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Qué significa el tipo mínimo global a las empresas que defienden EEUU, el FMI y el G20

08/04/2021 | Actualidad

El tipo mínimo global en los impuestos a los beneficios de las empresas, defendido por EEUU, el FMI y en debate en el G20, más allá de responder a las necesidades internas del capital de EEUU para mantenerse a la cabeza de la competencia con China y de que sea instrumental a la formación de un nuevo bloque occidental, apunta a una reorganización a nivel interno de cada burguesía nacional después de 12 años de crisis de acumulación .

En este artículo

El New Deal de Biden no es un plan de rescate más

El New Green Deal de Biden y el tipo mínimo global van de la mano.

Cuando hace una semana el presidente de EEUU, Joseph Biden, anunció un gigantesco plan de inversiones e infraestructuras de 2 billones de dólares el argumento que caló en la mayor parte de la prensa mundial fue su ligazón para la competencia con China. Era una observación oportuna. Que la primera potencia mundial refuerce el intervencionismo, aumente la concentración de capitales guiada por el estado y apueste por renovar todas las infraestructuras esenciales es relevante: es el primer paso hacia un capitalismo de guerra.

No solo no es un plan de rescate más. De hecho va mucho más allá tanto del Pacto Verde como de la política interna. Supone una propuesta de revisión y reorganización de los objetivos del capitalismo de estado y sienta las bases económicas para la consolidación de un bloque estadounidense.

Si hubiera dudas sobre lo primero, esta semana Biden ha presentado su plan fiscal. Objetivo: recaudar 2,5 billones de dólares, casi ocho veces el monto total de los fondos Next Generation de la UE, haciendo que las multinacionales estadounidenses paguen impuestos no solo por los beneficios generados en su territorio sino por los generados en el resto del mundo. No solo pagarán por más. También pagarán más: del 21% actual pasarían al 28%.

Pero hacerlo viable no depende solo de publicar una ley, ni siquiera de tener herramientas mejores que las que tienen hoy para controlar a las grandes empresas. Necesitan elevar el coste de las alternativas. Es decir, dificultar que otros capitales nacionales compitan por atraer capitales a base de cobrarles menos impuestos. Y eso significa un tipo mínimo global y que esté por encima del 12,5% que discutía -infructuosamente- la OCDE. También que países que habían apostado a ser plataforma para los capitales de EEUU como Irlanda en la UE, se vean súbitamente desprovistos del que hasta ahora era su mejor argumento en la competencia global por capitales.

El tipo mínimo global sienta las bases económicas para la formación de un bloque estadounidense

El tipo mínimo global ha descolocado a los gobernantes de la UE.

Las primeras señales de que EEUU iba a articular su política imperialista en torno al tipo mínimo global, las lanzó el FMI cuando tomó la delantera. Pero ha quedado claro cuando la Secretaria del Tesoro de EEUU, Hellen Yelen, ha planteado un tipo mínimo global superior al 12,5% como objetivo para el G20... y 120 países más a los que se espera hacer firmar un compromiso que recoja este objetivo.

Alemania y especialmente Francia, que está en su propia batalla por gravar a las grandes tecnológicas estadounidenses que recurren rutinariamente a Irlanda como forma de elusión fiscal, se felicitaron rápidamente. Pero para la UE el movimiento tiene más vuelta: después de décadas tratando de homogeneizar la política fiscal irlandesa sin éxito ¿va a conseguir Biden que Irlanda renuncie a su modelo de crecimiento en solo unas semanas para hacer suyo el tipo mínimo global? EEUU no podía encontrar una manera mejor de dejar en ridículo el discurso de París y Bruselas sobre la autonomía estratégica de Europa

Pero la realidad es que la adaptación a un modelo con una fiscalidad similar a la del continente fue central en el programa del Sinn Féin, el partido más votado en las últimas elecciones y el partidario de una política más agresiva frente a Gran Bretaña para obtener la anexión del Ulster. Eso quiere decir que la coalición de todos los demás partidos que ahora gobierna tiene dos opciones: rechazar la reforma fiscal empujando a EEUU a apoyar a un Sinn Féin con demasiadas anclas en el partido demócrata o aceptarla y ganar apoyo para su propia estrategia anexionista.

En la prensa irlandesa más abiertamente ligada a los partidos de gobierno y al capital nacional se pueden leer hoy mismo artículos de fondo con mensajes tan claros como Es hora de que retiremos los ruedines de los impuestos ultrabajos, porque la bicicleta económica no se va a caer.

