Una nueva etapa de la crisis
Esta semana destacamos los primeros planes de «desescalada», la primera oleada de quiebras en el sector del petróleo, el hundimiento del turismo en el Mediterráneo y las trampas de la «nueva normalidad» que pretenden imponernos. Pero no han sido desde luego los únicos temas importantes. Para cerrar la semana queremos destacar el desarrollo de la crisis política en Brasil, el conflicto continental con Argentina, el impacto de la recesión en Europa, el desarrollo global del militarismo y la pujanza mundial de las luchas de trabajadores.
La descomposición del Bolsonarismo se acelera
En Brasil la crisis del Covid, con mas casos ya que el total de China, está acelerando la descomposición del bolsonarismo. A la caída de dos «superministros» ha seguido una verdadera guerra de poder con la Policía Federal (PF) y el Tribunal Supremo (STF) tras la destitución del jefe de la PF en un intento de parar la investigación sobre la red de difusión de bulos -entre otras cosas sobre el Covid- de su hijo Carlos.
No es solo una más de las llamadas al orden del núcleo del estado brasileño. Tras invalidar el nombramiento de un pastor evangélico amigo personal de Bolsonaro, el STF ha ordenado finalmente investigar al Presidente en lo que podría ser el primer paso hacia una destitución «express».
Pero la crisis del estado brasileño no para ahí. Su fondo es ante todo una fractura sobre la orientación imperialista del país. Y eso vuelve una y otra vez. Esta semana Bolsonaro arropó a Guedes en la reaparición pública de éste para mandar un mensaje claro a los militares: «Este es el hombre que manda en Economía». Guedes por si hubiera dudas, cargó contra Argentina.
Pero eso no arredró a los militares que bloquean cada intento de Guedes de controlar el presupuesto estatal y que no van a dejar de hacer valer haber salvado a Petrobras y la industria petrolera precisamente gracias a su relación con China.
Y por si dos frentes internos fueran pocos, un tercer frente se abre con violencia creciente en el exterior más cercano: Mercosur.
Argentina: doble jaque a Brasil y Chile
El débil y maltrecho capital industrial argentino oteaba el acuerdo Mercosur-Corea del Sur con verdadero pánico. El confinamiento está golpeando al capital argentino en general más aun de lo esperado. El acuerdo con los grandes fondos deudores no avanza. La probabilidad de una declaración de quiebra del estado es alta. Y las posibilidades de llevar a Brasil a un frente común prácticamente nulas. A estas alturas ni siquiera hay canales de comunicación abiertos entre los gobiernos desde hace semanas.
Fernández sabe bien que tiene poco que hacer con un Brasil en descomposición política. También que solo puede encontrar gobiernos adversos, bien alineados con Brasil, en todas sus fronteras. Así que inicia una jugada arriesgada que descoloca a su propio ministro de Exteriores.
Por un lado utiliza el «Grupo de Puebla» para empujar a la oposición chilena a unirse bajo una candidatura común y derrotar a Piñera. Piñera habla directamente de injerencia e intenta convertirlo en un roce internacional.
Por otro lado el gobierno argentino anuncia que dejará de participar en las negociaciones de los acuerdos comerciales del Mercosur, con la excepción del pacto ya realizado con la Unión Europea y con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA). Pero en vez de responder con un argumentario político contra el tratado con Corea del Sur descoloca a todos culpando al Covid.
Asusta lógicamente a la burguesía agraria exportadora, los mercados especulativos del trigo se revuelven y hasta los lecheros piden prudencia.
Pero los presidentes del bloque van llamando uno a uno -salvo Brasil, claro- a la Casa Rosada. Y ahí Fernández descubre sus cartas. Los acuerdos de libre comercio que impulsa Brasil con Corea del Sur, Canadá, India y Líbano son peligrosos, y en un momento en el que las industrias sudamericanas están más debilitadas que nunca-, cuando hasta el Banco de España les calcula caídas masivas del PIB, su capacidad para financiarse para competir en los nuevos mercados es nula. Brasil, con un Guedes doctrinario y un Bolsonaro enloquecido, lleva a las industrias sudamericanas al abismo. En su lugar de lo que se trata, asegura Fernández al uruguayo Lacalle, es de compensar el peso de un Brasil a la deriva con nuevas incorporaciones en el continente y centrarse en sacar adelante el acuerdo ya firmado con la UE.
