Lo que necesitas saber sobre la viruela del mono y no te están contando los medios

Aún no hemos salido de una pandemia contra la cual una gran parte del mundo no está vacunado o tiene solo una dosis de vacuna, y la OMS ya ha declarado una nueva emergencia global por el comportamiento anormal y altamente peligroso de un virus que se tomaba por inofensivo. Pero ¿Ha sido una sorpresa? ¿Qué peligro real existe? ¿Qué no nos están contando los medios de lo que publican y discuten los científicos?
¿Una enfermedad tropical minoritaria?
Hasta hace muy poco, muchos virólogos habían considerado este virus como una versión relativamente ligera de la viruela, a cuya familia pertenece. A pesar de su nombre bastante desafortunado, este virus de la viruela en realidad circula en poblaciones de ardillas africanas, que son su reservorio natural.
De vez en cuando se transmiten al hombre, generalmente por contacto directo con un animal infectado y luego consiguen circular de un modo muy restringido entre humanos. Un detalle muy importante es que no se trata de un virus que se transmita a través de picaduras de insectos, contariamente a otras enfermedades virales en expansión preocupante como el Chikungunya o el Zika.
El virus se puede transmitir por contacto y por el aire entre humanos, pero hasta ahora los brotes siempre eran muy limitados y si aparecía algún caso fuera de África era debido a que habían estado recientemente en zonas de riesgo. Es decir, la viruela del mono solo conseguía circular efectivamente dentro de su pequeña área del Congo y principalmente dentro de las poblaciones de ardillas.
Pero ahora todo esto ha cambiado. Por alguna razón que aún no está clara, el virus ya no necesita estar atado a su reservorio animal natural, ahora prácticamente todos los casos se dan entre gente que no ha ido nunca a África. Es decir, el virus circula a gran escala entre humanos muy lejos de su lugar de origen.
Pero su modo de diseminación no es lo único que ha cambiado. De hecho, los signos y síntomas de la enfermedad ya no son los mismos que en su versión original africana. Originalmente, los pacientes desarrollaban pústulas en la cara que luego se extendían centrífugamente hacia otras partes del cuerpo de un modo similar a la viruela. Ahora, los primeros síntomas son ronchas y erupciones en las partes bajas del cuerpo y genitales.
De hecho, los síntomas son tan diferentes que se teme que haya gran cantidad de diagnósticos incorrectos. La viruela del mono se está diagnosticando como herpes o herpes zóster (varicela), lo que probablemente está afectando negativamente a los esfuerzos de contención de la epidemia.
Es por estos cambios desconcertantes y por el peligro para la población con problemas inmunes que supone una familia de virus contra la que gran parte de la población no está inmunizada (debido al fin de la vacunación contra viruela) por lo que la OMS está sonando las alarmas. Pero, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?
Bajo las epidemias zoonóticas como el Covid y la viruela hay un patrón social similar
1980, la OMS declara erradicada la viruela
La viruela del mono fue descrita en humanos en los años 70, en plena campaña de vacunación contra la viruela. El hecho de que la campaña de vacunación confiera una cierta inmunidad incompleta contra la viruela del mono consiguió mantener los casos de viruela del mono a un nivel relativamente bajo, pero la campaña contra la viruela acabó en 1980.
La OMS mantuvo una misión de vigilancia de la viruela del mono entre 1981 y 1986 y, usando modelos matemáticos, decidió que los brotes locales se iban a mantener contenidos aun en ausencia de vacunación. Así que retiró toda la vigilancia durante más de 20 años, y la propia organización, coreada por los medios, insistió durante decenios en que la viruela había sido derrotada para siempre. Pero... ¿era verdad?
Un grupo de investigadores volvió al Congo a finales de los años 2000, y descubrió que los casos se habían estado multiplicando durante todos estos años. El número de casos era 20 veces mayor que en 1986. Sobre los modelos matemáticos usados por la OMS, estos autores dijeron que:
Este análisis usó la información disponible para predecir el futuro de la dinámica [epidémica] de la viruela del mono en el caso de una población completamente no vacunada, pero no incluyó incertidumbres estadísticas y no podia responder a cambios en el reservorio ecológico ni a la epidemiología causada por estos.
