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Trigo duro una crisis en el plato de los trabajadores

20/08/2021 | Actualidad

La cosecha de trigo duro en EEUU ha caído un 46% y es la menor en treinta años. Canadá, que produce 2/3 del comercio global de trigo, lleva camino de perder 1/3 de la producción. A eso hay que sumar la escasez de reservas en Europa, la nueva PAC y la revisión a la baja de la cosecha rusa. El resultado es un boom especulativo en el mercado de futuros del grano. Los precios globales del trigo duro ya han subido un 30% desde mediados de julio. La «crisis del trigo duro» empieza a llegar al plato de los trabajadores de ambas orillas del Mediterráneo y a partir de octubre puede tener consecuencias dramáticas sobre la alimentación básica.

¿Por qué son importantes los precios del trigo duro?

El Cous-Cous y la pasta, hechos con trigo duro,  son un elemento básico en la dieta de los trabajadores de los países mediterráneos

El trigo duro es la base de las galletas industriales, pero también de cuscús, fideos, spaghettis, macarrones y demás sémolas y pastas secas que son la base de la alimentación de la clase trabajadora en prácticamente todo el Mediterráneo, especialmente en la orilla sur.

Su importancia es solo comparable a la de los precios del pan (trigo blando), que históricamente marcan la frontera entre la pobreza y la hambruna... y que se están viendo cada vez más afectados también por estos movimientos especulativos.

¿Crisis climática o crisis del capital?

Evolución del mercado de futuros del trigo duro

Que la caída de producción de trigo duro norteamericano sea producto del cambio climático es altamente probable. Pero no puede decirse lo mismo de la rebaja de la producción rusa, a la que los estudios estaban presentando como la beneficiaria del cambio climático en producción de granos.

En cualquier caso, la reducción de la oferta es una cosa y la escalada de precios otra.

La cuestión de fondo es que, con la acumulación estancada en la mayor parte del mundo durante los últimos diez años, la masa de capitales sin aplicación directa en la producción se ha hecho ingente. No son las familias trabajadoras las que compran derechos de trigo duro a futuros sino los fondos de capital sin otra aplicación a la vista que apostar por el resultado de los mercados de bienes básicos.

Son esos acúmulos gigantescos de capital los que apuestan por una subida de precios y, a cierto punto, la provocan. Semana tras semana, los grandes fondos han ido tomando posiciones y acaparando derechos de compra en espera de la llegada de aun más fondos al mercado especulativo.

Es la sobreacumulación de capital especulativo producto de la crisis, la que ha convertido las noticias sobre las malas cosechas de trigo duro en una subida de precios del 30%, que a su vez está provocando una tendencia al alza de los precios de los granos en general.

Es decir, el incremento de precios del trigo duro es un golpe en sí mismo que ataca a la dieta básica de los trabajadores, pero además, arrastra consigo a la harina de pan y otros cereales de primera necesidad.

¿Cómo afecta el trigo duro a las tensiones imperialistas?

Terminales para la exportación de trigo duro y otros granos en Novorossiysk, Rusia

A pesar de la falsa apariencia de homogeneidad que dan los precios globales, el mercado real del trigo duro está acotado por acuerdos internacionales que reflejan equilibrios, conflictos y alianzas entre los intereses imperialistas de cada capital nacional.

En el Mediterráneo y el mundo arabófono eso se traduce en un tironeo permanente dentro de la UE por la eterna reforma de la PAC y entre la UE y Rusia por los países del Magreb y el Mediterráneo Oriental.

Rusia, que se ha convertido desde 2016 en el mayor productor mundial, ha doblado su apuesta invirtiendo masivamente en nuevas infraestructuras de transporte y almacenamiento en el Mar Negro. Su apetito por nuevos mercados se orienta hacia Asia Central, el Cáucaso e Irán donde los precios de la alimentación en general y de los granos en particular están alcanzando ya los máximos de los últimos veinte años gracias a las sequías.

Pero también mira hacia el Mediterráneo, donde su objetivo es consolidar su posición en Egipto -que importa la mitad de las calorías que consume un trabajador medio- y desplazar a Francia en Argelia, Túnez, Marruecos... y el Levante.

Esta competición por el trigo explica, por ejemplo, el afán de los franceses por enviar miles de toneladas al Líbano tras la explosión que arrasó parte de la ciudad de Beirut y en particular las reservas de cereales en agosto de 2020. Además de un gesto humanitario honorable, es una cuestión de mantener su lugar como socio económico en un país donde Rusia vuelve a vender cada vez más acciones.

Pénurie de blé : le réchauffement climatique favorise la Russie (au détriment de la France), Marianne

Para otros competidores imperialistas como Turquía la situación es justo la opuesta. Sus exportaciones agrarias se han reducido a menos de la mitad en diez años, concurriendo a la crisis económica del país y azuzando el hambre de mercados del capital turco que está detrás del recurso permanente del erdoganismo a la intervención militar en el exterior.

Es decir, el alza de los precios del trigo duro y otros granos va a azuzar el conflicto imperialista en el gigantesco arco que va desde el Sáhara hasta Irán.

Una crisis en el plato de los trabajadores

Un trabajador corta spaghetti de trigo duro en una fábrica de pasta

La organización capitalista de la agricultura y la alimentación es una expresión sangrante y cotidiana de la incapacidad del sistema para ofrecer desarrollo humano. Son las necesidades del capital las que imponen salarios de miseria y las que con una mano niegan el acceso a millones de personas a la alimentación básica y con la otra impulsan una industria alimentaria insana, las que producen el despilfarro de buena parte de la producción y al tiempo imponen plásticos y sistemas de conservación que destruyen el medioambiente.

Si le añadimos los desbarajustes climáticos causados por la misma sobre-concentración industrial y la misma lógica que una y otra vez se impone a las necesidades humanas, el resultado no puede ser otro que una negación a todavía mayor escala y profundidad de esas mismas necesidades universales.

Estamos hablando del acceso al componente básico de la dieta cotidiana de los trabajadores en una de las regiones más pobladas del planeta. Pero esa negación de las necesidades básicas no acaba ahí. Apunta incluso hacia un nivel de contradicción mayor a través del agravamiento de las tensiones imperialistas que preparan las guerras futuras.

La «crisis del trigo duro» no es un «accidente de los mercados» ni una consecuencia irremediable del cambio climático. Es el producto de un sistema que se ha convertido en un corsé de hierro que asfixia a la Humanidad y a la Naturaleza de la que es parte. Superarlo de una vez, cae en nuestro plato.