Un poco de Historia para entender la guerra de Etiopía en el Tigré
En pleno reparto imperialista de Africa entre las potencias europeas, Italia convierte a Etiopía en un protectorado de facto al firmar un tratado de colaboración que entrega a Roma la representación diplomática y comercial del imperio. Etiopía es entonces un imperio feudal agrario clásico sin aparente capacidad de defensa sobre su propio territorio frente a una potencia imperialista europea. El Negus (emperador) Menelik II espera con el acuerdo con los italianos frenar el ímpetu de franceses y británicos, que están conquistando el continente, y armamento para derrotar a su principal rival al trono, un bastardo de su padre convertido en señor feudal del Tigré, la pequeña región al Norte del país en frontera con Eritrea.
La jugada italiana pasará por intentar hacerle un favor al emperador conquistando por su cuenta Eritrea y el Tigré en 1895 para ganar una posición de fuerza que les permitiera ganar dominio sobre la corte del Negus. Pero frente al conquistador, los dos hermanos, armados para la ocasión por franceses y británicos, se unen, enfrentan y derrotan al ejército expedicionario italiano. En los acuerdos de paz Italia obtiene Eritrea pero reconoce la plena independencia etíope que, en adelante, será el único estado africano reconocido como tal por las potencias imperialistas.
El juego imperialista europeo está centrado en el descuartizamiento del Imperio Otomano. Estambul que ha llegado a dominar toda la costa africana desde los confines de Marruecos a Eritrea, ha perdido ya Argelia y Túnez a manos de los franceses, y Egipto y parte de Sudán frente a los ingleses. Italia envía expediciones a las dos provincias más cercanas a sus costas: Tripolitania y Cirenaica. El nuevo territorio colonial recibe el nombre de Libia Italiana.
Nada ha cambiado en Etiopía salvo el negus, que es ya Haile Selassi I. No existe una estructura industrial capaz de enfrentar una guerra moderna. La guerra de Etiopía se convierte en el primer y único éxito militar de la Italia fascista. La Italia de Mussolini tiene por objetivo estratégico expandir su exiguo y desarticulado imperio colonial. Su idea es unir Libia y Eritrea creando un corredor italiano desde el Mediterráneo hasta el Indico. Las importaciones de materias primas y las exportaciones hacia Asia tendrían así una ruta alternativa no supeditada al control franco-británico de las comunicaciones con el Indico. Esta orientación abocaba a Italia, que había estado alineada con Francia y Gran Bretaña durante la primera guerra mundial, al enfrentamiento con sus antiguos aliados.
El plan es imperialismo de libro y no solo por el ansia de rutas comerciales. Mussolini quiere trasladar desde la península itálica a una masa de jornaleros en paro para convertirlos en campesinos independientes, colonos que creen una demanda de bienes industriales italianos desde fuera del circuito de la acumulación creando así los mercados de los que carece el capital italiano. La conquista misma se convierte en un negocio inmenso para el capital financiero -que dota de créditos al estado- y la industria que le vende aviones, armas y barcos. El modelo imperial italiano se resume en un símbolo: la cafetera Moka Bialetti recién inventada en 1933. Los parados se convertirían en granjeros de cafetales y la industria metropolitana -que había llegado tarde a la gran siderurgia- vendería cafeteras de aluminio. La producción italiana de aluminio pasó de hecho, de 7.000 toneladas en 1930 a 43.000 en 1942.
Tras la derrota, una de las mayores matanzas coloniales de la historia de Africa, el negus se exilia en Gran Bretaña. Sus anfitriones organizan una hipócrita campaña que presenta al tirano feudal como el representante de la resistencia de los pueblos africanos a la opresión de las potencias del Eje. Las potencias imperialistas están preparando ya sus armas ideológicas para una nueva guerra mundial. La campaña solo tendrá éxito en un excéntrico rincón del Imperio Británico. Un delirante grupo sectario jamaicano, los rastafari, tomará al negus como el mesías africano.
