¿Mandará buques de guerra la UE para sacar el trigo de Ucrania?
Después de que Alemania rechazara relajar sanciones a cambio del desbloqueo de los puertos ucranianos por Rusia, la UE «sopesa» estrenar su estructura militar y enviar una flota de guerra para sacar el grano ucraniano. La excusa: el peligro de hambre en terceros países. Pero resulta difícil de creer: ¿Desde cuándo está dispuesta la UE a arriesgar una guerra abierta con Rusia por las necesidades de países semicoloniales? ¿No iba a aumentar sus propias exportaciones para paliar la subida de precios mundial? ¿Qué hay debajo de los planes para una nueva «guerra de Crimea»?
¿Tanto impacto están teniendo los precios del trigo?
Pocos días después de la invasión de Ucrania parecía claro que venían hambrunas y una nueva división internacional de la producción agroalimentaria. Un cuadro general que, en Europa, irá acompañado casi necesariamente de una regresión de las relaciones sociales en el campo y de un nuevo empujón a los elementos más nocivos de la industria agroalimentaria. «La producción agroalimentaria lleva todo el camino de convertirse en producción de guerra», decíamos... y casi nos quedamos cortos.
A día de hoy los precios del trigo han subido un 50% desde el arranque de la guerra. Los primeros síntomas de escasez comenzaron ya en marzo. Tres países mediterráneos, Túnez, Egipto y Líbano, fueron los primeros en inquietarse.
Pronto, los efectos de las subidas de precios empezaron a generar desabastecimiento incluso en países productores como Argentina, en los que los propietarios exigían precios internos cada vez más altos al mercado interno, dado que tenían la venta asegurada fuera a precios mucho mayores. Tratando de evitar ese resultado otros, como India, prohibieron directamente las exportaciones, empujando al alza aún más los precios globales.
El trigo se estaba convirtiendo en una herramienta de negociación imperialista de primer orden. Los países alimentariamente más débiles tenían pocas opciones: u obtenían la «protección» de un aliado -como Egipto que quedó exonerado de la prohibición india de las exportaciones- o encontraban nuevos proveedores -Argelia en México- o veían la contestación social subir como la espuma ante la amenaza inmediata del hambre, como hemos visto ya desde Irán a Burkina.
No es para menos, a estas alturas, la amenaza de hambruna se cierne ya sobre 193 millones de personas. Países como Turkmenistán están ya necesitando ayuda humanitaria.
Pero ¿no iba la UE a aumentar la producción y las exportaciones?
Tan pronto empezó a perfilarse el desastre, unos días después del comienzo de hostilidades, la UE intentó calmar los ánimos asegurando que aumentaría las exportaciones como parte de su política de guerra.
Y así, a principios de abril la UE declaró el estado de guerra en el sector agrario. La Comisión pidió a los estados miembro planes extraordinarios que reformaran los planes de aceleración del Pacto Verde porque «esos planes eran planes de tiempos de paz y ahora es tiempo de guerra».
La Comisión relajaba normas medioambientales y permitía plantar en barbechos y tierras de interés ecológico como una «excepción temporal mientras se mantiene el nivel completo de pagos ecológicos para los agricultores». Era una confesión en toda regla de la contradicción más agresiva del Pacto Verde: aumentar la productividad en términos de ganancia mientras se reduce la productividad en términos físicos, la fórmula infalible de la escasez y la hambruna.
Pero como recordaron algunos estados como Chequia la contradicción con los objetivos de la nueva Economía de Guerra no se iba a salvar con parches limitados y temporales.
En Chequia, a pesar de la exención de barbechos, que llega por otro lado tarde, la Comisión mantiene su plan de pasar a un 25% de producción «orgánica». Tanto la agroindustria como los propietarios comparan la situación con la de Ceilán, donde el salto masivo a la agricultura orgánica dictado por la búsqueda de una revalorización del capital agrario ha acabado con el abandono de las cosechas y la inminencia de una hambruna.
