
La erosión del dólar como divisa global por el yuan chino empuja al capital estadounidense hacia la mundialización de la guerra tanto o más que la misma guerra en Ucrania.
Malvinas es definitivamente un nuevo punto candente en el conflicto imperialista global. Mientras Gran Bretaña militariza las islas a marchas forzadas y Argentina refuerza defensas apresuradamente, China carga contra los británicos, América del Sur se divide en dos, y la UE, animada por España y Alemania, está cada vez más tentada de abrir un nuevo frente diplomático contra Londres.
El grupo de menos de cuatrocientos burócratas y militares que se sientan en la cima del poder chino celebró ayer una reunión que anunciaba una «declaración histórica». El texto final, codificado en el registro de la burocracia era interpretado esta mañana por casi todos los medios como una jugada de Xi para mantenerse en el poder. En realidad eso es sólo la superficie: el Pleno culmina ideológicamente un movimiento de fondo en marcha desde hace meses que disciplina el poder económico, reencauza y reprime la cultura de masas y centraliza el aparato burocrático preparando una economía de guerra.
La tensión entre EEUU, Gran Bretaña y China en el Estrecho de Taiwan está en su punto álgido desde los años cincuenta. Bastaría una declaración formal de independencia, que el partido gobernante en Formosa amenaza con hacer en cualquier momento para que una guerra en Taiwán enfrentara directamente a las dos grandes potencias imperialistas con consecuencias desastrosas. Parece una locura, pero sin embargo, hay razones de fondo que podrían empujar a EEUU a dar un paso sin marcha atrás.
Hoy ha sido la clausura de las dos sesiones 2021, el evento/ceremonial político más importante del año. En su centro la crisis global del capitalismo. En su perspectiva, militarismo, guerra y pacto verde. La buena noticia: los estrategas chinos no esperan un enfrentamiento armado con EEUU antes de 2027. La mala: la carga sobre la clase trabajadora china ya ha comenzado.
La corona de conflictos alrededor de China señala que EEUU está dispuesto a utilizar la amenaza militar para «incentivar» el movimiento de capitales, modificar el mapa comercial global y acelerar la renacionalización de cadenas productivas. Hoy el peligro no es que esté definido un camino determinista e imparable hacia la guerra, es que, en el juego de fuerzas global de Asia y el Pacífico, cualquier paso en falso puede escalar en un conflicto militar abierto y éste en una guerra regional. La guerra es sin embargo tanto más probable cuanto más golpee la crisis y menores y por tanto más excluyentes entre sí sean los márgenes de cada capital nacional para asegurar, cuando menos, sus posiciones relativas en el mercado mundial.
¿Por qué los medios anglosajones y acto seguido los de todo el mundo se han centrando en una modesta batalla política local en Hong Kong? ¿Se trata solo de un rifirafe más de la guerra comercial? En sí misma sí, pero en contexto no. Si la prensa de todo el mundo le está dando tanto eco es por algo más que su valor simbólico. Es de hecho parte de una ofensiva general de EEUU que adquiere tintes cada vez más peligrosos.
Las «dos sesiones», el ritual político anual de la gran burguesía china, cambia el rumbo y empieza a hacer el armado político-económico necesario para una larga guerra comercial. Todas las partes parecen aceptar que la guerra comercial no es un episodio, sino la forma de vida a la que cada capital nacional se ve abocado en el mercado mundial. ¿El horizonte? Crisis, militarismo y guerra.
El «crédito social» chino es la base de un gigantesco autómata social, un distópico sistema de «karma» diseñado para marginar económicamente y aislar socialmente los comportamientos que no gustan a la clase dirigente china. Anunciado por el gobierno en 2014, se habrá extendido a toda la población del país en 2020, estableciendo un modelo de control social universal íntimamente ligado a la extensión de la Inteligencia Artificial que bajo distintas formas llegará más temprano que tarde a Europa y las Américas.
Cada vez más difícil pensar que los roces imperialistas puedan «auto-contenerse»: guerra comercial, crisis económica y conflicto militar se alimentan en una espiral que involucra a todos los estados capitalistas. El Mar de la China Meridional es uno de esos lugares donde hoy se solapan todos estos elementos en una lucha abierta por las condiciones de supervivencia de los capitales nacionales de los contendientes.