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Verdades y mentiras de los «Luanda Leaks»

20/01/2020 | África

Hubo un tiempo en el que al capitalismo de estado angoleño se le llamaba «socialismo», en que las tropas cubanas enviadas a cuenta del imperialismo ruso se llamaban cínicamente a sí mismas «internacionalistas» y un joven Jose Eduardo dos Santos era parte del panteón de «líderes y héroes» de la «liberación nacional africana» con otros de su calaña como Amílcar Cabral y Samora Machel. Con los «Luanda Leaks», dos Santos y su hija han pasado a ser categorizados como «cleptócratas».

Pero ni entonces ni ahora caben las calificaciones engañosas. Empezaron en 1961 como burocracia militarizada, apoyados por el imperialismo ruso en lucha encarnizada contra aspirantes a herederos del estado colonial financiados por EEUU y China.

Que en Portugal todas las querellas políticas existentes obedecen a la rivalidad Washington-Moscú, lo demuestra sin el menor equívoco lo que sucede en Angola. Dos de los movimientos nacionalistas están secundados por el bloque estadounidense [UNITA] y por China [FLNA], el tercero, establecido en la capital, por Moscú [MPLA, de Neto y dos Santos]. Exactamente lo que sucede en Portugal con los dos bandos principales. Mil veces lo hemos dicho: la lucha nacional es capitalista, es reaccionaria y se hace hoy bajo el ala de un imperialismo. Así se está perdiendo una oportunidad excepcional de hacer una revolución proletaria conjunta en una colonia y en su metrópoli, borrando de un solo golpe internacionalista todas las manifestaciones del reaccionario espíritu nacional.

«¡Fuera ejércitos; abajo el capitalismo! En Portugal y en España, en Mozambique, en Angola, en Guinea», 1975

En el contexto de la descomposición y crisis del «estado novo» portugués abierto el 25 de abril de 1974, se hicieron con el poder gracias al envío de 25.000 soldados cubanos y desde entonces, como en tantos otros países, no tuvieron otro norte que afirmarse como burguesía nacional, manteniendo una explotación descarnada a base de militarismo, guerra y represión. Apuntalados en los momentos críticos -quince años de momentos críticos- por tropas coloniales cubanas y ayuda rusa para aguantar frente al acoso militar de UNITA desde Sudáfrica... y a cualquier movimiento de trabajadores en el interior. Cuba envió miles de soldados, hasta sumar en 1989 un total de 377.033 según cifras oficiales cubanas, incluyendo casi 1.000 carros de combate y decenas de cazas. Durante años la guerra de Angola se convirtió para el régimen de Castro en su principal fuente de divisas.

En lo esencial, las políticas del primer gobierno independiente tendían ya a conformar un ‎capitalismo de estado‎ a toda velocidad. El modelo de acumulación por el que opta la joven burocracia pro-rusa es claro desde el primer momento: industrias extractivas con salida inmediata al mercado mundial. Durante el primer año de la independencia se crea Sonangol como monopolio petrolero estatal a partir de los restos de las petroleras extranjeras y la estructura administrativa portuguesa. Sin embargo a diferencia de otros países semicoloniales y más allá del evidente ‎militarismo‎, no orientarán la lluvia de divisas a crear una pequeña industria nacional «protegida» con la que «sustituir» unas importaciones de productos de consumo casi inexistentes fuera de la élite capitalina. Su estrategia, desde entonces hasta hoy, fue la creación de unos pocos monopolios bajo control primero y propiedad después del núcleo de poder del MPLA, supliendo las carencias industriales con importaciones del bloque ruso primero y de China, Portugal, Brasil y Sudáfrica después. El resultado social fue, obviamente nefasto y corroboró la imposibilidad de un desarrollo independiente del capital nacional: la clase trabajadora nunca pasó del 15% de la población activa, la pobreza nunca bajó del 40% y en el índice de desarrollo humano su máximo ha sido el puesto 147 en 40 años de independencia. Daba igual. No era el objetivo del «socialismo angolano». Su objetivo: crear un capital nacional capaz de absorber e integrar a las facciones rivales cuando llegara el momento y sobre todo de insertarse en el juego financiero internacional cuanto antes.