No es de extrañar que cuando la Comisión publicó su informe sobre «Seguridad alimentaria», los portavoces y analistas del sector agrario de toda Europa montaran en cólera.
Desde la primera página de la comunicación, la Comisión Europea ha tratado de dejar claro que no tiene nada que ver con las crisis de seguridad alimentaria que se avecina y que afectará a los países en desarrollo. Culpó a la invasión rusa (cuatro veces), a los especuladores del mercado (tres veces) y a la pandemia y el cambio climático. [...]
El fracaso de las políticas agrícolas de la UE ha llevado a Europa al punto de que su dependencia de las importaciones y su demanda de cultivos de lujo (orgánicos) de bajo rendimiento se está convirtiendo rápidamente en la razón de la escasez de alimentos y la vulnerabilidad de los países en desarrollo.
Y la solución de la Comisión a la futura inseguridad alimentaria es continuar obstinadamente promoviendo su Farm2Fork que estrangulará aún más la producción agrícola de la UE, haciendo que los países más pobres, que no pueden pagar, sean aún más vulnerables al estrés alimentario.
La loca estrategia europea de seguridad alimentaria, David Zaruk en Contrepoints.
Para rematar, la UE sufre, precisamente este año, una sequía extrema en 3/4 de su territorio. España y Francia ven como las cosechas disminuyen y doblan su precio en las primeras ventas aunque los propietarios agrarios dicen que a duras penas cubre los costes de producción.
La situación se agrava por el propio juego bélico europeo. Por un lado la expectativa de la escasez de girasol -un cultivo menos delicado- llevó a que muchos agricultores cambiaran trigo por la oleaginosa, reduciendo el porcentaje de cereal plantado; por otro, la escasez de reservas hídricas se agravó por los vaciados de pantanos que las eléctricas vienen haciendo durante el último año para elevar artificialmente los precios y presionar al gobierno.
Entre una cosa y otra, el cuento de la lechera bruselense, la fantasía de mantener el Pacto Verde agrario en mitad de una economía volcada a la guerra, se ha demostrado irrisorio.
¿Pueden salvar la contradicción entre economía de guerra y Pacto Verde con... más guerra?
Es decir, las contradicciones internas del capital europeo y sus planes de reactivación «verdes», han dejado a Rusia una mano ganadora. Putin, bien consciente de su situación de ventaja, ofreció la reapertura de puertos y exportaciones ucranianas a cambio de una relajación de las sanciones que mantienen las exportaciones rusas de granos y fertilizantes bloqueadas en los puertos europeos y británicos.
El intercambio parecía lo más probable en la situación actual. A fin de cuentas, no basta con el grano ucraniano para desahogar el mercado, hace falta el ruso también. Como recalcó el Secretario General de la ONU, «no hay soluciones efectivas [a la escasez de grano] sin alimentos de Ucrania y sin alimentos y fertilizantes de Rusia y Bielorrusia». Pero la negativa alemana ha sido explícita. Las contradicciones entre guerra y seguridad alimentaria, como era previsible se intentarán salvar... escalando la guerra.
Primero fueron Lituania y Gran Bretaña las que, abiertamente, fantasearon con enviar una armada al Mar Negro para «sacar el trigo ucraniano». Ahora es el núcleo de organización militar que anima la UE el que hace sus propios planes para abrir el paso al puerto de Odesa.
La «ideaza»: salvar la contradicción entre economía de guerra y Pacto Verde... con más guerra, reeditando los fantasmas de la Guerra de Crimea aunque se arriesgue una escalada nuclear.
¿Qué contiene el ardor imperialista de Bruselas?
1 El juego imperialista con Turquía, guardián de las puertas del Mar Negro y viejo aliado de Ucrania. La situación es tensa ahora. Ankara cerró los Dardanelos al paso de buques de guerra en febrero pasado, y Washington cada vez está más agresivo por la negativa de Ankara a no vetar la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN sin contraprestaciones. Una tensión agravada por la amenaza turca de una nueva ofensiva en Siria contra las fuerzas del YPG aliadas de EEUU y Francia.