En plena guerra mundial el ejército británico expulsa del Cuerno de Africa al italiano y devuelve el poder a Haile Selassi. Etiopía abole la esclavitud, se integra en el naciente bloque aliado como fundadora de la ONU y acaba anexionándose como región autónoma Eritrea en 1950 con el beneplácito estadounidense. Selassi enviará tropas a la guerra de Corea (1951) y al Congo (1960), y en general será un leal cabeza regional de bloque... lo que colocaba al régimen, que seguía asentado sobre la nobleza feudal y el clero, en el punto de mira del rival imperialista de EEUU, Rusia.
Grupos estudiantiles y de la pequeña burguesía capitalina intentan un golpe de estado para colocar al heredero al trono en lugar del negus. El golpe no consigue atraer tras de sí a los caciques y señores feudales del campo y es inmediatamente reducido por el ejército. La apuesta contra Etiopía pasa entonces por forzar la independencia de Eritrea. Bajo auspicios rusos en 1961 se crea el Frente de Liberación de Eritrea que dirige una guerra de independencia que se prolongará durante casi treinta años con un sorprendente giro en los 70.
La descomposición social y económica del sistema semicolonial etíope se acelera con los primeros síntomas de crisis económica global. La hambruna asola el Tigré, la guerra desgasta al ejército y sangra las rentas estatales que mantienen las viejas redes clientelares en pie. La burocracia y sus hijos, formados en universidades europeas, están cada vez más descontentos y se dan cuenta de que el régimen imperial no les ofrece ningún futuro. De un modo similar a Portugal aparece un pequeño movimiento clandestino en el ejército. Como buena parte de las élites de los países semicoloniales en aquellas décadas, los militares jóvenes entienden que la única forma de enfrentar el desmoronamiento inevitable del estado que les sostiene es acelerar la formación de un capital nacional moderno mediante la implantación de un capitalismo de estado al modo ruso. El resultado es un nuevo golpe de estado, y la toma del poder por el Derg, un comité militar que procedió al alineamiento con la Rusia stalinista.
El Derg es ante todo un movimiento para la creación de un capital nacional panetiope, así que no está por la independencia eritrea. Y habiéndose llevado el bocado mayor, la Rusia stalinista tampoco. La consecuencia es que el movimiento eritreo queda huérfano de patrón imperialista. El candidato obvio como alternativa era China, que separada ya de Rusia, intentaba competir con esta impulsando régimenes amigos desde la Guinea Ecuatorial de Macías a la Tanzania de Nyerere. Pero a mediados de los 70 China no estaba en disposición de librar una guerra con Rusia mediante intermediarios en Africa. La única potencia dispuesta sería la Albania de Enver Hoxha, súbita heredera de una cara B del sueño imperialista mussoliniano. En consecuencia, en 1977 el grupo que pasará a dirigir la guerra de independencia eritrea será un grupo ultrastalinista feudatario de Albania: el Frente Popular de Liberación de Eritrea.
Etiopía movilizará recursos rusos y de todo su bloque, incluida Cuba, que enviará fuerzas expedicionarias, para afirmarse en su propio territorio (frente a los eritreos en primer lugar) y frente a sus vecinos (guerra de Ogadén con Somalia). Los eritreos, montarán partidos pro-albaneses étnicos en toda Etiopía, intentando exacerbar las divisorias étnicas pre-capitalistas en su favor. El primero de estos grupos se fundará en Tigré y acabará propiciando un Frente Popular de Liberación del Tigré bajo el modelo eritreo.
Gorbachov comunica al dictador Mengistu que Rusia no pude sostener ya el gasto de la eterna guerra etiope. El ejército cubano se retira. Los eritreos y pro-albaneses del Tigré tienen ya un grupo similar entre los Oromo -la etnia mayoritaria- que empieza a captar a una parte del aparato hasta entonces pro-soviético que intenta realinearse a toda velocidad con EEUU, reformar la constitución y entrar en el nuevo orden internacional post-muro.
El régimen colapsa. Las fuerzas rebeldes ocupan y dominan ya prácticamente todo el territorio de Eritrea y el Tigré. El frente que agrupa a los distintos movimientos pro-albaneses, liderado por el de Tigré, forma gobierno y reconoce la independencia eritrea. Mientras tanto, en Albania el régimen ultra-stalinista hoxhita ha colapsado también. Y la nueva Etiopía, sin salida al mar, intenta consolidar un sistema de reparto étnico de poder -esto es, entre los caciques de las etnias mayoritarias en cada región.
