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¿Tiene patria la burguesía catalana?

06/10/2017 | Historia

Vivimos en la era del capital imperialista. Una de las consecuencias de esta fase de la vida del capital es que su tendencia a la concentración se convierte en formación de oligopolios y monopolios nacionales ligados al estado: esos sectores «estratégicos» y «regulados» como la banca, las telecomunicaciones, los grandes recursos extractivos, los medios de comunicación, etc. De esa manera, que luego se expresa en toda una variedad de formas orgánicas, la burguesía forma un cuerpo cada vez menos permeable, no necesariamente basado en la propiedad individual y cada vez más unido al poder político, que asegura mercados exteriores y regula su hueco de autonomía dentro de los equilibrios internacionales.

El estado nacional intervencionista e imperialista es la forma contemporánea de organización la burguesía nacional. Su forma de ejercer como clase política. Eso no quiere decir que los estados nacionales tengan opción a un desarrollo nacional independiente, como en el siglo XIX. No hay hueco para ninguno en realidad: el capitalismo hace tiempo que entró en contradicción con el estado nacional, por eso tuvimos guerras mundiales, bloques, la UE, el euro, etc.

Que un desarrollo puramente nacional, no imperialista, del capitalismo sea imposible para todo país, no quita para que la burguesía nacional exista con unos intereses propios alrededor de un estado propio.

Ese es el caso español. La burguesía catalana es una parte de la burguesía española, no una burguesía con un desarrollo independiente. ¿Podrían Repsol o Aguas de Barcelona haberse «internacionalizado» como lo hicieron con un estado catalán? No.

Los burgueses son, de una forma cada vez más colectiva, aunque llena de contradicciones, dueños del capital nacional. Aunque tampoco les sirve de gran cosa sin alianzas -y dependencias- fuera, la burguesía necesita ser «patriota», defender sus intereses comunes y con ellos el estado... porque el estado es su principal forma de organización y reparto. No es que la burguesía no tenga patria. Es que la «patria», el estado nacional, es suyo, son ellos organizados frente al resto de la sociedad.

La gran burguesía catalana tiene «patria», intereses comunes, un proyecto social terrorífico... pero esa patria no es la autonomía catalana, es España.

Otra cosa es que la pequeña burguesía pueda sentirse patriota local. Lógico también. Directa o indirectamente vive cada vez más de rentas estatales y siente el juego internacional y la fusión nacional de la gran burguesía como un peligro para todas esas subvenciones agrarias, placitas funcionariales, programas de desarrollo PYME y empresas auspiciadas por la Generalitat, la Junta o el Principado de turno, con las que se mantiene a duras penas y coloca a sus hijos.

La pequeña y mediana burguesía regional apoyada en el estado autonómico ha sufrido un proceso similar al de la gran burguesía: una limitada pero efectiva fusión con el trozo de estado que les habían encargado gestionar.

Tenemos que ver a la gran burguesía concentrada de nuestra época como una especie de cooperativa de capataces. Y a la pequeña burguesía como sus encargados en cada uno de los talleres. Los encargados de los talleres, como Cataluña, ven las alianzas externas de la gran burguesía desde lejos, las sienten -con razón- peligrosas para sus intereses y quieren tener más autonomía, contribuir menos a los gastos centrales e incluso desarrollar pequeñas aventuras imperial-comerciales por su cuenta. La burguesía nacional española, de la que es parte la gran burguesía catalana, les da margen de maniobra. Pero eso es una cosa y otra dejar que los encargados se queden con la propiedad del capital fijo de un taller particular.

Ahora miremos el conflicto como Caixa o Sabadell. Si tus cuotas para el mantenimiento del estado las pagas en un taller problemático que los administradores se emperran en convertir en empresa independiente, es normal, que al menos al principio, saques tus impuestos de ahí. Por mucho que fuera el taller donde empezaste tu carrera y donde te gusta vivir. Por mucho que hayas apoyado a los administradores frente a tus socios hasta ahora, sabes que la mayoría de tus clientes quedaría dentro del viejo estado (Sabadell) y que dependes del estado español para asegurar mercados e inversiones masivas por el mundo frente al resto de chacales más fuertes que tú (la Caixa). Tu queja primaria es que, tras diez años de crisis, a duras penas el estado español puede ponerles coto en tus principales mercados... como para reorganizarte alrededor de un estado nuevo, joven, más pequeño y que parte de cero ahí fuera.