
Necesitada de reencauzar la rebelión territorial y al mismo dependiente de sus expresiones parlamentarias, la burguesía española consigue a duras penas reforzar a los partidos de estado (PP y PSOE), pero no salir del día de la marmota. La operación Illa es el último ejemplo de la cortedad de sus ambiciones y la insuficiencia de sus logros. Por delante quedan nuevos episodios de crisis institucional y nuevas fracturas en el estado.