Etiopía intenta recolocarse en el mapa imperialista como un aliado en Africa de la guerra contra el jihadismo... invadiendo lo que quedaba de la antigua Somalia tras la independencia de Puntlandia y Somalilandia, cuyo territorio estaba ya mayoritariamente controlado por Al Shabaab, la rama local de AlQaeda. La guerra exterior, que se prolongó hasta 2009, no hizo sino multiplicar las contradicciones internas dificultando el encaje en el mapa étnico-tribal de los somalíes etiopes.
Las tensiones entre los distintos cacicazgos locales, herederos de los frentes populares estallan enfrentando a los Oromo y los somalíes. Con 400.000 refugiados y desplazados internos, la situación se vuelve pronto políticamente insostenible y el aparato político etíope sacrifica su cabeza. La perspectiva no es otra que una nueva guerra entre facciones.
Y sin embaro, se inicia una fase de recomposición del aparato político. Los dirigentes del Tigré y sus aliados del Frente Oromo de Liberación desaparecen del nuevo gobierno. Llega al poder un nuevo primer ministro: Abiy Ahmed. Pero en vez de dar paso a una descomposición acelerada, comienza el llamado milagro etíope.
En realidad, el milagro, celebrado con el Nobel de la Paz de 2019, no era otra cosa que un retrueque de los nuevos posicionamientos imperalistas en Africa Oriental. Etiopía volvia a estar en un lugar clave de la cadena de conflictos que van desde el Sahel hasta Pakistán. Con China abriendo su primera base militar en otro continente en Djbuti y Turquía volviendo al mar Rojo de la mano de Sudán, Emiratos y Arabia Saudí apostaron por jugar la mayor, ofreciendo acceso a sus mercados y capitales a Etiopía como forma de asegurar una retaguardia estable y con un poco de suerte, rentable.
Aumenta la tensión con Egipto a cuenta de la Presa del Renacimiento. Egipto, aliado de Arabia Saudí y Emiratos, tiene sin embargo una larga historia promoviendo la desestabilización de Etiopía como forma de defender su flanco Sur. El fracaso de la última ronda de negociaciones sin que viniera acompañado de presiones abiertas hacía muy sospechosa la actitud de la diplomacia de El Cairo. Pero es que Egipto estaba a la espera, atento a la evolución en el Tigré de un proceso que venía cuajando desde la salida de los de Tigré del gobierno y que se había radicalizado en los últimos seis meses.
Un proceso similar en lo formal al del independentismo catalán incluidas elecciones calificadas de ilegales por el estado central.
Bajo el gobierno de Abiy Ahmed no había cambiado el sistema político, solo los equilibrios internos. Etiopía continúa siendo un estado de partido único y el partido único sigue siendo un frente de los grupos caciquiles de ex-pro-albaneses de cada región. En principio, los de Tigré, creadores del sistema, aceptaron ser apartados del poder junto a los Oromo porque esperaban unas nuevas elecciones -que hubieran tocado este año- y con ellas negociaciones para reequilibrar el peso de las distintas facciones.
Pero Abiy Ahmed, el primer ministro, propuso y obtuvo del parlamento postponer todas las elecciones con la excusa de la pandemia de Covid. Tigré anunció las suyas y las realizó a pesar de todo, declarando posteriormente ilegítimo al gobierno -e implícitamente al resto de gobiernos regionales- por no haber realizado elecciones cuando la Constitución imponía. La escalada de declaraciones entre el gobierno central y regional acabó en una batalla campal entre las milicias regionales y el ejército etíope cuando las autoridades regionales mandaron sus tropas a expulsar a las tropas del ejército etíope de su base principal.
El Parlamento nacional aprobó entonces la destitución del gobierno regional dando poderes extraordinarios al ejecutivo sobre el territorio. El primer ministro, Nobel de la Paz en mano, anunció inmediatamente acciones militares y aseguró que proseguirían hasta que la Junta de Tigré responda ante la ley. Ayer mismo comenzaron los bombardeos.