¿Tienen solución las contradicciones de la UE?
El jueves tendrá lugar una nueva video-cumbre europea. Se da por cerrado definitivamente el camino de los eurobonos. Se enarbolan frente a los medios de comunicación «vías alternativas» de menor empaque que, por darse «dentro de los tratados», no requerirían una negociación extensa pero que... centralizarían aun más a la Unión como paradójica respuesta a la mayor ola de rechazo en la opinión de los estados miembros desde su fundación. Y en un momento en el que el Brexit a la brava parece más probable que nunca y en el que la maquinaria burocrática de Bruselas está atascada como nunca lo había estado hasta ahora.
No hay que ser preclaro para ver que el equilibrio de poder entre los estados europeos está saltando por los aires. En Alemania la ultraderecha nacionalista plantea un referendum de salida de la UE usando los mismos argumentos que han hecho recurrentes Merkel y sus equipos económicos durante los últimos quince años contra Grecia primero y contra el conjunto de los países del Sur después, el famoso «Nordismo».
En el Sur, el ambiente no es mucho más «europeista».¿Quién iba a imaginar hace tan solo seis meses en España que declaraciones como las del presidente de Extremadura ayer no fueran a crear escándalo alguno?
Europa no significa unos países que se juntan para que le compremos coches a Alemania. No es sólo un mercado donde se compra y se vende, es un espacio político que compartimos. Si los países del norte quieren que los del sur sigamos consumiendo, tendrán que ayudarnos en este momento de dificultad. Además, pienso que el impacto del virus ha tenido una relación directa con los niveles de turismo. En los países donde ha habido más movimiento de gente existen más casos.
Mientras el 71% de los italianos cree que la epidemia de covid-19 destruyó la UE y aproximadamente el 55% estaría de acuerdo en que el país abandone la Unión o, al menos, el euro. Siguiendo la ola, Conte endurece el discurso anti-Alemania. Pero hacerlo supone aumentar la tensión con los de Renzi en el gobierno de coalición. Una primera señal de que la batalla que viene en los países del Sur europeo será simultáneamente entre facciones de la burguesía sobre su alineamiento imperialista y crecientemente contra Alemania.
Bruselas, Franckfurt y Merkel
Ante la perspectiva, cada vez más nítida de una quiebra de la UE, la Comisión Europea reacciona elevando el tono de conflicto con China y EEUU. Habla ya abiertamente de una «guerra económica» acelerada por el Covid, e invita a los estados a «reaprender el lenguaje de la fuerza como actor geoestratégico de primer nivel».
Y sin embargo, cuando el BCE plantea crear un «banco malo» para acabar de limpiar las deudas incobrables que quedan, sobre todo en los bancos italianos y griegos, y reducir el riesgo de crisis financiera en la recesión que ya está en marcha... bloquea el intento aduciendo que la Unión para poder aceptar cambios contables o ayudas públicas, exige que accionistas y tenedores de bonos tengan antes una «resolución con pérdidas». Un principio que fue creado en realidad para que todas las actuaciones anti-crisis en el Sur se tradujeran en una posibilidad de compra a saldo de grandes masas de activos por los fondos internacionales y los países del Norte. Es decir, Bruselas pone por delante crear oportunidades para fondos como Black Rock, a poner en marcha una de las pocas medidas a disposición del BCE para reducir la amplitud de la crisis financiera que está temiendo.
Merkel, por su lado también se da cuenta de que la situación es insostenible así que asegura que Alemania «quiere ayudar», no sin antes rechazar eurobonos y «banco malo» y ofreciendo a cambio cualquier sistema que «ya esté en los tratados» porque el dinero «hace falta ya». ¿De qué está hablando? Según cuenta Spiegel, de una jugada impulsada por Ursula von der Leyen: aumentar el presupuesto bajo control del Parlamento y la Comisión. Dentro del próximo marco presupuestario de siete años, la propia Comisión podría aumentar las deudas por bonos, lo que a su vez estaría garantizado por los Estados miembros. Según las fuentes alemanas, esta solución podría ser aceptable para todas las partes... y reforzaría a Bruselas en un momento en el que tener recursos extra podría serle útil también en la negociación con Gran Bretaña.