El modelo era válido únicamente para un mundo estático. Pero como señalaron los autores, la población y los usos del suelo habían estado cambiando a marchas forzadas en la zona donde la viruela del mono era endémica dada la presión creciente ejercida sobre el campesinado de subsistencia.
Es decir, ocurría algo similar al origen del Covid: las necesidades y desastres del capitalismo nacional empujaban a los campesinos hacia zonas y prácticas productivas que implicaban un aumento de contacto entre los humanos y los animales que hacían de reservorio natural del virus.
Ese aumento de contacto no podía augurar nada bueno. Y de hecho, al facilitar la replicación acabó multiplicando y empeorando los brotes, pero también volviendo el virus más peligroso.
Sin embargo, el estudio fue publicado en una revista de alto nivel en 2010 e inmediatamente ignorado.
El peligro de subestimar a virus conocidos
Genoma entero de extremo a extremo de la familia de virus de la viruela. Cada cajita es un gen distinto y el código de colores indica cuán conservado está el gen entre virus distintos de la familia (arriba: principio, en medio la mitad, y abajo el final del genoma). En color verde están los bien conservados, en rojo los que están perdidos o mal conservados. Puede verse como el genoma de los poxvirus (los virus de la viruela) tiene una gran variabilidad en sus extremos, con series enteras de genes faltando o multiplicadas repetidamente entre distintos virus de la misma familia.
La lucha contra las enfermedades infecciosas es una guerra prolongada contra organismos que se adaptan continuamente a nuevas condiciones y huéspedes. No se puede confundir el ganar una batalla -como fue la erradicación de la viruela- con ganar la guerra. Contrariamente a organismos como nosotros, los patógenos -y en particular los virus- se encuentran moldeados por una presión selectiva enorme.
Todo su genoma y su estructura existe como respuesta a una presión incesante para encontrar nuevos nichos y expandirse. Esto es visible en, por ejemplo, virus de ARN como el coronavirus o el VIH, que promueven y aguantan tasas de mutación enormes en sus genomas.
En algunos casos, hasta el 80% de todos los viriones (partículas infecciosas) producidos por las células infectadas llegan a estar tan llenos de mutaciones dañinas que los rinden completamente defectuosos, pero es esta carrera alocada la que permite a los virus evadir nuestros sistemas inmunes produciendo nuevas variantes más rápido de lo que nuestra inmunidad puede expandirse.
Los poxvirus (nombre científico de la familia de la viruela) son virus de ADN muy distintos al coronavirus o al VIH, y a primera vista engañosamente estables. Los poxvirus pueden llegar a tener centenares de genes y un gran genoma lineal de más de 100.000 bases de ADN, algo enorme comparado con los virus de ARN de peor reputación.
El ARN es químicamente inestable (las bases pueden romper las cadenas reaccionando con ellas mismas) y los virus de ARN usan maquinaria que es intrínsecamente menos capaz que la de ADN de corregir errores de replicación de su propio genoma, lo que hace que los virus de ADN parezcan tener tasas de evolución más lentas en comparación.
En realidad, los poxvirus «hacen trampa». Se sabe desde hace años que la maquinaria de replicación de los poxvirus tiende a «patinar» hacia los extremos del genoma y a «empalmar» trozos de ADN distintos (recombinación), causando grandes repeticiones en acordeón y eliminaciones de genes. Esto les ayuda a evadir rápidamente las defensas celulares a golpe de expansión en acordeón de familias de genes de ataque a las células y la mutación de estos genes.
Los poxvirus son mucho menos estables y mucho más peligrosos de lo que parece a primera vista.
Nada de esta epidemia fue ni es realmente inesperado, se conocía el peligro a nivel molecular y se había descrito el auge de la enfermedad en África hace ya 12 años. Nadie debería estar sorprendido.
Tras 20 años de avisos cada vez más desesperados sobre el peligro de los coronavirus las alertas científicas también se toparon con un muro de inacción. Veinte años que se podrían haber usado holgadamente para desarrollar fármacos y cadenas piloto de fabricación de vacunas contra familias de virus específicos.