Más allá de EEUU y del juego imperialista, una reorganización global de la burguesía

El tipo mínimo global cierra definitivamente con la ideología de la era de Thatcher y Reagan

Más allá de responder a las necesidades internas del capital de EEUU para mantenerse a la cabeza de la competencia con China y de que sea instrumental a la formación de un nuevo bloque occidental, la implantación de un tipo mínimo global en la fiscalidad de las empresas apunta a una reorganización a nivel interno de cada burguesía nacional después de 12 años de crisis de acumulación como reacción ante su agravamiento y la constatación de que no se sabe cuántos más quedan por delante.

No es que pasemos del capitalismo de estado a otra cosa, es que viene un reforzamiento del papel intervencionista del estado dentro de él y una reorganización del reparto de rentas entre los distintos sectores de la burguesía.

Desde finales de los 80 hasta el triunfo de Trump, el llamado neoliberalismo había dado discurso a una reorientación de las políticas anti-crisis que daba vuelo a la competencia internacional por capitales, reducía barreras arancelarias para las mercancías e intentaba reducir los costes generales de explotación de la mano de obra (sanidad, condiciones laborales, educación, etc.) que el capital mutualiza en el estado. Por eso, de entre todas las facciones de la clase dominante la burguesía corporativa, especialmente la financiera, cobró protagonismo y aumentó rentas.

Hoy este nuevo New Deal ya no tiene la mirada puesta en la deslocalización de la producción sino en organizar una gigantesca transferencia de rentas del trabajo al capital en torno al Pacto Verde que a su vez reforzará una nueva división internacional del trabajo.

En la interna de cada burguesía, el tipo mínimo global hace que la burguesía corporativa vea recortadas sus alas en nombre de la lucha contra la desigualdad. Es un discurso cínico: reducir los ingresos personales de la burguesía corporativa y los grandes accionistas individuales puede reducir los índices, pero no la pauperización de los trabajadores, que se agravará precisamente por lo que se persigue como objetivo general: extraer más rentas del trabajo y revivificar la rentabilidad del capital como un todo. No es por enfrentar la desigualdad que lo hacen. De lo que se trata es de reforzar la capacidad de acción económica del estado. Y bajo esto hay dos tendencias que hoy van de la mano:

1 La crisis y la necesidad de mantener a toda costa la rentabilidad de las grandes aplicaciones de capital de cada capital nacional. Algo que efectivamente no pueden dejar a estas alturas de crisis en manos de esos mercados deificados hasta ahora y más trucados que un milagro de la iglesia universal.

2 La tendencia hacia una economía de guerra en la que incluso los suministros básicos de la industria están puestos en cuestión por giros políticos y roces imperialistas (la misma fuerza debajo de la emergencia de una nueva división internacional del trabajo).

¿Qué viene ahora?

Macron en el Eliseo. Francia ha saludado el tipo mínimo global pero la cuestión tiene más aristas vista desde las clases dirigentes de  Europa.

Los re-equilibrios entre intereses imperialistas, siquiera dentro del mismo bloque, igual que entre facciones de una misma clase dirigente, nunca son tranquilos ni suaves.

Los retrueques además son casi infinitos. Hemos apuntado como todo esto incide ya sobre los roces imperialistas entre Irlanda y Gran Bretaña, también en las perspectivas de la UE. En la interna estadounidense puede dar espectáculo, aunque entre las burguesías europeas y sudamericanas el efecto inmediato será casi imperceptible. Ahí están Draghi, Lagarde, Calviño o Ribera para dar fe de que la burocracia -la capa burguesa más ligada al estado- en Europa no estaba precisamente en segundo plano.

Eso sí, la ideología oficial y el discurso cultural si que van a cambiar y lo veremos en la cultura de masas a no mucho tardar. Pero de momento incluso es muy probable que la burocracia se lleve algún mordisco disciplinario a cuenta de la dirección del aparato político. Ahí tenemos a Macron cerrando la ENA, la Escuela Nacional de Administración que ha servido históricamente de alma mater de la alta burocracia del estado.

Es una decisión de altísimo valor político porque la Escuela Nacional de Administración fabrica altos funcionarios, la élite que se pone al servicio de la nación. Muchos ministros lo cuentan entre bastidores, el jefe de Estado toma decisiones y sigue quejándose de no verlas implementadas . Este es el famoso estado profundo. La reforma de la ENA, por tanto, también equivale a señalar a los culpables de todos los fallos de los últimos meses, las causas de nuestros reveses hasta la crisis sanitaria son, por tanto, los responsables de la alta administración.

RTL hoy