Dicho en otros términos, el objetivo de la acumulación de capital angoleña, desde el primer momento de la independencia fue la creación y consolidación de una burguesía nacional fundida en el estado y apuntalada por imperialismos externos. Por eso no fue casualidad que solo tres años después de la llegada al poder del MPLA el entonces «Ministro de Planificación», Eduardo dos Santos, heredara la presidencia del fallecido Agostinho Neto.

De «República Popular» a «República» sin más

En 1989 tanto el bloque ruso como el régimen sudafricano están en descomposición. Castro fuerza la independencia de Namibia invadiendo desde Angola y llevando a las tropas cubanas al encuentro directo de las sudafricanas, que entonces negociaban la paz. Los grupos de poder en todo el Africa subsahariana se preparan para un realineamiento con los imperialismos exteriores -y africanos- que dejará en apenas unos años más muertos que las décadas de guerras de independencia y conflicto de bloques entre Rusia y EEUU. Dos Santos ofrece entonces un reacomodo a UNITA y al FLNA en un sistema multipartidario. La «república popular» pasa a «república» a secas en 1992, pero los primeros resultados electorales no satisfacen a UNITA y la guerra vuelve a estallar con fuerza renovada y letalidad acrecentada hasta 2002.

Pero lo realmente relevante para la burguesía angolana comandada por dos Santos era que, liberada de las restricciones de su alineamiento con el bloque ruso, la «globalización» abría nuevos mercados de exportación. Es más, el cambio de marco legal exigido por los dirigentes de UNITA para integrarse en la burguesía nacional como «sector privado», les permitía convertir los grandes monopolios estatales -férreamente controlados por la corte que rodeaba al presidente- en herramienta para construir nuevos monopolios bajo su propiedad directa que permitieran, en un momento dado, dejar el poder político a otras facciones. «Providencialmente», como tantas cosas en Angola, 1992 es no solo el año del cambio de modelo de república, es el año en que la hija favorita de dos Santos, Isabel, cumple 20 años. Ahí es cuando comienza la historia contada por los «Luanda Leaks».

Qué cuentan los «Luanda Leaks»

En 1992 no cambiaron ni los dirigentes del MPLA -dos Santos seguiría presidiendo Angola hasta 2017- ni sus objetivos. Tan solo se adaptan al colapso del sistema de bloques. El sistema de crear monopolios sigue intacto y con la misma lógica solo que ahora los nuevos monopolios son «privados», siguiendo la ideología que en la nueva etapa favorece la inserción imperialista. La burguesía de estado se elige a sí misma como nueva «clase emprendedora». Nada muy diferente de lo que estaba pasando en Sudáfrica con el ANC de Mandela. Solo que en Angola no se dio juego más que marginal a las nuevas facciones (UNITA y FLNA) que, a fin de cuentas, habían perdido la guerra; y que en Sudáfrica los hijos de los dirigentes del ANC convertidos en burguesía corporativa, devolvieron la mayoría de los créditos. En cualquier caso, Isabel dos Santos -formada en universidad inglesa como sus pares sudafricanos- se llevará la parte del león.

Las huellas de Isabel dos Santos en la economía de Angola están omnipresentes. Siete de cada diez angoleños tienen como operador de telefonía móvil a Unitel. Ella tiene el control de dos de las instituciones financieras más grandes del país: Banco Fomento de Angola (BFA) y Banco Internacional de Crédito (BIC). La población se entretiene y se divierte con la operadora de TV por cable ZAP, que fundó ella y de la que es máxima accionista. Los angoleños beben la cerveza local producida por Sodiba, una empresa bajo el control del matrimonio Dos Santos- Dokolo, y compran en sus hipermercados Candado. Su sombra es tan alargada en Angola que incluso está presente en los muchos suburbios paupérrimos de Luanda gracias al producto de Nova Cimangola: el cemento.

En un regimen de ‎capitalismo de estado‎ semicolonial, en el que la burguesía y el estado están fundidos íntimamente, la ideología importa. El régimen actualiza su discurso en una parodia grotesca de la ‎liberación nacional‎ que en realidad resulta más honesta que sus enunciados de la época rusa. Como explicó el marido de Isabel dos Santos a Le Monde en una entrevista:

Lo importante para mí es la creación de una élite africana pensante, capaz de hacer frente a los occidentales e invertir la relación de fuerzas. [...] Prefiero que la riqueza del continente acabe en las manos de un corrupto negro que en las de un neocolonialista blanco

Resulta eso sí, cuando menos cínico porque, a fin de cuentas, los créditos -no devueltos- concedidos por bancos angoleños y Sonangol a dos Santos le sirvieron para comprar empresas en todo el mundo y sobre todo hacerse son bancos en Portugal, un buen bocado de Galp y mil cosas más. Es decir, para exportar capital angoleño y fundirlo con los grandes capitales especulativos con centro en la city de Londres, donde por cierto, está su casa.

