El capital financiero se hace taxista
Pero al hacerlo las licencias se convirtieron rápidamente en un activo especulativo, una colocación fabulosa para el capital. Una licencia de taxi viene a costar unos 60.000€... y podía conseguirse una equivalente por solo 36€?
El primer «visionario», un fondo de Málaga, compró 5.000. Su objetivo era un pelotazo rápido. La apuesta: que el gran capital oliera la posibilidad de una colocación masiva de fondos. Y eso no tardó en ocurrir: una serie de nombres de la alta burguesía española (Abelló, Castellanos, etc.) vieron el negocio, sacaron números e interesaron a un fondo buitre. El resultado: 200 millones de euros de inversión y una empresa que aspira a convertirse en monopolio del «nuevo taxi»: «Moove Cars». No solo declara que a corto plazo quiere duplicar la flota, sino que cruza capitales con Cabify para asegurar la demanda y verticalizar el servicio. A partir de ahí, los movimientos del gobierno, prometiendo regionalizar la gestión de las licencias y respetar la decisión del Supremo de limitar las licencias dejaban de ser una mera «regulación» de un sector de microempresarios, los taxistas. Pasaban a ser un peligro para una inversión «seria», un proyecto del capital nacional y por tanto una «causa» a defender por el capitalismo de estado español. Resultado: un decreto a medida del VTC presentado como un triunfo «moral» del taxi.Los sindicatos dividen a los trabajadores
Los primeros en darse cuenta fueron los sindicalistas de UGT que dieron un giro de 180ª en su defensa de los patronos del taxi contra las empresas de VTC. A fin de cuentas su papel en el capitalismo de estado es representar a la fuerza de trabajo como un monopolio y eso es tanto más fácil cuanta mayor concentración y centralización industrial. De hecho, si las proyecciones de Castellanos se cumplen, pronto tendrá más trabajadores asalariados que los que los pequeños y atomizados propietarios de taxis tienen en conjunto ahora. Para eso también hay división de papeles entre los sindicatos: UGT decidió unirse a la protesta corporativa de hoy mientras CCOO seguirá aliada con los propietarios de licencias de taxi.En realidad ambas asumen la misma mentira que nos han repetido miles de veces: «el empleo de los trabajadores es el resultado del éxito de su patrón». ¿Pero y si ese éxito depende de mantener o establecer un monopolio por el que compiten dos grupos de capitalistas? Según los sindicatos, cada grupo de trabajadores debería luchar por el triunfo de su patrón. Es difícil no darse cuenta de que es la misma lógica criminal que hace posible las guerras: convertir la competencia entre capitales en batalla entre trabajadores.
VTC vs taxi: mucho que aprender
El resultado es un ballet orientado a crear un conflicto entre trabajadores para legitimar una competencia entre capitales.
De la precarización de unos cuantos de miles de asalariados a los que se conmina a defender a sus patronos contra un «mal mayor» venido del extranjero basado en la precarización más salvaje, se pasó a una regulación que moderaba las condiciones de explotación y que creó las condiciones para una intervención masiva del capital financiero bajo la dirección de la burguesía nacional «de toda la vida».
El capital nacional, pelotazos especulativos mediante, se aplicó rápidamente a crear un monopolio que le permite repartirse el pastel de plusvalía con Uber y Cabify al punto de cruzar capitales y verticalizar el sector con un monopolio aun más compacto. En ese momento, el estado empieza a mirar como propia a la nueva industria y poner su «liberalización» en el horizonte, es decir quitar el techo regulatorio al crecimiento del monopolio.
Para animarle, la nueva alianza de burguesía española, Uber y Cabify organizan movilizaciones con la idea de neutralizar el coste político de enfrentarse a los taxistas. Pero para eso hay que mostrar a los trabajadores apoyándoles. Y para eso están los sindicatos, que pasan a dividirse apoyando cada uno a uno de los grupos burgueses en competencia: UGT al nuevo monopolio, CCOO a la pequeña burguesía del taxi.
¿Cuál es el resultado? El capital se concentra y absorbe a un sector controlado hasta ahora por la pequeña burguesía que le permite colocar masivamente capitales hasta ahora improductivos. La capitalización masiva por supuesto que reduce la tasa de ganancia y produce salarios medios más bajos. Los trabajadores se ven cada vez más precarizados. Y sin embargo los sindicatos les llaman a apoyar a sus respectivos patronos convirtiendo la competencia entre patronos en conflicto entre trabajadores.
Como cuando la guerra se da entre capitales nacionales y estados a bloque solo cabe afirmar una cosa: el enemigo no es el trabajador del otro lado de la trinchera, el enemigo está en el propio país... y en la propia empresa.