¿«Unidad» contra la epidemia?
Los gobiernos de EEUU y Europa empiezan a tomarse en serio la epidemia de coronavirus. Pero el retraso en la actuación de los estados y unas recomendaciones que traducen las diferencias de clase en diferentes grados de exposición, generan cada vez más desconfianza en la «Unión Sagrada anti-vírica», aumentan las críticas a los gobiernos e impulsan las primeras «huelgas del coronavirus».
Los gobiernos han ido a remolque de la epidemia porque su prioridad no era parar la extensión a toda costa
Nadie duda de la responsabilidad de Trump y la inacción de su gobierno en la extensión de la epidemia en EEUU. Pero hasta hace solo unos días, gobiernos y medios criticaban las medidas en Italia por haber aceptado lo que nos contaban había sido un coste «excesivo». Sin embargo, a día de hoy, parece obvio que los que hablaban de «tranquilidad» estaban ganando un tiempo que ni era suyo ni supieron utilizar, a costa de aumentar los riesgos a la población.
Bruselas pide ahora «medidas agresivas» y Merkel decía ayer mismo que entre el 60 y el 70% de los alemanes llegarán a padecer la enfermedad... lo que implicaría que espera decenas de miles de muertes solo en Alemania. El nordista gobierno de Holanda es señalado abiertamente en todo el continente por haber minusvalorado las posibilidades de propagación y haber agravado la epidemia. Pero el español no va a la zaga: tan pronto se listan en una cronología los mensajes, las medidas y el número de contagios es evidente que nunca tomó la delantera a la propagación porque tenía otras prioridades. Eso sí, al tiempo que se invocan los «criterios científicos» y las dificultades de coordinación con las administraciones locales, se nos llama a la «unión» y a dejar las discusiones «ideológicas» de lado.
La «solución» no está en el autoritarismo sino en reforzar unos servicios sanitarios que ya habían saturado
También se nos dice que China ha podido contener la epidemia por su autoritarismo. Es cierto que la epidemia está sirviendo a los gobiernos para pedir poderes de excepción, como en Japón, y para recentralizar algunas cosas básicas como la compra de materiales sanitarios en España o el abastecimiento de mascarillas entre países europeos.
Pero es irracional pensar que el autoritarismo o la centralización sean una solución frente al deterioro de los servicios sanitarios. Los hospitales llegan saturados a esta crisis. Ya vimos la movilización en Francia de los trabajadores de urgencias y emergencias; hoy se publicaba en España que, solo en Andalucía, la lista de espera de la sanidad alcanzaba ya los 890.000 pacientes. En Italia la falta de camas hospitalarias se considera el principal agravante.
En toda Europa el sistema estatal de salud se configuró como una mutualización, a través del estado, de una parte de los costes de explotación de la mano de obra. Desmantelarlo, como atacar las pensiones, ha sido un intento de aumentar el pedazo del capital en la renta total, es decir, la explotación en términos absolutos. Ahora se ve hasta que punto supone un peligro para las necesidades vitales más básicas.
El foco de las respuestas estatales no está en reforzar los sistemas de salud sino en reanimar un capital asustado
La UE presentó ayer su «plan de choque»: un fondo de 7.500 millones ampliable a 25.000 millones para facilitar liquidez a las PYMEs, financiando a los estados el retraso en el pago de impuestos y cotizaciones por ej. En EEUU el Congreso y Trump negocian plan de estímulo económico ante la perspectiva de una pérdida masiva de horas de trabajo. En Gran Bretaña la principal reacción estatal ha sido una bajada de tipos de 50 puntos básicos. Y en Italia los incentivos fiscales ya suben hasta 16.000 millones.
Basta escuchar a las organizaciones patronales pidiendo menos impuestos y facilidades para el despido en vez de camas, contrataciones y recursos hospitalarios, para darse cuenta de por dónde van las prioridades y urgencias reales de la burguesía europea y sus gobiernos. Las necesidades del capital -producir dividendo pase lo que pase- se ponen por encima de las necesidades humanas universales aun en mitad de una crisis sanitaria.
Las medidas anti-propagación no son iguales para todos
Mientras las juntas de accionistas de las grandes empresas cotizadas se virtualizan y se cantan las virtudes y ventajas del teletrabajo, la mayor parte de los trabajadores tiene que seguir yendo a trabajar cada mañana. Eso sí, ahora en España, en Portugal, en Italia... los niños quedan en casa. ¿Quién se ocupa de ellos? Según todo apunta, los abuelos. Es decir, se coloca a la población de riesgo en más riesgo al ponerles a cargo de un segmento de edad donde son más frecuentes los casos leves o asintomáticos.
Pero tampoco es que sea ningún chollo para los padres. En el prodigioso mundo de la «economía de plataforma» y la precarización, las medidas de protección básica ni están ni se las espera. Y en las fábricas varía según el lugar, pero al parecer están fallando incluso en lugares emblemáticos.
La «Unión sagrada anti-vírica» no cuela
Hoy mismo, los trabajadores de Fiat Pomigliano, la fábrica donde se hace el Panda, pararon la producción durante una hora ante el incumplimiento de las recomendaciones sanitarias básicas. Lo mismo ha pasado en la cadena de montaje de los helicópteros Leonardo ante la falta de seguimiento de las medidas de protección.
Difícilmente son casos únicos. La «unión sagrada anti-vírica», la consigna de «hacer piña» con los gobiernos y el capital nacional para «salir juntos de la crisis», no está calando. Es una excelente noticia. Seguramente la primera que nos trae esta epidemia.