
La «fiesta de los sindicatos» ha dejado sus mensajes: apoyo a la guerra y celebración del capitalismo de guerra que nos están imponiendo y que comienza por un ataque directo a la capacidad de compra de los salarios.
Los medios siguen retransmitiendo estampas patrióticas de la guerra en Ucrania. Una de las últimas es la «Brigada John Deere», una estampa supuestamente enternecedora en la cual los granjeros ucranios están resistiendo a la invasión remolcando los blindados abandonados rusos hacia las fuerzas ucranianas. Todo ello convirtiendo a los flamantes tractores verdes de la John Deere en un «símbolo» patriótico aderezado con fondos y banderas celeste-amarillas. Pero la guerra no significa lo mismo para las distintas clases sociales.
Las ideas y hasta las expresiones del bidenismo empiezan a calar la propaganda estatal en Europa. La más llamativa, las supuestas bondades de los «sindicatos fuertes». Según Biden la debilidad de los sindicatos en EEUU posibilitó a las grandes empresas de automoción convertir la multi-localización en dumping salarial. Sin embargo, la experiencia europea nos dice exactamente lo contrario: Dentro de la UE e incluso del mismo país, en los sectores con «sindicatos fuertes» son los propios sindicatos los que organizan la competencia entre fábricas de una misma empresa y la subasta a la baja de las condiciones laborales.
La huelga de los trabajadores de Kellogg’s en EEUU continúa después de dos meses a pesar de los intentos del sindicato de acabar con la huelga cuanto antes y de las amenazas de la empresa de despedir a los huelguistas. Mientras Biden aprovecha la oportunidad para anunciarse una vez más como el presidente más pro-sindical desde Roosevelt, la empresa intenta llevar a sus últimas consecuencias los convenios «por niveles» firmados por los sindicatos y los sindicatos dicen que no hay que quejarse de las jornadas laborales de 12 horas sino dejar las cosas como estaban antes de 2015.
Sacar lecciones del fin de huelga en Cádiz es fundamental para las luchas que vienen. No es que unas mejores condiciones hayan propiciado un acuerdo entre patronal y sindicatos y que los trabajadores hayan aceptado. Es que la dirección sindical de la huelga ha evitado que los trabajadores tomaran el control de la lucha haciendo inevitable aceptar las condiciones ofrecidas por la patronal.
La huelga del metal en Cádiz nos muestra que tenemos que luchar de otra manera. Y eso significa, desde ya, tomar el control de las asambleas hoy monopolizadas por los sindicatos. Y hacerlo para extender las luchas, abrir las asambleas y hacer reivindicaciones conjuntas que salten por encima de todas las divisiones de sector, provincia, región o forma de contrato.
Desde el pasado lunes en Italia sólo se puede trabajar con «pasaporte Covid» («green pass»). Aunque el 85% de la población está vacunada quedan algunas bolsas de trabajadores por vacunar víctimas del discurso anti-vax. Los sindicatos «combativos» como Cobas tomaron una posición similar a la que ensayaron el Sud y algunas ramas de CGT en Francia, enfrentando a los trabajadores entre sí y contra la necesidad de todos en nombre de una supuesta «libertad individual» para poner en riesgo a los compañeros de trabajo. Sin éxito, por esta vez. Pero… ¿cómo enfrentar la alianza antisocial de antivacunas y sindicatos?
En Gran Bretaña la escasez de conductores a los salarios que ofrecen las empresas desabastece ya al 30% de las gasolineras británicas y el gobierno comienza a movilizar conductores militares. Es un caso llamativo por lo que revela del caos que el propio sistema crea, pero no es ni mucho menos único: toda la prensa estadounidense y europea se queja de una supuesta escasez de mano de obra. Pero la experiencia británica y el comportamiento de los sindicatos en todo ésto dice mucho e importante sobre los trabajadores, su moral y las alternativas a las que nos enfrentamos.
En Amazon o Target, la reducción de jornada y la subida del salario mínimo se están combinando con el fin de coberturas médicas y otros ingresos no salariales para reducir los ingresos reales por hora de los trabajadores. En el conjunto de la economía de EEUU la inflación se ha comido ya el incremento de salarios. Y lo que viene con el Green Deal es más de lo mismo.
Estos últimos días la prensa rusa ha estado hablando de una «epidemia» de huelgas en Georgia, un país caucásico un país caucásico en el que desde hace décadas las protestas de clase han quedado anegadas por el nacionalismo. ¿Qué está ocurriendo y cuáles son los motores de las huelgas en Georgia?
Argentina en los últimos años se ha convertido en un catálogo de recursos de los sindicatos y la izquierda para desviar y evitar la extensión de las luchas. Un primer ejemplo a gran escala lo tuvimos en 2019 en Chubut. Entonces la convergencia de luchas en la provincia en torno a los maestros y los sanitarios se neutralizó con convocatorias de huelga nacional sindical que cortaron en transversal el movimiento. Ahora en Neuquén vemos una estrategia alternativa y no menos dañina. Los trabajadores en Argentina y el resto del mundo tenemos mucho que aprender de la experiencia para poder enfrentar a los sindicatos de manera efectiva y encontrar nuestro propio terreno de lucha.
