
En 2021 se ha hecho evidente que la magnitud y duración de la matanza es producto de decisiones políticas que han supeditado las vidas humanas al sostenimiento de la rentabilidad del capital. Es más, las vacunas no han acabado con la pandemia ni con la aparición de nuevas variantes porque desde el principio su desarrollo y producción ha estado supeditado a la concentración de grandes capitales. La industria de la opinión, la «base de la democracia», se ha tenido que aplicar a fondo para sostener el criminal despropósito bajo el que vivimos.