La cuestión es que, como recordó inmediatamente Juncker, el anterior presidente de la Comisión, se necesita un incremento «muy significativo» para que sirva de algo. Sánchez rapidamente se sumó cuantificando el fondo para ayudas directas en un billón y medio de euros.
¿Tienen solución las contradicciones de la UE?
Resumamos. La UE está construida sobre una contradicción de base. Los países «nordistas», exportadores, quieren mantener la UE como un mercado cautivo, extensión de su propio mercado interno. Pero el mecanismo del euro produce crónicamente que los superavits de estos países se conviertan en crisis de deuda en los países que son el destino de sus importaciones. De modo que cuando la recesión asoma, los países «del Sur» quieren que la deuda se mutualice porque si no, con las reglas UE, se convierte en una descapitalización masiva en la que a cada golpe de «ayuda» cada capital nacional está condenado a perder un pedazo significativo de sus mejores aplicaciones de capital.
Donde, como en España o Portugal, el primer gran susto para la acumulación de los capitales nacionales del Sur -la recesión y crisis de deuda abierta en 2008- pudo ser «solventada» a base de precarización y pauperización de los trabajadores, la crisis no aumentó el «euro-escepticismo». Hasta el Covid, la política de la pequeña burguesía se centró en reclamar un pedazo de la transferencia de rentas del trabajo al capital que estaba teniendo lugar. Por contra, donde, como en Italia, la burguesía no consiguió limpiar las sentinas de su sistema financiero con tanta contundencia ni trasladar los costes a los trabajadores con un volumen suficiente para sus necesidades, partes crecientes de la burguesía nacional empezaron a apoyar opciones «anti-UE», «anti-euro» o al menos «anti-Alemania», como Salvini. En este mapa, Francia representaría una situación inestable e intermedia, con el macronismo intentando hasta el último momento una solución a la española bajo la amenaza permanente de una alianza de la revuelta pequeñoburguesa (la base social de los «chalecos amarillos») con sectores «duros» del capital nacional.
Con la recesión actual, todas estas contradicciones aumentan de nivel, colocando a España y Portugal cada vez más alineados con Italia y a Francia en una situación cada vez más distante de Alemania.
Como siempre en estos casos, la única solución sobre la que pueden construir un acuerdo a corto plazo, por precario que sea, es aumentar el poder del centro (Bruselas)... lo que a su vez no puede sino enervar al capital de todos los sectores de los países del Sur -especialmente los ligados a la industria- que cada vez tienen más claro que el problema real está en el diseño de la UE y no en la organización de unos paliativos a los que, por otro lado, no pueden renunciar.
Y esto, que ya sería grave, se ve multiplicado porque uno de los elementos comunes de los capitales nacionales de Italia, España, Grecia o Portugal es su dependencia del sector turístico para obtener divisas con las que poder hacer frente a las importaciones. Un sector que alimenta además a buena parte de la pequeña burguesía productiva y crea un volumen muy relevante de contratos de trabajo. Y es que el turismo, muy financiarizado y por tanto muy frágil, va a producir, más que probablemente, quiebras en cadena y una desvalorización muy significativa del capital nacional. Es decir, el aumento de gasto y la financiación, desde Bruselas, no va poder siquiera amortiguar el grueso del problema. La recesión va a aumentar las diferencias en la acumulación a favor de los países «nordistas», devaluando aun más a los capitales nacionales meridionales.
¿Qué significa esto políticamente? Que los paliativos no van a reducir el «euro-escepticismo» creciente en cada vez más burguesías nacionales y en sus pequeñas burguesías airadas. Solo puede darles oxígeno para aumentarlo. Y la centralización en Bruselas -en aumento para satisfacer sus necesidades a corto- se describirá cada vez con más frecuencia, como una losa para sus propias opciones de «salida».
La UE no puede resolver sus contradicciones, tan solo escapar planteándolas una y otra vez a un nivel cada vez más alto, en la esperanza de que el entorno global de «guerra económica» en desarrollo baste, como presión exterior, para mantener unida precariamente la estructura.