«Venezuela Live Aid» ¿Concierto o señuelo para una guerra?
Después del fracaso del primer embite, Guaidó desplazó sus promesas de reparto de la ayuda estadounidense, que se supone deberían derrumbar al bloque de poder chavista como un castillo de naipes, al día 23, mañana sábado. Toda la carne está en el asador. En estos momentos Guaidó marcha hacia Cúcuta donde le esperarán el vicepresidente de EEUU, Pence y los presidentes de Colombia, Chile y Paraguay. La «fiesta» bien podría acabar en catástrofe.
El objetivo es movilizar a buena parte del exilio venezolano en Colombia, 800.000 personas, a un macroconcierto en la frontera organizado por Richard Branson bajo el título «live Aid Venezuela»... es decir, buscando el paralelo con el «Live Aid» pro-Africa de 1985. No serán esta vez Queen y U2, sino Juan Luis Guerra, Alejandro Sanz, Maluma, Carlos Vives, Juanes, Fonsi, Maná, Paulina Rubio, Miguel Bosé, Carlos Baute... En fin toda la industria de la música en español dedicada a movilizar masas a la frontera de Colombia y Venezuela. Pero ¿para qué?
La idea mil veces repetida por los portavoces de la oposición venezolana es reunir una masa tal que desborde los controles fronterizos y los militares venezolanos no puedan cumplir sus órdenes sin perpetrar un crimen de masas. Es decir, toda la estrategia gira en torno a poner a los militares en una situación tal que se vean obligados a cambiar de bando o disparar a las masas desarmadas. Por otro lado, Guaidó no se corta describiendo como una invasión el supuesto plan de entrega y lanzando un nuevo ultimátum a los militares, a los que llama a sublevarse. Como apuntaba Roger Waters en un vídeo que se ha hecho viral en el mundo anglosajón, es ya evidente el peligro de que el concierto y la «ayuda» se conviertan en el prólogo musical de una guerra como «Siria o Irak».
Mientras, Maduro pedía a los 46 países que le apoyan que hicieran presión en la ONU para condenar una intervención armada disfrazada de «ingerencia humanitaria» y repartía 300 toneladas de ayuda médica vendida por Rusia para demostrar que no hay tal emergencia que permita invocar el «derecho de ingerencia humanitaria».
Pero no nos equivoquemos, el régimen no duda un segundo en convertir a las masas que le apoyan en carne de cañón. En el lado venezolano de la frontera está ya organizando otro macro-concierto con el objetivo de oponer masas a masas, y por si quedaran dudas, para poder movilizar a más población, extendió los días festivos del carnaval. Además, declaraba en movilización permanente al ejército, cerraba la frontera marítima con Curazao, Aruba y Bonaire, el espacio aéreo de todo el país y la frontera con Brasil, amenazando con cerrar la frontera colombiana si era necesario.
«Defender la soberanía» organizando una matanza de las riadas de refugiados que sigue a la oposición, da una idea de lo «socialista» y defensor de los trabajadores y los desheredados que es el chavismo. Su fortaleza y determinación se mide en el número de cadáveres que está dispuesto a dejar sobre el suelo de la frontera para mantener el poder. Pero si es cierto el plan hecho público por Guaidó, no es tampoco otra cosa que un crimen de lesa humanidad. No tiene otro nombre arriesgar la vida de decenas de miles de personas desarmadas para presionar políticamente al ejército. Puede ser un señuelo, claro, y haber una invasión en toda regla, con soporte militar de los países vecinos. A fin de cuentas, Brasil ha prometido «entregar la ayuda», aunque sin decir cómo; y Duque, aunque moderó el lenguaje tras su entrevista con Trump envió tropas de asalto a Cúcuta en una señal de que no descarta la intervención «humanitaria». Pero ¿una invasión militar que posiblemente acabara en guerra, sería menos criminal?
El enemigo principal de los trabajadores en Venezuela, y en todo el mundo es la nación, es decir la dirección de la sociedad por una burguesía que, como el sistema que defiende, no tiene pudor ya en mostrar su naturaleza anti-humana y genocida. Ni con el gobierno ni con la oposición ha futuro alguno, ni para los trabajadores ni para nadie. Sin embargo, y por desgracia, hoy en día la clase trabajadora y las masas populares venezolanas son prisioneras del nacionalismo. Y con los trabajadores encuadrados en masa por unos o por otros, sin expresiones políticas ni luchas independientes como las que hemos visto este mismo año en México o Irán, ambas facciones de la burguesía venezolana ven las puertas abiertas para dar rienda suelta a sus luchas internas y a las matanzas en la confianza de que serán los trabajadores y los pobres los que pongan el cuerpo para defender sus intereses.