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Tormenta perfecta

31/08/2018 | Actualidad

El diez de agosto veíamos en el ataque de EEUU a la economía turca el disparo de salida de una nueva recesión. Tres semanas después la lira turca sigue desangrándose, estamos con el dolar por encima de 40 pesos y unos tipos de interés del 60% en Argentina. La tormenta monetaria se ha convertido en un verdadero monzón que afecta a India, Brasil, Rusia e Indonesia, donde por cierto, no pocos capitales chinos se estaban refugiando de la guerra comercial.

De todo el panorama de los antiguos «emergentes» solo se salva México. La razón: el acuerdo alcanzado con EEUU que eleva del 62,5% al 75% la parte del valor de los coches que debe agregarse en EEUU para que no paguen aranceles. México conservará la mayor parte de la industria auxiliar y EEUU recuperará, o eso espera Trump, puestos de trabajo industriales que necesita, entre otras cosas, para recuperar algo de base de consumo y ‎tasa de ganancia‎ para el capital norteamericano. Canadá, contra las cuerdas, lleva todo el camino de entrar también bajo la nueva disciplina. El mensaje de la renegociación del TLCAN («Tratado de Libre Comercio de América del Norte») y de la situación turca es evidente: todo el que tenga balanzas comerciales positivas con EEUU las reducirá según los dictados a norteamericanos o perderá aun más.

El ejemplo de «resistencia» está siendo China. Un duelo a cara de perro en el que es inminente una nueva andanada arancelaria que afectaría a 200.000 millones en exportaciones chinas a EEUU. China está intentando acelerar la construcción de su nueva «ruta de la seda», aliada con Rusia en un escenario que se vuelve cada vez más conflictivo, desde Pakistán a Asia Central y Europa. ¿Balance? Al capital chino le empiezan a saltar las costuras. Descubre por ejemplo que el gap en tecnología de semiconductores supone una debilidad estratégica que puede salirle muy cara si la guerra comercial prosigue. El propio planificador chino adelanta ya riesgos crecientes para la economía del gigante.

Ninguna de estas noticias es buena para Europa. La tregua alcanzada por Juncker se vuelve más frágil con cada triunfo norteamericano. Le faltó tiempo a Trump para volver a amenazar con un arancel del 25% a la automoción europea ignorando las supuestas negociaciones con la UE. El miedo en Bruselas ha llevado ayer mismo a la Comisión a bajar el listón y anunciar su disposición a aceptar el «doble cero», es decir arancel cero para cualquier coche americano que entre en Europa si los coches europeos pueden venderse libremente allí. Es una propuesta que hace menos de dos meses los alemanes rechazaban airados, entendiendo que era solo un gambito malintencionado para dividir a una UE agotada. Los fabricantes alemanes tienen mercado en EEUU, los franceses, que además acaban de salir a la fuerza de Irán, que era su principal comprador extraeuropeo, no. El «doble cero» impactaría de manera asimétrica en la industria automotriz europea, dañando más a Francia que a Alemania.

Por si fuera poco, el Brexit sigue ahí. No solo tira hacia abajo de un capital británico, afecta a toda Europa. Los gobiernos continentales elaboran a toda prisa planes de contingencia y batallan entre ellos por albergar las infraestructuras de emergencia en caso de un brexit «a la brava» en marzo. El estancamiento e incompetencia de la burguesía británica es tal que ya nadie sabe realmente si May juega un órdago de farol. De hecho, la agresiva política comercial en Africa y los últimos tropiezos y desmentidos apuntarían que no. La promesa de Macron a May de intentar liderar un consenso europeo que acepte «flexibilidad» en las «líneas rojas» británicas no ha sido bien recibida ni en la comisión ni en buena parte de los estados. Resultados: el Brexit podría devenir en otra crisis del euro no en marzo, sino en diciembre, cuando se celebre la cumbre europea que supuestamente ha de cerrarlo.

Pocos están prestando atención a Arabia Saudí y su creciente presencia desde Africa a Pakistán. Con la tensión imperialista con Iráń al rojo y el máximo esfuerzo de destrucción puesto en la guerra en Yemen desde junio, la «revolución Salman» empieza a hacer números rojos en las cuentas del reino. El Rey Salman, padre del príncipe, ha paralizado la salida a bolsa de la petrolera nacional, Aramco temiendo llegar a un punto de no retorno en las fracturas internas dentro de la clase dominante saudí que se han dejado ver de forma creciente durante estos meses. La única alternativa realista para el imperialismo saudí hoy sería aumentar los precios del petróleo. Es un equilibrio difícil porque aumentar la producción para sostener la estrategia Trump de ahogamiento de Irán es condición para que EEUU mantenga su apoyo a la ofensiva militar en Yemen. El gobierno norteamericano, consciente de las tentaciones saudíes, tuvo a bien recordar esta misma semana que su apoyo no es incondicional y que «se revisa continuamente». Con todo, las reservas americanas disminuyen y los recortes de suministro iraní se descuentan de forma cada vez más clara empujando el barril al alza. Además tanto Arabia Saudí y su aliado más cercano, Emiratos, como Venezuela, Nigeria, Irán, Rusia... tienen un interés cada vez más perentorio por aumentar el precio del petróleo cuanto antes para intentar escapar de la crisis. Es muy difícil que no haya subidas significativas antes de fin de año.

Todos los puntos anteriores nos hablan de cómo se están dando las condiciones para una «tormenta perfecta» para el capital, con muchos horizontes azarosos coincidiendo en diciembre. No es una buena noticia. Cuando hablamos de la guerra de Yemen hablamos de 8 millones de personas al borde de la hambruna. Cuando hablamos del capital británico hablamos de una verdadera trituradora de carne con esperanzas de vida a la baja para los trabajadores por eso que llaman el «síndrome de la vida de mierda», es decir, la ‎pauperización‎. Cuando hablamos de las tormentas monetarias argentinas hablamos de muy posibles desabastecimientos básicos y quiebra del estado en un país donde el 50,1% de la población urbana carece de vivienda, acceso a alcantarillado, gas o una combinación de los anteriores y un tercio depende de la ayuda pública para tener asistencia sanitaria. Incluso en la aparentemente triunfante Alemania, estamos hablando de que a día de hoy todas las ganancias salariales se las ha comido ya la inflación. Un nuevo recrudecimiento de la crisis solo puede significar para el ‎proletariado‎ un empeoramiento brutal de sus condiciones más básicas de existencia. Para nosotros, la tormenta perfecta es el capitalismo: cada vez más y ‎ de forma irremediable‎, una fábrica de miseria, exclusión y descomposición social, una incubadora de guerras. Y tenemos cada día más destellos de en qué puede llegar a convertirse. No, la barbarie capitalista no es una buena noticia, la única buena noticia posible es que comencemos a enfrentarla.