La aventura de Isabel dos Santos en la industria petrolera comenzó en 2006. Sonangol vendió ese año el 40% de sus acciones en Galp a Exem Energy BV (Países Bajos), propiedad de Sindika Dokolo [esposo de dos Santos]. Solo el 15% de ese porcentaje ha sido reintegrado a la estatal petrolera angoleña por Exem, que ahora tiene un 6% de Galp. Isabel dos Santos pagó únicamente 11 millones por esa operación que valía entonces 119 millones de euros y que ahora tiene un valor de 690 millones de euros. Esto fue posible gracias a otro préstamo público de Angola que no ha sido devuelto hasta la fecha. [...] Ella misma firmó créditos por valor de 450 millones de euros, como prestamista y prestataria, de Unitel Angola a su compañía Unitel International Holdings de Países Bajos. Solo los dividendos de Unitel repartidos entre 2006 y 2015 ascienden a más de 5.000 millones de dólares. Esos tejemanejes financieros han convertido a Dos Santos en una de las inversoras más activas en Portugal. Tiene un paquete accionarial en el banco EuroBIC del 25%. Lo tuvo también en Banco Portugués de Investimento (BPI), un 20%, hasta que en diciembre de 2018 CaixaBank adquirió el 100%.

Esta infografía animada elaborada por el diario portugués Público muestra la evolución internacional del capital de dos Santos a partir de tamaña acumulación en Angola.

Verdad y mentira de los «Luanda Leaks»

El origen de la fortuna de la familia dos Santos -padre, hija y un nutrido grupo de allegados- ha sido durante décadas un secreto a voces. Si ahora surge como «escándalo» es por la batalla entre la facción que sucedió a dos Santos al mando del MPLA y el estado y la antigua familia presidencial. El nuevo presidente, João Lourenço, lleva dos años intentando, discretamente al principio, judicialmente después, a través de los «Luanda leaks» ahora, que los dos Santos se lleven el fruto... pero no la rama. Si Lourenço se alía a los damnificados de las aventuras portuguesas de Isabel no es porque quiera cambiar el modelo ni las formas de acumulación, sino porque quiere perpetuarlas y, en su papel de cabeza del capital nacional, no quiere que los dos Santos se lleven demasiados fondos.

Porque Lourenço sabe que al final es inevitable. Bajo los «Luanda Leaks» lo que aparece son los mismos problemas de todo capital nacional semicolonial: los beneficios del sector exportador extractivo no pueden reinvertirse en su totalidad con beneficio equivalente en la producción para el mercado interno. Si quisieran fomentar el mercado interno tendrían no solo que hacer inversiones gigantescas en formación y tecnología sino, sobre todo, asegurar mercados exteriores suficientes como para sostener una demanda que asegurara la rentabilidad. Eso solo ha estado al alcance de China en una ventana histórica relativamente corta. Ni siquiera India ha podido jugar con ese éxito la carta de las décadas de «globalización».

¿Cómo hacen los grandes capitales nacionales? Exportan capital bajo herramientas que nunca pierden su ligazón con el ‎capitalismo de estado‎ que lo produjo. Es lo que hacen las grandes potencias e incluso las potencias medianas a través de sus grandes «campeones nacionales». Por ejemplo cuando Volkswagen abre una planta en México, Santander una filial en Brasil o Telefónica compra una compañía de telecomunicaciones en Alemania. A través de la bolsa las filiales siguen conectadas y dando salida al ‎capital ficticio‎ del país de origen; a través de la matriz y sus impuestos contribuyen a mantener al estado; y finalmente, a través de sus proveedores ayudan a otras empresas del país de origen a encontrar nuevos mercados en el exterior. Y esto vale no solo para empresas industriales o de servicios, también para los grandes bancos. Pero ese tipo de herramientas está fuera del alcance de un país como Angola cuyas exportaciones son extractivas, cuyo capital no ha desarrollado tecnologías diferenciadoras y cuya capacidad para «abrir mercados» por su peso militar o político apenas existe más allá de sus vecinos inmediatos.