El contexto de la epidemia de Covid ha afectado no sólo a las luchas en el sistema sanitario o en la educación, también ha transformado las condiciones y agudizado tendencias previas en el sector de la logística y las grandes superficies. Muchas grandes empresas de este sector han obtenido grandes beneficios gracias a la venta online mientras mantenían a sus trabajadores en sus puestos sin protección contra la pandemia. Se desataron huelgas prácticamente simultáneas en varios países, reflejo de la interconexión a nivel mundial del capital y la clase obrera, que fueron ahogadas en pequeñas luchas locales por los sindicatos. Veamos qué pasó y qué efectos tuvo esta situación sobre la clase a nivel global.
La pandemia ha acelerado la crisis capitalista global y el curso de los conflictos imperialistas, pero también ha hecho explícito un nivel de contradicciones entre los trabajadores y las clases burguesas que es solo comparable al de una guerra. Todo el capital -pequeño y grande, privado y estatal- y las clases que lo representan -burguesía, burocracia, pequeña burguesía- se han mostrado abiertamente como organizadoras y prescriptoras del sacrificar vidas para salvar inversiones. La respuesta de la clase globalmente ha sido un desarrollo de la combatividad masivo y creciente a lo largo del año. Y sin embargo la comprensión del significado histórico y las potencialidades últimas del momento sigue estando lejos, y con ellas una orientación, una dirección consciente de las luchas capaz de afirmar en lo concreto y en la perspectiva las necesidades humanas universales. Nunca ha habido tanto trabajo por hacer, pero hacía mucho que no se daban condiciones tan favorables para hacerlo.
Desde hace 20 días los puertos argentinos del sector agroexportador están paralizados y con ellos las exportaciones que sostienen toda la acumulación en un país semicolonial como Argentina. La razón: la huelga de los trabajadores aceiteros y desmotadores que no aceptan que la bajada de sus sueldos reales impuesta por la inflación sea compensada en menos de un 70% por las empresas.
Mientras los gobiernos renuncian a parar la tercera ola que cargan a nuestras espaldas y venden una ley de eutanasia cuyo contexto social es realmente obsceno, el capital se centraliza y concentra asaltando nuestras rentas, que caen en picado. Mientras el ruido ideológico tapa los cambios de fondo, los sindicatos «se reservan». ¿Para qué?
Las luchas han ido en aumento en India desde principios de este año. La combatividad venía al alza durante los últimos dos años, pero la pandemia de covid y la respuesta gubernamental ante el virus han ido desatando las luchas. Como ha sido la tónica general en todo el mundo, el gobierno indio ha priorizado los intentos de salvar una economía en caída sobre salvar vidas y cubrir necesidades. Ha desplegado toda una serie de cambios legales que socavaban aun más a campesinos y trabajadores. Resultado: un foco de luchas en el sur del país que los sindicatos no han logrado contener.
Hay miles de huelgas y multitud de luchas locales, pero una buena parte de ellas responden a fenómenos globales del momento, como los efectos de la pandemia de covid sobre los sistemas sanitarios y educativos. Veamos unas muestras de la respuesta de la clase a nivel global y la reacción de los sindicatos que intentan encuadrarla.
La experiencia en toda Norteamérica no refleja una particular mezquindad de los sindicalistas autóctonos, refleja el empeño de los sindicatos en todo mundo por mantener la producción para salvar las inversiones de las empresas, poniendo al capital por encima de la seguridad y las vidas de los trabajadores.
Esta «huelga» que se vende a los trabajadores como una lucha como una lucha por la mejora de condiciones de trabajo y contra la discriminación de los trabajadores negros, afirma sin embargo en sus reivindicaciones la segregación entre trabajadores, amplifica la culpabilización racialista y acaba fundiendo todo con la consecución por los sindicatos de un estatus similar al de sus equivalentes europeos o argentinos. Todo bien sazonado y limitado por los intereses electorales del partido demócrata. ¿Dónde está el «potencial obrero» del movimiento BLM del que habla la izquierda estadounidense?
El capital español será uno de los más castigados del mundo en 2020. Las «soluciones» que aportan los gestores del capital y los sindicatos no pueden producir ninguna esperanza.
De nada sirve que se produzca un «despertar» masivo en condena del racismo, porque el racismo no es un problema de «conciencia individual» que pueda separarse de la estructura social y la división en clases. Nada vendrá nunca de los sindicatos, de la burguesía ni de los identitaristas empeñados en mantenerla. La lucha contra toda la discriminación es inseparable de la cuestión social y por tanto inseparable de la centralización e independencia de nuestra lucha como trabajadores.
Este año no vamos a hacer un comunicado propio. Adherimos al comunicado de los compañeros de «la Antorcha», una organización de jóvenes comunistas que representa mejor que ninguna otra organización que conozcamos el impulso que nuestra clase está germinando ya y que es la única esperanza de nuestra especie.
Último esquema de la serie sobre fundamentos del comunismo de hoy.
