Vuelven las huelgas... y los sindicatos
La huelga de hostelería en Valladolid, la de trabajadores del metro y del museo Picasso en Málaga, los paros de profesores en Portugal y más allá del Pirineo, las huelgas de ferroviarios y funcionarios que están movilizado a todo el aparato político y sindical del estado francés. En todos lados, las huelgas están encauzadas por los sindicatos, pero ¿hacia dónde? ¿qué alternativas deberíamos afirmar?
Estas movilizaciones se dan en un nuevo marco en el que el estado ha recuperado el protagonismo de los sindicatos para determinar el salario mínimo y a la patronal para «bajarlo» empresa a empresa y por territorios. La vuelta al protagonismo sindical en la determinación de los salarios, a seis años de la reforma laboral que creó el «convenio de empresa» e hizo posible que tuviera peores condiciones que los de ámbito superior, no es casualidad. La burguesía española usó la nueva legislación para imponer precarización y despidos a mansalva en nombre de la competitividad, con los sindicatos bendiciendo los «sacrificios» como única alternativa a más desempleo y frenando toda movilización como «irresponsable». Pero si la jugada, en medio del miedo y la desmoralización de la crisis, le salió bien en términos generales, tuvo para ella el coste de una pérdida de poder de encuadramiento sindical. Recuperar esa herramienta, adelantarse antes de que la rabia acumulada y cada vez más visible, cuaje en movilizaciones que no pueda controlar, parece ser el objetivo ahora.
Parte del discurso derrotista de colaboración de clases se mantiene, especialmente en los sectores más precarizados. Por ejemplo, en la pasada huelga de Amazon se retrasó la convocatoria para no afectar a los pedidos del día del padre. Otra herencia de los años de debilidad es la facilidad con la que en algunos lugares los sindicatos han podido dividir a los trabajadores: separando contratados de ETTs, como en los ferrocarriles franceses o, como en Portugal, por regiones.
Sin embargo, apuntan ya formas de desgaste de la combatividad, clásicas de los sindicatos en épocas de fractura social: como «escalonar» paros sin plantear huelga abierta en ningún momento, quitando protagonismo a las asambleas y reforzando los comités sindicales en largos conflictos de «baja intensidad». Esto es lo que está sucediendo en Francia por ejemplo.
También reaparecen los sindicatos «de base» como «coche escoba» de los grandes sindicatos, «radicalizando» el discurso al servicio de estrategias sin sentido. Podemos verlo por ejemplo en el siguiente vídeo de una asamblea de trabajadores del ferrocarril en la estación del Norte de París: un portavoz de SUD, un sindicato de base, defiende la huelga indefinida frente a los paros escalonados de la CGT... pero la supedita a... ¡la unidad sindical! Es decir, lo mismo, pero con un lenguaje aparentemente más «radical».
https://youtu.be/\_6UQpI\_t\_m0
Sin embargo, en este mismo vídeo podemos ver que «la combatividad es de verdad». La compañera que habla en segundo lugar es un buen ejemplo. También que en la asamblea se vean trabajadores de la contrata que hace la limpieza de las estaciones (ONET). Es decir, los elementos para la unificación y extensión de las luchas con una táctica que les permita avanzar, están presentes: en primer lugar el paso de los paros fraccionados por tiempo o por lugar a la huelga, en segundo lugar para unificar categorías en la misma empresa y extender la huelga entre empresas, siempre convertir los comités de huelga en verdaderos comités de electos por la asamblea de trabajadores y útiles para los objetivos de la lucha. El pasteleo oficial o «de base» por muy «a cara de perro» que nos lo quieran presentar, solo vale para multiplicar desánimo y no es con desánimo que saldremos de ésto.