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Tenet

05/01/2021 | Artes y entretenimiento
Tenet

Tenet fue celebrado desde agosto como intellectacle -que es como la prensa anglosajona llama a la versión industrial de las novelas pedagógicas- y como espectáculo, pero sobre todo como un producto lo suficientemente bueno como para volver a llenar salas en mitad de una pandemia.

La película ciertamente es un damasquinado visual y argumental de factura precisa y envolvente, una de esas películas que hacen creer que el IMAX podrá triunfar todavía sobre el home cinema y los viejos guionistas de Hollywood desplazar a los de Netflix con sus fervores identitarios y apostólicos. Pero, afortunadamente, no bastó para que millones de personas se arriesgaran a ser contagiadas. Eso sí, es una película para recordar que refleja elementos importantes de nuestra época... mucho más allá de la pandemia.

Tenet, es la primera película relevante desde el final de la guerra fría cuyo motor es la inminencia de una destrucción total del mundo. No un desastre climático, un asteroide, una invasión o una descomposición social exacerbada... una destrucción total de la especie humana y su rastro hasta el día de hoy. La comparación con las viejas catástrofes es explícita cuando el protagonista pregunta si el peligro es una guerra nuclear total y su contraparte le responde que no, que es aun peor.

Ciencia, Matemática y conocimiento bajo el capitalismo

https://youtu.be/AZGcmvrTX9M

En el embrollo conceptual que está en el centro de Tenet está representada casi paródicamente una de las contradicciones principales de la ciencia y el conocimiento bajo el capitalismo.

Resumamos: La ciencia burguesa no comprende la Naturaleza directamente. La representa de una manera particular -en general mediante una relación concreta, determinada, con las Matemáticas. Esto es, la ciencia es en primer lugar, un modo de representar la realidad. Y solo después, a través de la lógica interna de ese modo de representación, un esfuerzo por comprenderla y predecirla pretendiendo que, tendencialmente, la representación y lo representado serán iguales (conforme la ciencia avance).

El problema es que la diferencia entre las causas de lo que estudia y la lógica matemática interna de la forma en que lo representa, se confunden porque todo modo de representación es, a fin de cuentas, un producto social que replica elementos de la forma en la que se auto-representa su clase dominante. En una palabra: Ideología.

Y en la ciencia burguesa, la matemática sustituye a la comprensión rutinariamente: lo que no entra en lo predicho por el modelo se considera un molesto y despreciable residuo -un estorbo debido a contaminaciones- y la técnica que se ajustó para representar lo estudiado se presenta como un método indistinguible del fenómeno en sí.

Dicho de otro modo, la ciencia está mediada por formas ideológicas de representación de la realidad. Estas formas, reproducen inconscientemente autorepresentaciones de los intereses dominantes, distorsionando y limitando sus resultados. La ciencia tal cual hoy existe es la articulación de esa forma con su supuesto contenido, la realidad a entender.

El que la ciencia sea dependiente de ese modo de representación particular, es lo que explica que las discusiones y estudios sobre la propia ciencia se parezcan irremediablemente a la Estética (entendida como estudio de la relación entre forma y contenido en los modos de representación plástica y artística de la realidad) y que los criterios estéticos sustituyan a criterios epistemológicos (qué es verdad y por qué) con harta frecuencia.

Problemas: para empezar, la distinción entre contenido y forma es en sí misma un derivado de la superstición idealista de la separación entre cuerpo y alma, la ideología más vieja, más apegada al origen mismo de la alienación propia de las sociedades de clase; para seguir, lo que se considera bello o -más púdicamente- interesante, lo que intuitivamente lleva a plantear hipótesis, está determinado por valores sociales.

No es casualidad que a la clase social que arrancó a dirigir la producción construyendo molinos de agua y viento, que se enseñoreó sobre el tiempo social con relojes mecánicos y que dominó la sociedad a base de ingenios mécánicos y máquinas de vapor intuya que todo en el universo es simétrico: el requerimiento básico de los sistemas mecánicos es la simetría en todas direcciones e interacciones.

Tenet y la antimateria

Y esto nos lleva al quid del argumento de Tenet: su uso de la Física y los viajes temporales en la trama. Por hacerla corta: todo el argumento depende de cierta concepción de la antimateria. La antimateria es uno de esos conceptos que la Física desarrolló para explicar lo que le había dejado de cuadrar al aparecer la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad.

La historia de la teorización de la antimateria en sí misma un ejemplo de cómo la matemática sustituye a la comprensión. La teoría se desarrolló a partir de una ecuación -la famosa ecuación de Dirac- que permitía en su rango de resultados la existencia de partículas de energía negativa (no carga negativa, energía menor que su energía en reposo).

Para los científicos de la época -los años treinta- era absurdo, pero ¡¡aquella ecuación tan bonita, tan elegante, abría una nueva Física basada en una simetría masiva y cósmica!! Así que se dio por hecho, una vez más, que por imposible o absurdo que algo sea, si puede existir matemáticamente (en realidad ser descrito matemáticamente) corresponde a algo que existe realmente pero no conocemos. Un bonito ejemplo de idea originando la realidad.

Las «ocho vías» de Gell-Mann, el parecido con el árbol sefirótico y otros delirios místicos es evidente.

Durante decenios, el plan funcionó, se descubrieron más y más partículas de antimateria. Hoy en día se usan comúnmente positrones (antipartícula de los electrones) en la maquinaria médica. En los 60 se volvió a dar una nueva vuelta de tuerca y el descubridor de los quarks, Murray Gell-Mann, anunció que se podía agrupar todo el bestiario de partículas conocidas en grupos basados en ejes de simetría, uno de los cuales fue bautizado por Murray como las ocho vías, inspirándose abiertamente en el budismo.

Sin embargo, a principios de este siglo el modelo dejó de funcionar. Da igual lo grandes que fuesen los nuevos aceleradores, las partículas y antipartículas predichas no aparecían en los experimentos. ¿Recapacitaron la mayor parte de los investigadores y teóricos? No.

Se dedicaron a insistir más aún en la importancia de la belleza matemática y la simetría para explicar el cosmos. Epistemología idealista en estado puro. Equivalente científico a decir que porque algo pueda ser descrito con palabras, por absurdo o imposible que sea, debe existir realmente. Aunque eventualmente se acierte, se acierta por los motivos equivocados.

Pero sigamos. ¿Cómo se define la antimateria? Como materia simétrica a la que conforma el mundo que nos rodea. Pero además, las matemáticas de la antimateria permiten representarla como materia que viaja atrás en el tiempo. Que esto ya parezca demasiado delirio incluso a la mayoría de los físicos teóricos, no quita para que Nolan lo adopte como base científica de su película. A fin de cuentas su trabajo es muy distinto del de un científico, ¿verdad? El no pretende hacer ciencia, sino algo... ¿estético?

El peligro del futuro somos nosotros

Y vía la Física de la antimateria y la materia viajando en el tiempo... llegamos al elemento argumental más brillante de la película: el peligro mortal que sufre la Humanidad hoy... está en su futuro, así que los protagonistas luchan -y lo dicen literalmente- contra el pasado que podría haber sido.

¿Puede haber una definición mejor de la situación anti-histórica del capitalismo? Su amenaza vive en el futuro y se nutre literalmente de él. Mientras, su estado mantiene un esfuerzo sistemático por manipular la Historia y borrar ese pasado que podría haber sido. Sí, los malos de Tenet, para variar, somos nosotros como clase. Y para variar, negados a lo largo de toda la línea temporal, solo mantenemos una existencia probabilística en ese futuro que tanto temen, si batallamos hoy.