EEUU se muestra abierto a permitir, eso sí, el rearme turco... pero eso sólo sirve para que Ankara se muestre cada vez más agresiva frente a Grecia y Chipre, poniendo en aprietos a Bruselas. En respuesta los dos países griegos se oponen a la integración por la vía rápida de Ucrania, estorbando el discurso de Borrell y von der Leyen.
Resumiendo: entrar en el Mar Negro con una escuadra de guerra significa darle nuevas bazas a Turquía y multiplicar contradicciones dentro de la OTAN y la UE. La complicidad de Erdogan es cara.
2 El miedo a una respuesta nuclear rusa. Aunque EEUU, Gran Bretaña, Polonia y los estados bálticos parezcan dispuestos a llegar al punto en el que Rusia escalaría la naturaleza de la guerra, Alemania y Francia temen realmente y por los mismos motivos una escalada nuclear. Sin duda significaría la ruptura definitiva e irreversible del tejido económico euroasiático, base del poder expotador alemán. O lo que es lo mismo, la quiebra del capital europeo y el fin definitivo y contundente de cualquier veleidad de «autonomía» europea respecto a EEUU.
¿Qué factores dependen de equilibrios inestables?
Los ejércitos europeos no tienen experiencia en el terreno, sus aliados anglosajones sí. Gran Bretaña ya mandó su flota al Mar Negro hace más de un año, causando un peligroso ruce con buques rusos y una advertencia de Moscú. Estaban preparando un escenario como el que hoy se perfila. EEUU lleva preparando una operación anfibia desde entonces, cuando envió el primer buque de desembarco al Mar Negro y empezaron los juegos aéreos con Rusia, que a su vez, aumentó las apuestas inmediatamente.
Según cómo sea la jugada política de detalle y la coyuntura de equilibrios dentro de la UE y la OTAN entre las potencias UE por un lado y EEUU y Gran Bretaña por otro, la necesidad de apoyarse en los anglosajones puede funcionar como un freno o como un acelerador en Bruselas.
¿Qué inclina la balanza a favor de una intervención armada de la UE en el Mar Negro?
1 A estas alturas Alemania y Francia se saben las primeras perdedoras de esta guerra. La UE entera está entrampada en una guerra imperialista en la que EEUU lleva las riendas y de la que, una vez más, va a salir quebrada, dividida, subordinada y aún más dependiente del «amigo americano». Elevar las apuestas, ir aún más lejos de lo que EEUU está dispuesto a hacer, se pondera como la única forma de recuperar la iniciativa y reavivar los planes de una «Unión de Defensa» europea que anima Francia.
2 El Magreb y el Sahel se están convirtiendo en el «patio trasero» de la UE dentro de la OTAN. El escenario complementario a Ucrania y el Cáucaso en la batalla imperialista con Rusia. Y, como hemos visto, es la región que primero se ha visto afectada por la carencia de granos: 18 millones de personas están ya al borde de la hambruna en el Sahel, Túnez importaba hasta ahora el 53% de su trigo desde Ucrania, Libia el 44%.
La escasez no puede sino dificultar la verdadera OPA imperialista que los aliados europeos están lanzando a la región, mientras que presentarse como garantes del suministro de cereal les otorga un poder extraordinario sobre los gobiernos regionales.
La necesidad de organizarse contra la guerra
El peligro, tanto de intervención como de escalada nuclear es real. Hasta el sol hoy las potencias europeas han conseguido mantener aislados los focos de resistencia a la guerra entre los trabajadores y celebran la inexistencia de movilizaciones masivas contra la guerra. Cada día se ven más confiados por el efecto paralizante de las mentiras defensistas y más belicistas se vuelven sus discursos.
Mientras las huelgas no incluyan el fin de las hostilidades en sus plataformas, mientras los medios puedan mantener la ilusión de la «unión patriótica» de clases «en apoyo a Ucrania», el peligro de una aceleración de consecuencias irreparables no encontrará obstáculos reales.
Es hora de organizarse.