Es significativo lo que responde Dikolo, el marido y socio de Isabel: «quieren hacernos responsables de toda la corrupción de Angola, pero damos trabajo a 200.000 personas, pagamos nuestros impuestos en Europa y somos el principal contribuyente de impuestos en Angola». Dicho de otro modo: «somos el principal explotador privado de mano de obra de Angola, contribuimos al mantenimiento del capital nacional en esa medida y en esa medida contribuimos al estado angoleño con impuestos... pero el capital que llevamos a Europa paga impuestos ahí y no «debe» nada de su rentabilidad al estado angoleño, no pretenderán que les paguemos». Es un cuadro muy distinto del de Teléfonica, Santander, etc. cuyo objetivo es precisamente pagar dividendo al capital «en casa». ¿Para qué iban a repatriar dividendos los dos Santos?

En Angola, como en Argentina y en tantos otros lados, cada vez más, a la ausencia de destinos rentables en el interior al capital, se une a la ausencia de grandes vehículos de inversión en manos del capital nacional que puedan «internacionalizarse», es decir, ser usados como vehículo de las necesidades ‎ imperialistas‎ del capital nacional. Por eso los capitales privados tienden a la fuga, a integrarse en otros capitales nacionales contribuyendo a su sostenimiento. Y, por cierto, es el temor a convertirse en una Angola, lo que lleva a que todas las burguesías nacionales defiendan con uñas y dientes la compra y «deslocalización» de sus grandes empresas internacionalizadas.

¿Cuál es la gran mentira de los «Luanda Leaks»? La parte del reportaje publicado en todo el mundo en que nos aseguran que «la cleptocracia causa pobreza extrema». Ni siquiera pretenden explicar cómo. Solo nos cuentan unas cuantos desastres, indistiguibles de los mismos que hacía el ‎capitalismo de estado‎ angoleño antes de empezar a repartir nuevos monopolios entre los hijos del régimen. Indistinguibles de los de los países vecinos incluida la democrática y por lo visto no demasiado cleptócrata Sudáfrica. En otro diario titulan: «Isabel dos Santos, la mujer más rica de África que convirtió a Angola en uno de los países más pobres del mundo»... cuando su reinado ni ha ido parejo a ninguna «caída» ni ha dejado huella sensible en el PIB.

No, el problema de la miseria angoleña no es que la burguesía se de créditos a sí misma a cuenta del estado -aquí también lo hacen- ni tampoco que no los devuelvan, ni siquiera que saqueen los impuestos o las rentas del petróleo. Esas son sus estrategias para rentabilizar el capital y sus batallas internas por llevarse un trozo mejor que el de la facción rival de turno.

El problema real, lo que produce miseria y miseria extrema, es que el capitalismo en Angola, como en todos lados, ya no puede desarrollar las ‎fuerzas productivas‎ locales libremente. Porque la riqueza no nace mágicamente de las «reservas naturales». La riqueza en el capitalismo es pura y simple explotación del trabajo por el capital. Es esa explotación, ese ‎ modo de producir‎ el que desarrolló como nunca hasta entonces las capacidades productivas durante ‎ dos siglos‎ y la que produce hoy miseria.

Hoy esas ‎fuerzas productivas‎ no solo no se desarrollan libremente en ningún lado sino que en países de capitales nacionales débiles como Angola, lo hacen bajo condiciones tan difíciles que el resultado es aberrante. Ni el capital se desarrolla de manera productiva, constreñido como está ante la ausencia de mercados; ni la fuerza productiva que más nos importa, la principal de todas ellas, el trabajo, ha conseguido pasar del 15% de la población activa. A la burguesía y el estado angoleños les encantaría poder explotar a muchos más trabajadores, qué duda cabe. Pero no puede. Así que se lleva el capital fuera. Por eso el «desarrollo» del capital angoleño toma formas tan grotescas como la familia dos Santos. En realidad, una familia burguesa más, de una burguesía más con dificultades para explotar con rentabilidad a unos cuantos más de entre nosotros.