Una solución que solo puede ser global en un mundo cada vez más dividido
En lo que concierne a la respuesta frente a esta catástrofe anunciada, los problemas son múltiples. Se sabe que la vacuna contra la viruela da cierto nivel de protección subóptimo contra la versión original de la viruela del mono (alrededor del 87%), y cualquier campaña de vacunación real y efectiva tendría que ser realmente global para servir de algo.
Y si las grandes potencias, que son las que acaparan la producción de vacunas, no han sido ni capaces ni han tenido intención real alguna de asegurar a día de hoy la vacunación en gran parte del mundo contra el Covid (solo el 16% de la población de los países más pobres tiene una o más dosis), es muy difícil de creer que vayan a cambiar algo su postura ante una epidemia que aún no afecta sus economías al grado que lo hizo el covid.
Las grandes farmacéuticas se siguen peleando sobre las patentes a día de hoy mientras mueren en masa los sanitarios en países como Malawi:
«Vimos a nuestras compañeras enfermeras morir de COVID», dice Milly Kumwenda, enfermera del Hospital Central Queen Elizabeth de la ciudad de Blantyre, en el sur de Malawi, al recordar una oleada mortal de la enfermedad en enero de 2021. Después de que dos ministros del gabinete murieran de COVID-19, el presidente de Malawi declaró el estado de desastre nacional. La agencia de ayuda Médicos sin Fronteras (MSF) se apresuró a ayudar y lanzó un llamamiento al resto del mundo: «Malawi necesita urgentemente acceso a la vacuna».
Llegaron muy pocas dosis, en rachas imprevisibles y a menudo a punto de caducar. Cuando se produjo la siguiente oleada en julio de 2021, sólo el 1% de los malauianos se había vacunado. Muchas personas habían dejado de buscar atención médica para entonces porque habían perdido la fe en el sistema de salud, dice Loveness Gona, otra enfermera del hospital.
En Malawi hay pocos respiradores, no hay infusiones antivirales ni tratamientos con anticuerpos monoclonales, y hay una escasez crónica de medicamentos para tratar síntomas mortales como los coágulos de sangre y la inflamación. Estas son algunas de las razones por las que las tasas de mortalidad entre las personas hospitalizadas por COVID-19 en los países de bajos ingresos han sido más del doble que en las naciones ricas.
Gona recuerda haber llegado al trabajo y encontrar cadáveres apoyados en sillas en la sala de espera del hospital, con sus seres queridos exigiendo una prueba. «En otro lugar estarían vivos», dice.
Y, sin embargo, como recuerdan todas las publicaciones científicas, las pandemias solo se pueden enfrentar a nivel global:
El control a largo plazo de la viruela del mono requerirá la vacunación del mayor número posible de los 327 millones de personas de 40 años o menos que viven en los 11 países africanos donde la viruela del mono es endémica en un reservorio animal (roedor). Este esfuerzo debe incluir programas de vacunación infantil. La vigilancia será necesaria para identificar nuevos reservorios animales, que podrían establecerse en otros países como resultado de que los humanos infectados transmitan inadvertidamente el virus a roedores domésticos que tengan un contacto posterior con roedores salvajes.
El programa de erradicación de la viruela supuso un esfuerzo de 12 años en el que participaron 73 países con nada menos que 150.000 empleados nacionales. Debido a su reservorio animal, la viruela del mono no puede ser erradicada. A menos que el mundo desarrolle y ejecute un plan internacional para contener el brote actual, será otra enfermedad infecciosa emergente que lamentaremos no haber contenido.
Las enfermedades infecciosas emergentes se declaran a nivel global y seguir escondiéndose tras las fronteras nacionales mientras se azuza el conflicto imperialista no va a hacer más que empeorar la situación.
La cuestión de fondo es que el empobrecimiento masivo del campesinado de los países semicoloniales, la falta de interés alguno por parte de las grandes potencias por mantener la vigilancia epidemiológica, el coste antihumano de la exacerbación de la propiedad intelectual y la incapacidad del sistema para responder coordinadamente a riesgos globales, incluso sanitarios, siguen cobrándose vidas presentes y futuras.
Como la guerra, las epidemias expresan de una manera brutal la contradicción entre el desarrollo del sistema (=crecimiento del capital) y el desarrollo humano. Una contradicción que cada vez se presenta de forma más abierta como un antagonismo entre la supervivencia del capital y la vida humana.