Un misil dirigido contra la cabeza de la burguesía
El capitalismo como modo de producción, es decir como estructura social capaz de reproducir en el tiempo la situación material de las clases sociales enfrentadas, esta pasando por un periodo de graves problemas. Como vimos en artículos anteriores y contrariamente a las fantasías económicas de la burguesía, el capitalismo como modo de producción es mucho mas difícil de mantener de lo que podría parecer a primera vista. Para empezar, solo se ha podido implantar establemente en sociedades con una reforma agraria exitosa y para colmo de todos los economistas, parece que solo la producción industrial a gran escala es capaz de mantener una sociedad capitalista estable.
¿Por qué? He aquí la cuestión central del capitalismo, todo gira alrededor del fetiche favorito de la burguesía misma, la mercancía. Porque, de hecho, la mercancía no es neutra, sino que tiene dos caras. Sus dos caras son una contradicción real que pesa como una losa sobre la sociedad burguesa, eso es porque esta contradicción señala un conflicto de intereses real entre proletariado y burguesía.
Para los burgueses, la mercancía es simplemente algo con lo que ganar más dinero a través del intercambio, pero para los proletarios ¡la mercancía es su única manera de sobrevivir! Por lo tanto el interés contradictorio se expresa en que los proletarios priorizan las cualidades físicas y de uso de la mercancía, mientras que a los burgueses lo único que les interesa es que valgan algo en el intercambio... Aunque eso signifique rebajar la calidad de uso de la mercancía, como el pan relleno con serrín que describía Marx en el siglo XIX. Este es el concepto cumbre del Capital, la naturaleza contradictoria del valor de la mercancía1.
Pero, y ésta es realmente la cuestión pendiente, es que justamente los proletarios también venden mercancía, su propia fuerza de trabajo. Obviamente no es que se vendan a sí mismos como esclavos, es una mercancía de servicios: alquilan su tiempo por un precio. Y aquí los burgueses mismos se perdieron. El mejor valor de uso de la fuerza de trabajo como mercancía para el capitalista, se encuentra en los países donde los proletarios pudieron alimentarse y mantenerse mejor debido a una reforma agraria exitosa y un capitalismo industrial. Dejar que los proletarios potenciales mueran de hambre es la receta del desastre productivo y social.
Y ese desastre social es imposible de evitar bajo el capitalismo y el imperio de la burguesía. Porque los burgueses necesitan competir entre ellos para no ser expulsados del mercado y no perder su propiedad privada. Esto obliga a los burgueses a ignorar completamente las propiedades físicas y el valor de uso de la propia mercancía (¡incluyendo el valor de uso de la fuerza de trabajo!).
Y ésta es la segunda perdición del mundo burgués. Porque por mucho que el burgués medio crea absurdamente que todas las mercancías son iguales porque son intercambiables por dinero, realmente no son iguales. Por mucho que el burgués este realmente cegado ante el valor de uso de la mercancía que vende, no es igual vender productos industriales que libros... Pero ¿No son todas las mercancías idealmente intercambiables por dinero y por lo tanto, entre ellas? ¡Si! ¿Quiere ésto decir que todas las mercancías son realmente igual de vendibles? ¡No!
La mercancía es en principio un objeto, una cosa que a través de sus cualidades satisface alguna necesidad humana. [...] Pero luego de su análisis, resulta que es una cosa muy complicada, llena de sutilezas metafísicas y mañas teológicas.
Carlos Marx. El Capital Volumen I, 1857
El estrecho mundo burgués, o la religión de la mercancía
¿Cómo pudieron crear los burgueses un mundo donde ellos mismos son ideológicamente ciegos respecto a la naturaleza misma de la mercancía? Volvamos a los albores del mundo moderno, porque es en la Inglaterra de los siglos XVI-XVII donde se desencadenan al mismo tiempo tanto los inicios del capitalismo como el pensamiento ilustrado burgués en su variante mas exitosa: el empirismo.
Recordemos el contexto material, la nobleza terrateniente esta luchando contra el poder absoluto monárquico para imponer un control económico sobre el campesinado. Con este objetivo se inicia el programa del «improvement» («improve» que viene del frances «en profit» y se refiere literalmente a los beneficios económicos). Las mejores mentes ilustradas de la época se ponen a ello y deciden que hay que romper con la antigua doctrina de pensamiento clásico y, en palabras del celebérrimo Francis Bacon:
[Muchas] han sido las cosas que han prohibido la feliz coincidencia entre la mente del hombre y la naturaleza de las cosas, y en su lugar la han casado con nociones vanas y experimentos ciegos. Y lo que la posteridad y la edición de un partido tan honorable puede ser, no es difícil de considerar. [...] Ahora gobernamos la naturaleza en opiniones, pero somos esclavos de ella en necesidad; pero si queremos ser guiados por ella en invención, debemos ordenarla en acción.
Francis Bacon. De augmentis scientarum, 1623
Presten especial atencion a como Bacon separa la mente de la naturaleza. El objetivo del empirismo es separar lo objetivo (presumiblemente natural) de lo subjetivo (presumiblemente algo que ocurre dentro de las cabezas individuales). Esto permite enfrentar a los fenómenos naturales con métodos «objetivos», es decir, el método científico moderno. Y esto permitió avances tremendos en la ciencia y tecnología, fue de hecho lo que permitió el auge tecnológico de la fabrica mecanizada y también que nos acerquemos a la verdadera abundancia. Pero...
