al modo que la circulación de la sangre generaría vigor en el cuerpo individual. El Brexit, visto como una amputación, genera un miedo atávico e inmediato. No es una exageración, las viejas metáforas de la medicina barroca -a penas escondidas detrás del lenguaje de la economia clásica y neoclásica- se multiplican en la prensa anglosajona, difundiendo el miedo a que el cuerpo económico «se desangre» y haya que «cauterizar».
No es la única fantasía apocalíptica que recorre las calles británicas estos días. Las manifestaciones de los «Jóvenes por el clima» estaban llenas de referencias a una muerte inmediata del planeta que se oponía incluso al Brexit... del 29 de marzo. La pregunta obvia es si una clase que cada vez que enfrenta el futuro solo puede ver el fin del mundo, merece otro futuro distinto del fin de su mundo, éste sí, cuanto antes mejor.