La «transición ecológica» abre el camino hacia nuevas guerras por el control de las materias primas
La transición ecológica está abriendo ya el camino hacia nuevas guerras. La producción de minerales actual más la que está en proyecto es incapaz de abastecer la demanda de materias primas de la transición energética. Según la Agencia Internacional de la Energía, en 2030 la capacidad productiva calculada para entonces solo podrá abastecer el 80% de los minerales críticos y el 50% del cobre demandados por el Pacto Verde. En 2040, las tensión será aun peor: la demanda de minerales críticos se habrá cuadruplicado. ¿Qué harán en el camino los grandes capitales nacionales para asegurar las fuentes necesarias para el abastecimiento de sus industrias más valiosas?
Una competencia desatada por materias primas...
La reconversión industrial que supone la transición ecológica implica según el mismo informe, el despliegue masivo de una amplia gama de tecnologías energéticas limpias, muchas de las cuales a su vez dependen de minerales críticos tales como cobre, litio, níquel, cobalto y tierras raras. Es decir, la puesta en marcha de las tecnologías necesarias para la transición ecológica requiere de metales y metaloides críticos y cantidades mucho mayores de metales convencionales como el cobre. Algunos minerales como el litio han pasado a la clasificación de críticos en 2020 para la UE ante previsibles problemas en el suministro.
Para las baterías de los vehículos eléctricos y el almacenamiento de energía, en 2030 la UE necesitaría hasta 18 veces más litio y 5 veces más cobalto, y en 2050 una cantidad casi 60 veces mayor de litio y 15 veces mayor de cobalto en comparación con el suministro actual de la economía de la Unión en su conjunto. Si no se da respuesta a este aumento de la demanda, podrían producirse problemas de suministro. [...] La demanda de tierras raras utilizadas en imanes permanentes, por ejemplo para vehículos eléctricos, tecnologías digitales o generadores eólicos, podría multiplicarse por diez de aquí a 2050.
...que pone a Chile, Argentina y Bolivia en el centro de las tensiones imperialistas
El coche eléctrico es la pieza fundamental de la transición ecológica en la automoción. Pero sin litio no hay baterías que lo muevan. Por eso la industria alemana ha ido tomando posiciones en Bolivia durante los últimos años. La industria automotriz alemana espera asegurar al menos 400.000 baterías al año de forma inmediata. Su objetivo es estratégico: asegurar los depósitos del mineral. Y su efecto en el mapa sudamericano inmediato: Bolivia está reorientando su diplomacia para asegurar una salida fluvial al Atlántico.
Pero no ha sido Alemania la única en tomar posición a raíz de la transición ecológica. China, que fue de las primeras potencias en apostar por el suministro argentino, producía en 2019 casi ocho veces más litio que Estados Unidos. El apetito de la industria electromotriz china es ya uno de los principales factores que elevan ya la tensión entre Buenos Aires y Washington.
Y es solo el comienzo. Entre Chile, Argentina y Australia se produce el 80% del litio que sale al mercado mundial. Las inversiones chinas que empiezan a llegar a Santiago en paquetes de miles de millones canalizan las expectativas de la demanda asiática sobre una región que le resulta menos conflictiva todavía que Australia. En el retrueque empujaron a capitales chilenos a la inversión en Bolivia y a Piñera a buscar una entente con Argentina.
Pero la confluencia de intereses entre Bolivia, Argentina y Chile parece haber sido un espejismo temporal. El Green Deal de Biden ha multipicado lo que la prensa llama la importancia geopolítica de Sudamérica y empujado a las empresas estadounidenses a invertir con fuerza en proyectos de minería de litio en Chile y Argentina.
A fin de cuentas los precios del cobre se han duplicado en el último año a cuenta, sobre todo, de la demanda de las nuevas instalaciones eólicas necesarias para la transición ecológica, así que todos esperan una evolución similar del litio. La industria estadounidense se sabe a la zaga y aunque acelera la búsqueda de yacimientos en su propio territorio tiene que entrar a competir por asegurar abastecimientos. El conflicto con China por ganar fuentes escasas de materia prima está servido.
Entre otras cosas porque China, que había centrado sus inversiones en litio en Australia, lleva varios años en una escalada de tensión con su proveedor. En consecuencia, los fondos de capital minero chinos están intentando salir y desplazarse hacia la principal fuente alternativa, Chile, donde ya son los principales inversores extranjeros... y no solo en minería de litio.
Los distintos niveles de la competencia imperialista
La competencia por las materias primas es solo el reflejo de los principales motores de la competencia imperialista acelerada por la transición ecológica. El Pacto Verde asegura, mediante la imposición legal, una demanda solvente a las automotrices y las eléctricas, que gracias a eso se convierten en aplicaciones rentables para nuevas masas de capital. Ese es el objetivo principal del pacto verde y no reducir las emisiones de CO2. E implica una transferencia masiva de rentas del trabajo al capital, que es el quid de todo ésto.
Pero, con todas las potencias dando el salto al mismo tiempo, la transición ecológica toma forma inmediatamente de una competencia acelerada entre ellos por los capitales en busca de destino. Destino que será tanto más atractivo cuanto más competitivo -menores costes por unidad de producto- y escalable sea, es decir cuantas más posibilidades tenga de seguir absorbiendo nuevos capitales.
Es decir, para materializar la rentabilidad inversiones hay que asegurar tanto el acceso a los compradores externos como los suministros esenciales que sostienen la producción. El primer requerimiento empuja esa contradictoria alianza euro-estadounidense por un libre comercio que deje a China fuera de los propios mercados. El segundo a una carrera por asegurar unos suministros -a ser posible a precios prefijados- que se sabe ya van a ser insuficientes.
Competencia por mercados, capitales y materias primas se entrelazan así convirtiendo cada contrato del rival en una amenaza existencial y cada inversión propia en una palanca para forzar gobiernos y asegurar mercados. Y en esa espiral la perspectiva del desabastecimiento industrial se convierte necesariamente en temor a ser expulsado del mercado. Todo mecanismo, como el diseñado por el pacto verde para la transición ecológica, que genera escasez en las materias primas esenciales para las industrias punteras del capital nacional empuja también el camino hacia la guerra.