En realidad es también una maldición2. Esta oposición entre lo «objetivo» ocurriendo fuera y lo «subjetivo» ocurriendo dentro de la mente individual es también un paso atrás respecto a la filosofía clásica original. Las «ideas» para los empiristas ocurren dentro de la mente individual, pero el concepto original de idea para Platón tenia como función responder a preguntas importantes sobre la conciencia social y no la individual. Las «ideas» platónicas no son fantasías individuales, son las herramientas conceptuales (como la lógica, etc.) que comparte una sociedad dada ¡independientemente del individuo! Todos estos fenómenos son inexplicables para el empirismo, que los naturaliza y convierte en pura superstición metafísica.
Muy irónicamente, el empirismo inglés ningunea a las ideas pero trata a los conceptos como si fuesen copias malas de las ideas platónicas. ¡Sin saberlo! Las abstracciones empiristas se dedican a eliminar todas las diferencias especificas entre los objetos a los que describen hasta que solo queda una lista cada vez mas absurda y corta de sus escasas características comunes. Todo es reducido a un arquetipo vacío y abstracto del que las formas reales son solo un reflejo confuso.
Un buen ejemplo es como los conceptos científicos se corrompen con el tiempo hasta convertirse en bromas entre científicos. El concepto de «memoria» empezó describiendo un proceso consciente especifico de la mente humana pasando luego a abarcar lo que ocurría en una sinapsis especifica de la babosa de mar Aplysia hasta que se empezó a hablar de la «memoria de las plantas» entre los alaridos y risas de otros científicos.
¿No les suena de la sección anterior sobre el valor? Es exactamente lo mismo que pasa con la mercancía. Todas las mercancías se igualan entre sí a través del valor de cambio y porque son intercambiables por un equivalente universal, el dinero. ¡Que le den a los valores de uso! Para el burgués todas las mercancías son una abstracción metafísica intercambiable sin valores de uso concretos.
Y por lo tanto el trabajo también. Y aquí llegamos en 1690 al padre de la «sociedad civil» y el pensamiento politico moderno:
Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores pertenecen en común a todos los hombres, cada hombre tiene, sin embargo, una propiedad que pertenece a su propia persona; y a esa propiedad nadie tiene derecho, excepto el mismo. El trabajo de su cuerpo y la labor producida por sus manos, podemos decir que son suyos. Cualquier cosa que el saca del estado en que la naturaleza la produjo y la dejó, y la modifica con su labor y añade a ella algo que es de sí mismo, es, por consiguiente, propiedad suya.
John Locke. Segundo tratado sobre el gobierno civil, 1690
¿Lo han visto? Locke acaba de describir la teoría burguesa del valor3. Para que todas las mercancías sean intercambiables estas deben tener algo en común, y lo único que pueden tener en común es que han sido producidas por el trabajo de proletarios arrancados de la tierra. Es decir, hay que fabricar una teoría metafísica según la cual los trabajadores añaden, literalmente, átomos mágicos de «sustancia» de trabajo. Es literalmente una ideología cuasi-religiosa, pero... Los burgueses niegan la existencia de conciencia social o ideas, así que son literalmente incapaces de cuestionar sus propias acciones...
La sociedad burguesa desarollada, o el imperio de la «igualdad»
Y de Locke a Voltaire hasta la Revolución Francesa. La sociedad de los propietarios de mercancía y de la teoría del valor se forma en «Tercer Estado» o «Sociedad Civil», se defienden la igualdad entre todos los ciudadanos y su «libertad». Las leyes igualitarias son impuestas idealisticamente desde arriba, como si soltar delirios abstractos de por sí pudiese esconder la desigualdad capitalista. Lo único que pudo levantar las condiciones materiales del proletariado fue la producción fabril... Porque esta es la que permitía producir mercancía de buen valor de uso en grandes cantidades. No porque los proletarios comiesen igualdad y democracia de postre en cada comida. Y es que, en realidad, apenas pudieron comer hasta la llegada de la gran industria.
Pero aunque ese mundo ya se acabó, toda la ideología y mentalidad burguesa que insiste en que «el trabajo [asalariado] es la única fuente de riqueza [en forma de mercancía] sigue en pie:
El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre. [...] Los burgueses tienen razones muy fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente del hecho de que el trabajo esta condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilización, esclavo de otros hombres, quienes se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más que con su permiso.
Carlos Marx, Critica al programa de Gotha, 1875
Es la fuerza homogeneizadora de la sociedad burguesa la que fabrica a ridiculeces vacías de cualquier sentido material como la posmodernidad y sus « identidades» o las monstruosidades fascistas del tipo «todos los corazones de la nación latirán al mismo tiempo». La sociedad burguesa basada en la mercancía ya esta completamente caduca, la técnica y la ciencia mismas permiten mucho mas de lo que la religión de la mercancía en caída libre podría nunca ofrecer. A los trabajadores, a la humanidad, les decimos que es hora de acabar con esta triste broma que amenaza con masacrar de nuevo a millones para intentar salvarse a si misma.
Notas
1. El lector avispado se habra dado cuenta ya, esta serie de artículos es realmente una exposición de el argumento de «El Capital» en sentido inverso al original, de lo concreto a lo abstracto. 2. Es mitológicamente el Fausto de Goethe, así como las creencias precapitalistas sobre pactos malditos entre proletarios y el diablo para incrementar la producción a costa de la salud de la naturaleza y el contratista. 3. Hay toda una serie de interpretes del Capital que leen a Marx como si defendiese la teoría del valor de Ricardo, cuando el mismo Marx se ríe abiertamente de David Ricardo en «El Capital».