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Venezuela ayuda humanitaria... para la guerra

07/02/2019 | Venezuela

La ayuda humanitaria de EEUU se concentra ya en Cúcuta. Es el momento de la verdad del plan pergeñado por Guaidó y Leopoldo López: impulsar una rebelión de la base del ejército venezolano tentándolos con los cargamentos de comida y medicinas que sus propias familias necesitan.

Por mucho que el «Grupo de Lima» se haya comprometido a no invadir Venezuela, la jugada es un ejemplo de libro de guerra asimétrica, deudora en su concepción de la «Marcha Verde» más que de las campañas rusas en en Dombas o Crimea. Difícilmente se puede creer que el alto mando militar Venezolano, que gestiona el abastecimiento como un monopolio privado, vaya a conmoverse. El objetivo del plan opositor es empujar una rebelión de la base militar que les fuerce a cambiar de bando como forma de no perder el control de su propia tropa. Las probabilidades son escasas. Incluso de producirse defecciones masivas de la tropa, es más probable que abrieran una etapa de guerra irregular entre las dos grandes facciones de la burguesía nacional apoyadas por sus respectivos padrinos. Es decir, una guerra imperialista disfrazada de guerra civil, como en Siria.

Paradójicamente el anuncio de la llegada de ayuda humanitaria lleva días incrementando la llegada de nuevos refugiados a Colombia, generando un problema político a los opositores. La negativa a utilizar parte de la ayuda para atender la masa de refugiados en Cúcuta ha separado a la Cruz Roja internacional de la estrategia y evidenciando, si hubiera dudas, el objetivo verdadero de la operación cuyo relato solo ha sido apoyado, a última hora, por la Conferencia Episcopal católica.

Mientras tanto, Maduro ha recuperado iniciativa política y capacidad de encuadramiento. Las manifestaciones de este fin de semana, llevan a partes de la oposición a aflojar su discurso y afirmar que hay que dar un hueco en el poder a la facción madurista en un momento en el que las divisiones entre países de la Unión Europea -que llegan incluso a afectar al capital alemán- reflejan algo más que la influencia rusa. A fin de cuentas las grandes empresas europeas con negocios en Venezuela, como Repsol, temen más el efecto sobre sus balances y negocios futuros de una guerra civil y el previsible revanchismo opositor y estadounidense que la continuidad del madurismo.

El régimen descubre que no está tan solo y se prepara para una resistencia a lo Al Assad en caso de estallido de guerra civil. Y en realidad nadie cree ya que la jugada vaya a decantar la situación hacia la oposición de un modo claro. Uruguay, México, Bolivia, Costa Rica, Ecuador y ocho países de la UE se reunirán hoy en Montevideo para construir, en ese caso, las vías para una salida pactada que erosionaría a EEUU, Brasil y Colombia. Maduro ve en la iniciativa una mano a jugar. El miércoles siguiente Duque y Trump se reunirán en la Casa Blanca para evaluar estrategias en función de los resultados. El fantasma de la guerra y la intervención está más presente que nunca.

La ideología democrática cada vez se parece más a la monárquica de la fase final del Antiguo Régimen. Entonces todos los conflictos se explicaban como resultado de complicadas disputas dinásticas -quién tenía derecho a heredar qué territorio y bajo que régimen. Hoy es igual solo que con constituciones y procedimientos. Tanto en un caso como otro, no son sino meras justificaciones para dotar de «legitimidad», ahora «democrática», a luchas en el seno de una clase dirigente rapaz que ha culminado su ciclo histórico y se mantiene sobre la sangre y la miseria de la sociedad entera. Venezuela es un ejemplo de libro de como la imposibilidad de un desarrollo independiente del capital nacional en el marco de una crisis permanente y global fractura a la burguesía en el poder avivando las ambiciones imperialistas de vecinos y grandes potencias y llevando al país de una implosión económica a una explosión bélica.

Que esta agonía finalmente acabe o no en guerra imperialista disfrazada de guerra civil entre los dos liderazgos de la burguesía venezolana, sería solo un broche sangriento más para algo que podemos ya dar por evidente: el desastre que supone la dirección de la sociedad por un capital nacional que, sea bajo una facción u otra, solo puede ofrecer supeditación a capitales mayores, exilio, condiciones de vida cada vez más miserables y guerra. Guerra o no, se confirma que la burguesía -chavista u opositora- no puede llevar a la sociedad hacia ningún lado. Lo inviable es la dirección del capital nacional, la ‎nación‎ misma.