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Un sistema educativo que descualifica el trabajo y a los trabajadores

09/09/2020 | Actualidad

El tema de este artículo fue elegido para el día de hoy por los lectores de nuestro canal de noticias en Telegram (@communia).

Una Universidad cerrada

El nuevo informe de la OCDE parece transmitir una buena noticia: prácticamente en todos los países desde 2009 -fecha de arranque de la anterior andanada de la crisis- y finales de 2019 -en vísperas del estallido de la pandemia- el porcentaje de jóvenes entre 25 y 34 años con formación superior ha crecido mientras se reducían los que llegaban a la vida laboral solamente con la formación básica.

Lo que parecería un buen dato cambia de significado cuando incorporamos que el aumento del número de estudiantes universitarios va parejo en cada vez más países a la homogeneización de clase de las universidades. En España la última década atrincheró en masa a la pequeña burguesía en la universidad mientras Bolonia y los nuevos planes de estudio cerraban sus puertas a aquellos que intentaban compaginar una vida laboral -por precaria que fuera- con la asistencia a clases. Hoy, países como Francia con un 30% de universitarios-trabajadores son una excepción entre los países desarrollados.

Sí, el resultado global es una subida del número total de universitaros, que en España, como en todos los países donde aumenta la desigualdad, lo es también de los postgrados. La universidad da más masters que nunca precisamente porque los hijos de la pequeña burguesía copan las aulas y eternizan su paso por ella con tal de ganar oportunidades. En ramas como la administración de empresas, la educación, la matemáticas o el periodismo, el porcentaje de masters es simplemente abrumador. El mercado laboral se ha vuelto inhóspito también para la pequeña burguesía porque cada vez demanda menos cuadros gestores e ideólogos.

En paralelo, con la universidad cerrada para los trabajadores, con los sistemas de formación profesional abandonados en medio mundo y con un trabajo cada vez más precarizado, el porcentaje de jóvenes entre 25 y 34 años que ni estudia ni trabaja no solo sigue en niveles relevantes sino que los que pasan en esa situación entre cuatro y cinco años es más que preocupante.

Para rematar, la diferenciación regional se acentúa incluso cuando hay mejoras locales. En países como España o Argentina más del 30% de los jóvenes entre los 25 y 34 años no tiene el bachillerato ni estudios de formación profesional equivalentes, frente al 15,5% de media en la OCDE y 13,2% en la UE. Y esto aplica también a los niveles superiores de la secundaria que en España solo alcanzan o superan el 23,3% frente al 40% de la OCDE y el 42,5% de la UE.

Más allá del adiestramiento y el entretenimiento

Es decir, en conjunto lo que las cifras reflejan es justo el opuesto de lo que siempre pretendieron vendernos. El día cero de la nueva recesión el sistema educativo ya agravaba la fractura de clase en el acceso al conocimiento. Y con la nueva embestida de la crisis, solo cabe esperar que vaya a peor.

La solución formativa que nos vendieron en la crisis pasada es la misma que las empresas pedían entonces y los expertos recomiendan intensificar ahora: trasladar costes al sistema educativo, reducir la formación general y primar ciclos formativos cortos muy centrados en aquello de lo que haya demanda, por temporal, transitoria o limitada que sea. Da igual si los adiestrados son muchos más que los puestos demandados, así hacen algo. Con un paro que se dirige a superar el 20%, no hay curso que garantice nada, y menos aun a los jóvenes. Fomentar los cursos breves muy especializados no es más que poner a los parados de todas las edades a coleccionar cursos hasta que encuentren un trabajo temporal en algo relacionado con alguno de ellos. Si primar el adiestramiento práctico sobre la formación integral -laboral, científica y humanística- ya era criticable como camino preferente de formación de la nueva generación, su realidad social es que tampoco va a servir para conseguir más trabajo que el que (no) hay. Les llaman políticas activas de empleo, todos sabemos que son más que nada, entretenimiento.

