
Las consignas son la forma propositiva en la que se concentra y articula la relación entre la organización de los revolucionarios y el conjunto de la clase.
La consciencia de clase se desarrolla en dos dimensiones: el programa y su extensión como herramienta útil a las luchas concretas. Ambas avanzan a la zaga de las luchas y sus realizaciones. Una organización que no sea útil al desarrollo de las luchas concretas no es válida para el desarrollo de la consciencia de clase. Reducir la intervención a la perspectiva comunista es restringirse a una labor utópica moralizante. Perdido el nexo entre la lucha concreta y su objetivo, acabaremos sin distinguir la expresión de clase de su encuadramiento estatal. El objetivo no es «ir a la puerta de la fábrica», intervenir «desde fuera», sino expresar organizativamente y aportar al acendramiento de la vanguardia que empuja las luchas en cada empresa y barrio.
En España, en México, en Argentina… en Irán, por todos lados estamos viendo lo que parece un renacer del sindicalismo «de base», acompañando el rebrote de las luchas y huelgas de clase. Muchas veces, no siempre, vestido como una vuelta al «sindicalismo revolucionario» o el anarcosindicalismo. ¿Qué significa? ¿Adónde va?
Nadie podrá decir que los trabajadores que han impulsado la creación de soviets como alternativa al estancamiento de los movimientos de hace un año, no sean parte de «el partido» de clase. Pero aunque el partido es un proceso siempre en marcha, la conciencia teórica de la experiencia histórica de clase no puede dejarse al albur de las propias luchas a las que ha de aportar para que avancen. El partido no es una entelequia de un futuro distante, una piedra filosofal que todo lo arreglará. El partido es necesario y está formándose aquí y ahora. Y esa es la primera batalla que tenemos que ganar.
La actividad de los núcleos militantes no consiste en hacer proselitismo ni sumergirse exclusivamente en el hacer teórico. Los militantes tienen que ser útiles a los retos concretos que se plantean las luchas no solo impulsando reflexiones de carácter general, sino aportando a la elaboración de reivindicaciones que permitan extender las luchas y unirlas desarrollando su potencial para el desmontaje del sistema mercantil.
¿Qué es la militancia comunista? No se trata de establecer el molde, un «hombre nuevo» ni un ideal. Se trata de entender en que consisten las responsabilidades que para cada uno resultan de esa «escuela de pensamiento político y, por consiguiente, organización de lucha»1 que ha de ser el partido, siquiera sea, como hoy, un partido en formación, en devenir.
Con el identitarismo golpeándonos a derecha e izquierda, la idea de convertir a la clase en una «identidad» más, ya empieza a insinuarse desde los aparatos políticos de la burguesía. La «cultura proletaria» y la «identidad obrera» se presentan como sustitutivos de la conciencia de clase. No son un error resultado de un análisis miope, sino conceptos reaccionarios que buscan atarnos al pasado y el presente de la explotación.
Comenzamos a estudiar la articulación de la conciencia de clase entre su acendramiento en minorías y su fusión con las grandes mayorías, utilizando como base un texto de la Izquierda Comunista Española publicado originalmente en enero de 1975.
¿Está bien organizarse por «identidades»? Jóvenes, mujeres, minorías raciales o religiosas… ¿no deberían tener organizaciones propias para desarrollar sus «culturas» y formas particulares de resistencia? ¿No es la mejor forma de organización para cambiar las cosas un «frente» de todos cuantos sufren opresión? Rosa Luxemburgo, Lenin, Zetkin y todos los grandes marxistas del periodo revolucionario respondieron de la misma forma: «No».