La UE en recesión
Desde Bruselas se congratularon pronto. Viene un periodo con más hambre de mercados que nunca.
Alemania espera una caída del 6,3% del PIB y empieza a sentir ya una caída en picado de las exportaciones. Los gigantes de la automoción como Daimler o Volskwagen han reducido drásticamente su expectativa de beneficios para este año. Las cifras de empleo no son más alegres: 10 millones de trabajadores afectados por ERTEs y más de 308.000 nuevos parados.
Las expectativas de ventas son desastrosas en todo el continente, Holanda registró la mayor caída del índice de sentimiento económico (-32,6 puntos), por delante de Alemania (-19,9), y Francia (-16,3). Y en el Sur las cosas no son mejores, entre otras cosas porque las probabilidades de que Italia, España o Grecia puedan volver a poner en marcha su industria turística en lo que queda de año son prácticamente nulas.
En España los datos del PIB, publicados hoy, muestran una caída del PIB del 5,2%. Con medio millón menos de trabajadores ocupados no son de extrañar los primeros síntomas de una verdadera «trampa de liquidez»: familias y empresas acumulan depósitos mientras la deflación se incrementa a pesar de la espectacular subida de los alimentos (4%). Es decir, los precios bajan pero no por ello se consume más. El viejo instrumental keynesiano del capitalismo de estado rebajaría ahora los tipos, subvencionaría a las familias y crearía empleo público. Pero el euro es, a todos los efectos, una divisa extranjera fuera del control del gobierno y sin herramientas ya para animar las inversiones sin empujar los bancos al abismo. Y la política fiscal, aunque autónoma en los detalles, está supeditada a las condiciones de déficit y deuda que garantizan un euro deflacionario según los intereses alemanes. Solo con el déficit que ya se ha generado España queda en jaque en la UE por bastante tiempo. Por si fuera poco, la incompetencia del aparato burocrático retrasa hasta junio el pago de los ERTEs a los trabajadores y el de las ayudas a las familias de menores ingresos
Militarismo y lucha de clases
Esta semana supimos además que el gasto militar mundial está de nuevo a niveles de la guerra fría tras la mayor escalada en diez años. Cuando descendemos a los países es evidente que el militarismo es una tendencia general. EEUU es quien tiene los presupuestos más abultados... y los ha incrementado por primera vez en siete años, pero le siguen India y China con un gasto anual de de 261.000 y 71.100 milones de dólares respectivamente. Pero lo más importante a destacar este año es que los presupuestos militares no solo crecen más que el PIB sino que siguen creciendo cuando el PIB no lo hace. Bajan salarios, bajan dotaciones de servicios públicos esenciales, pero sigue subiendo el gasto militar. Y lo hará aun más, porque si ahora el 70% del gasto se concentra en EEUU, China, India, Rusia y Arabia Saudí, la expectativa es que se abran carreras regionales de armamentos. Las crisis no reducen las tensiones bélicas, las alimentan.
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Con el 1 de mayo cerramos el recuento de las «huelgas del covid». Han sido más de 400. Hubo con certeza muchas más que no pudimos descubrir dado el bloqueo informativo casi universal que han sufrido. Muchas de las mapeadas siguen abiertas y otras nuevas estallan cada día, fundiéndose ya con la respuesta a las condiciones de las «desescaladas» y las reacciones a los primeros ataques en salarios y despidos.
Está comenzando una nueva etapa de recesión económica y crisis política a nivel mundial. Todas las contradicciones del sistema han acelerado con la pandemia y la capacidad del capital para recuperarse va a depender de su capacidad para imponer una transferencia masiva de rentas del trabajo al capital en cada país. Las pérdidas y las necesidades del capital son aun más brutales que en 2009. Pero a diferencia de hace diez años, entramos en esta nueva fase con una clase trabajadora que se ha movilizado bajo un programa de reivindicaciones prácticamente universal y que en no pocos casos ha tenido fuerza suficiente como para superar a los sindicatos y torcer el brazo a empresas y gobiernos. Pero no ha sido siquiera el primer acto. Ha sido la obertura.