¿Un nuevo tipo de huelgas y sindicatos?
Un sindicato nuevo y casi desconocido hasta ahora. Huelga indefinida, con fortísimo impacto en poco tiempo y una «victoria» rápida. O así lo cuentan los «expertos» universitarios en lucha de clases y la prensa «progresista». ¿Un nuevo modelo de sindicalismo y un nuevo formato de luchas o los viejos perros que nos vendieron mil veces antes con un nuevo collar?
El martes comenzaba la convocatoria de huelga indefinida del «Sindicato Nacional de Motoristas de Matérias Perigosas», (SNMMP). El objetivo de la huelga era obtener el reconocimiento de una categoría laboral específica a la que se reconociera como «profesión de desgaste rápido». Ante la perspectiva de posibles carencias de abastecimiento durante las vacaciones de Semana Santa, se produjeron colas en las gasolineras que al ser reportadas por los medios alertaron a aun más conductores. En el segundo día de huelga el 40% de las gasolineras habían acabado ya sus reservas o avisaban de que iban a estarlo en breve.
El gobierno intervino de urgencia -reuniendo a los ministros electrónicamente- para imponer una «requisa civil» a los conductores, ampliando servicios mínimos para asegurar el abastecimiento de combustible a «aeropuertos, bomberos y puertos, así como al suministro de combustible a las empresas de transporte público y a las gasolineras de la Gran Lisboa y de la Gran Oporto», pero estableciendo también un racionamiento de 15 litros máximo de carga para los vehículos privados. Después de intervenir en las negociaciones presionando a ambas partes para alcanzar un acuerdo cuanto antes. El propio gobierno anunció hoy a las 8 AM el fin de la huelga y el compromiso alcanzado:
Ambas partes acuerdan iniciar un procedimiento de negociación con vistas a la correcta regulación de las relaciones laborales entre los empresarios representados por ANTRAM y los trabajadores representados por el SNMMP.
Acto seguido, el presidente del hasta ahora casi desconocido sindicato, Francisco São Bento, declaraba el «triunfo» en televisión asegurando que,
Había una ventana de oportunidad y seremos tan duros y decididos durante las negociaciones como fuimos durante esta huelga. Cuando haya espacio de maniobra para la negociación, claro que sí, habrá esa apertura.
¿Triunfo para quién?
Repasemos el proceso desde el planteamiento mismo de la huelga hasta su final.
Las necesidades de los trabajadores se expresaron no cómo tales sino corporativamente, como «reconocimiento» de una categoría específica con ciertas ventajas sobre el resto de camioneros asalariados. Es decir, desde el momento cero, la huelga resulta imposible de apoyar por cualquier otro grupo de trabajadores, por similar que sea su condición y grande su solidaridad: las reivindicaciones están diseñadas de modo y manera que nadie más pueda compartirlas.
La huelga es convocada por una organización que, siguiendo el cauce legal, llama a ella como quien llama a ir a un concierto o sacar una bandera a la calle. Convoca a individuos de una determinada categoría profesional, no a las plantillas. Es más, los trabajadores de otras categorías de las mismas empresas no estaban convocados ni invitados.
El único conato de asamblea ha sido «informativo», es decir los trabajadores no han tenido opción de dirigir la huelga en ningún momento. No solo es que la organización sindical les dejara solo la opción de «seguir o no seguir», es que ni siquiera hubieran tenido la oportunidad de encontrarse con sus compañeros ni hacer frente común con los de otras empresas. ¿Cómo iban a hacerlo si solo una parte de sus compañeros de trabajo cotidiano habían sido llamados a ella y no había manera de organizar asambleas de centro de trabajo?
El gran «éxito» de la huelga ha sido el reconocimiento por el estado y las empresas de un nuevo sindicato como interlocutor. La única diferencia del nuevo sindicato con los viejos sindicatos es que está especializado en la negociación de las condiciones de una categoría laboral y que dice que será más «duro y decidido».
El remate perverso de una falsa movilización de clase
Esta convocatoria es un buen ejemplo de cómo una huelga, en sí misma, no es necesariamente una movilización de clase. Es más puede ser todo lo contrario. Pero que la clase no aparezca como tal ante sí misma, no quita para que la burguesía no se de cuenta del peligro y aproveche la oportunidad que le brinda el corporativismo sindical para enfrentar a unos trabajadores contra otros.
Precisamente por eso la izquierda universitaria se lanza a proclamarla como un nuevo modelo y decir que las huelgas del futuro «tendrán que doler» para ser efectivas. Al mismo tiempo alimentan la «preocupación» hipócrita por la imposibilidad de ir a trabajar por falta de combustible y transporte que los contertulios radiofónicos de la derecha ya se habían apresurado a instrumentalizar. Mensaje a coro de unos y otros: las huelgas que «funcionan» son «egoistas»... y han de ser reguladas, es más previstas y neutralizadas en sus efectos con anterioridad. Es difícil pensar en una campaña más venenosa.
¿Qué hacer?
El capitalismo de estado deja a los trabajadores y lo que ellos llaman nuestras «legítimas reivindicaciones» un espacio muy angosto: la discusión mediada por los sindicatos y sus comités, del precio de nuestra hora de trabajo, empresa por empresa y sector por sector. Discusión que todas las partes -sindicatos, patronal y estado- aceptan supeditada a la existencia de ganancias.
Lo que da potencia a las huelgas es precisamente lo que sale de ahí: no aceptar el sometimiento de las necesidades humanas universales a los resultados del capital. Pero eso no puede hacerse aisladamente en una empresa porque, una vez más, el capitalismo es un sistema de explotación de una clase por por otra. La supeditación de la humanidad al beneficio solo puede superarse cuando superamos la división por empresas y sectores industriales.
Por eso que una huelga se radicalice, que se convierta en huelga salvaje, no tiene nada que ver ni con tener «impacto» en abastecimientos, ni con destrozos ni saqueos. Al revés. Todo gira alrededor de mostrar y desarrollar organización como clase.
No es un modelo abstracto, es la experiencia práctica desde principios del siglo XX. Es lo que hemos visto en México e Irán este mismo año. Las huelgas que obtienen concesiones sustanciales hoy son las que se extienden de una empresa otra en un territorio, coordinándose entre sí y uniendo asambleas a través de comités de delegados elegidos y revocables por ellas. Las huelgas así auto-organizadas, las huelgas de masas, no tienen nada que ver con una huelga general sindical. Y de hecho, solo surgen cuando los trabajadores, hartos de los sindicatos, pasan por encima de ellos y se organizan por sí mismos.