Correspondencia desde la universidad

A raíz de la llamada revolución de los estudiantes del 1968 en Francia, es cuando se evidenció con más fuerza como desde las universidades surgen tanto las ideas mezquinas como los oportunistas que las esgrimirán. De aquellos jóvenes, muy «marxistas y revolucionarios», solo han quedado veteranos parlanchines de las más desagradable calaña. Aquellos que como jóvenes compartimos la vida universitaria, somos testigos diarios de lo que surge en la cocina ideológica del capitalismo. Son fácilmente reconocibles en la universidad las luchas interclasistas de mano de «niños de papá», la falsa retórica reivindicativa del demagogo en potencia, el marxismo digerido para mentalidades pequeñoburguesas, etc. Todo esto, y más, supone la universidad pública –de la privada se da por descontado- en nuestros días, donde es diario el machaque de la ideología dominante (la de la clase dominante), sobre el intelecto del joven.
Debemos partir desde la realidad de que todo mensaje que surge y es publicitado por parte de las «instituciones» de la sociedad (medios de comunicación, universidades, etc.), es un mensaje envenenado, destinado a expandir la ideología dominante. Una ideología dominante no uniforme, sino diversa y plural (falsamente) para la mejor digestión de los diversos consumidores.
La principal función que desempeña la universidad es la de moldear las mentalidades a los parámetros «aceptables» de la sociedad capitalista. Es por tanto, que nos encontramos con que la formación de trabajadores cualificados y la «lucha cultural» serían los pilares en los que descansa la universidad. El elitismo intelectualista pequeñoburgués es un factor a destacar en esa «lucha cultural». Tenemos el ejemplo más vivo en Pablo Iglesias, el cual se cree discípulo del mismo Sócrates, educador de masas incultas, cuando ni siquiera llega al nivel demagógico de los sofistas. La realidad es visible, y solo debemos presenciar las manifestaciones políticas de los colectivos universitarios mayoritarios. Estas organizaciones de «izquierdas», se muestran como dignos herederos de los peores revisionismos y manipulaciones maniqueas de la teoría marxista. Estos dignos herederos del mayo del 68 son bandera de reivindicación de la universidad pequeñoburguesa, fiel aliada de nacionalismos, luchas interclasistas y demás idealismos posmodernos. Es con ello que el colectivo de estudiantes –históricamente susceptible a la manipulación- se ha transformado en la vanguardia de la deformación ideológica, participando con ello de forma directa o indirecta en la minimización de la alternativa revolucionario del proletariado.
Es curioso cómo se da una dicotomía de posturas ideológicas, en la cual se es participe de dos caras de la misma moneda (la ideología establecida). Por una parte nos encontramos con los que abrazan una postura liberal o socioliberal: defensa del democratismo constitucionalista, la economía neoliberal o el keynesianismo tolerante con el capitalismo, etc. Por otra parte, están los chicos que se ven ellos mismos como la reencarnación del progreso, en contraste con una sociedad «rancia», defendiendo todas las modas ideológicas e interclasistas que se enarbolan desde la cátedra progre. En conclusión, una dicotomía derecha-izquierda que parte desde la aceptación del capitalismo y su ideología. Desde la propia cátedra universitaria de «humanidades» se constata ese «vómito» ideológico del que hay que escarbar para encontrar material servible.
Volviendo a los chicos-progreso, es triste constatar cómo estos no son realmente conscientes de que colaboran en sostener uno de los pilares de la ideología de la clase dominante. La «cura» pasa por conciencia de clase y formación crítica. Está claro que la solución no pasa por la universidad, sino que es ajena y está por fuera de esta. Bajo el modo productivo capitalista, la universidad seguirá siendo lo que es, una institución generadora de ideología dominante destinada a la malformación intelectual de los jóvenes, atándolos a estos a la visión diseñada por la clase dominante. Esa aceptación de la manipulación se ejemplifica en nuestros días en la participación política de los estudiantes en el procés nacionalista catalán. Una causa justa a los ojos de la nueva vanguardia «revolucionaria». Eso de ir de mano de la burguesía nacionalista es un detalle sin importancia. Pero es al servicio de esa misma burguesía por la que salen a las calles para anunciar la nueva buena de la República catalana, que salvará a su pueblo de la milenaria explotación, la nacional en vez de la de clase, de esa mejor no hablar, vaya a ser que los trabajadores se den cuenta de la estafa nacionalista, aunque muchos ya lo han hecho.
Lenin analizó en su obra ¿Qué hacer? que los «estudiantes» son un colectivo a ganar, siempre que éste asuma el programa revolucionario de la clase trabajadora. Pero que la izquierda intelectualista universitaria quiera adaptar lo que queda del movimiento obrero a su corta mente filistea, solo puede ser respondido por los trabajadores con el portazo en las narices. La emancipación del proletariado sólo puede venir de sí mismo.