El conjunto de lo que hay más lo que viene es la pura y simple destrucción de capacidades humanas y productivas mediante la exclusión, la descualificación y la cada vez mayor deshumanización del sistema educativo. Una muestra más de la incapacidad del capitalismo para ofrecer verdadero desarrollo humano.


Apéndice histórico: las Universidades Populares

Por otro lado, tampoco es la primera vez que la clase trabajadora se enfrenta a un sistema educativo que la reduce a pura herramienta de producción mecánica. Un lector nos preguntaba hoy en el canal de comentarios por las universidades populares. Hoy las universidades populares son cascarones vacíos estatalizados en diferentes grados o salones literarios con aspiraciones de festival musical, pero no siempre fueron éso.

Su origen corrió parejo a la aparición de las casas del pueblo francesas, vinculado a un movimiento que hemos tratado en un par de artículos ya y que cobraría especial relevancia durante los años de la primera guerra mundial, la revolución y la formación de la III Internacional: el sindicalismo revolucionario.

Si en Bélgica las Casas del Pueblo nacieron de aglomeraciones cooperativas y en España del intento de organizarlas por las sociedades obreras, en Francia toda una rama de ellas -la que quedó fuera de la II Internacional- nació de las _Bourses du travail_. Estas bolsas en principio no eran más que agencias de empleo que los trabajadores de CGT organizaban para los que quedaban en paro en locales cedidos por los ayuntamientos. La primera se crea en París en 1887. Al año siguiente en Saint Etienne, donde alrededor suya se montan ya los primeros cursos de formación y un servicio de estadísticas obreras. En 1892 el movimiento se ha extendido ya por todo Francia y hace su primer congreso. Eligen a _Fernand Pelloutier_.

Esos años en que los sindicalistas revolucionarios se hacen fuertes en la CGT y sus bourses, son también los del caso Dreyfuss (1894-1906). El juicio movilizará a la pequeña burguesía democrática francesa, que pasará a buscar los obreros intentando crear espacios neutrales fuera de sus fortalezas de clase. El anarquismo hegemónico entre los sindicalistas revolucionarios está indefenso frente al discurso universitario. En 1899 un tipógrafo anarquista, Georges Deherme y un profesor de Filosofía de la Sorbona, Gabriel Séailles, crean la primera universidad popular formalmente constituida como tal. Pelloutier, apoyará las UPs desde las bourses y hará propio el lema instruirse para rebelarse. Se pasa de 15 UPs a fines de 1899 a 116 en 1900, 124 en 1901 y 230 en total en 1914 con más de 50.000 miembros. Algunas UP's como «L'Émancipation» del barrio XV de París, tendrán más de mil miembros. Participan hombres y mujeres, muchas veces con sus hijos, que se alfabetizan en la UP. Las conferencias y debates se alternan con talleres y la enseñanza de oficios. Durante unos años las UPs son un islote de vida obrera.

Pero el interclasismo intrínseco al anarquismo de los sindicalistas entregará irremediablemente el control de los contenidos a la pequeña burguesía universitaria, sometiéndolas a una tensión que no podrá sino estallar:

Los intelectuales toman un lugar preponderante: presiden, programan, intervienen y animan los debates. [...] Surge una división entre los partidarios de la República radical burguesa y los de la República Social. De hecho, [según un testimonio de la época] «muchos trabajadores parisinos… productores preocupados por las leyes de la producción y sus consecuencias, han abandonado las universidades populares. Allí no encontraron lo que habían venido a buscar».

La crisis llega en un momento crítico: las vísperas de la guerra. El paso de la Humanidad a una sociedad comunista pasaba a estar al orden del día, y las UPs pasan de la noche a la mañana a ser parte de un pasado que se hacía remoto. Sin embargo, su experiencia, como las de las Casas del Pueblo de la IIª Internacional y en general toda la obra de difusión cultural de las Internacionales queda para mostrarnos a los trabajadores organizándose por sí mismos, movilizando recursos y conocimientos e impulsando una formación completamente distinta. Una formación en la que convergían el trabajo manual e intelectual, los conocimientos prácticos y la reflexión teórica, la transformación de la Naturaleza y la del orden social.