Paradójicamente, si al trumpismo le sale bien la ofensiva anti-aborto como campaña de encuadramiento, habrá conseguido por otros medios lo mismo que pretende el feminismo: dividir a los trabajadores para encuadrarlos con una parte de la pequeña burguesía. Así que la cuestión es cómo enfrentar a Trump y los «pro-choice» sin fortalecer a un feminismo no menos divisivo. Pero para eso, tenemos que conocer por qué es masivo en EEUU el movimiento «pro-vida»-.
El capitalismo de estado estadounidense es seguramente el que ha dado un papel menos relevante a los sindicatos en su arquitectura institucional y política. A diferencia de los fascismos -de Italia a Argentina- y de los modelos de postguerra -del stalinista a los llamados «estados del bienestar» europeos- apenas les otorga un papel secundario. Para entender la causa, que es a su vez origen de tantas diferencias en el discurso político y la justificiación y forma de reparto de las coberturas sociales, tenemos que remontarnos a la crisis de 1929 y la segunda guerra imperialista mundial.
Daniel de León desempeñó un papel central en la formación de los «Industrial Workers of the World» (IWW), enfrentándose al creciente elemento anarquista y anti-político que amenazaba con descentralizar y dispersar el movimiento obrero. Esta batalla en el seno de los IWW es a menudo tergiversada como una demostración del «sectarismo» de Daniel de León, cuando en realidad fue un ejemplo de lucha por la independencia de clase, reminiscente de la batalla entre Bakunin y Marx en la Primera Internacional. Fue un momento importantísimo en la historia del movimiento obrero y en particular, en el de EEUU.
Los «Industrial Workers of the World» (IWW) son, a día de hoy, un mito del anarquismo y el anarcosindicalismo. Sin embargo, nacieron como parte del esfuerzo consciente de los marxistas estadounidenses por superar el sindicalismo gremial, de oficio, que dividía a los trabajadores de una misma plantilla en favor del «sindicalismo de clase» o «nuevo sindicalismo», como lo había definido Engels.
Un sindicato nuevo y casi desconocido hasta ahora. Huelga indefinida, con fortísimo impacto en poco tiempo y una «victoria» rápida. O así lo cuentan los «expertos» universitarios en lucha de clases y la prensa «progresista». ¿Un nuevo modelo de sindicalismo y un nuevo formato de luchas o los viejos perros que nos vendieron mil veces antes con un nuevo collar?
Una nueva generación llega al trabajo asalariado. Todos son precarios. Producto de la precarización y la proletarización, muchos llegan «de nuevas», sin memorias familiares y después de haber sufrido cuatro o cinco años de bombardeo ideológico. Quieren «hacer algo», «organizar a los compañeros»… y cómo no podía ser de otro modo, lo que aprendieron en las universidades del estado, no les sirve de nada.
El desarrollo de huelgas «salvajes» y de masas en Matamoros, Tamaulipas, es la lucha de clases más importante en años en las Américas. La hemos seguido todo lo atentamente que hemos podido en nuestros canales de noticias aunque solo a grandes rasgos en nuestro diario. Publicamos ahora un resumen de los últimos sucesos que nos envía un grupo de compañeros de Matamoros nacido de la necesidad de sacar lecciones al calor de las luchas.
En España, en México, en Argentina… en Irán, por todos lados estamos viendo lo que parece un renacer del sindicalismo «de base», acompañando el rebrote de las luchas y huelgas de clase. Muchas veces, no siempre, vestido como una vuelta al «sindicalismo revolucionario» o el anarcosindicalismo. ¿Qué significa? ¿Adónde va?
La Constitución del 78 se aprobó en medio de un ascenso de la combatividad de clase y como parte de una estrategia global de la burguesía española que buscaba descarrilarla y reencauzarla hacia el redil sindical. Uno de cada tres ciudadanos se abstuvo en el referendum sobre la Constitución del 78 mostrando un descontento que ahora nos ocultan.
La batalla de los taxistas contra la reorganización del sector por el gran capital está convirtiéndose en un verdadero manual de cómo funciona el capitalismo de estado y que papel reserva para los trabajadores. Como cuando la guerra se da entre capitales nacionales y estados a bloque solo cabe afirmar una cosa: el enemigo no es el trabajador del otro lado de la barricada, el enemigo está en el propio país… y en la propia empresa.
¿Por qué no hay una oleada de saqueos en Argentina como en 2001 a pesar de lo que parece esperar la prensa internacional y anima desde lejos el izquierdismo europeo?
De la Huelga General en Argentina aprendemos que la auto-organización de los trabajadores es condición para que nos dotemos de un programa propio de clase. Y un programa de clase, no puede tener por objetivo exculpar al capital nacional, «defenderlo» del FMI, ayudarle a su gestión acelerando su ya brutal concentración en el estado existente o vender la utopía de un «desarrollo nacional alternativo».
Traducimos y reproducimos una hoja distribuida por el grupo «PRIO» en Francia este mes con motivo de la huelga de ferrocarriles. Los sindicatos han reconducido la combatividad de la clase adornando las luchas con el culto a la empresa y la mistificación de la «defensa de los servicios públicos por los trabajadores». Es decir colocándola en el terreno de la racionalidad del capital… que les explota.
La huelga de hostelería en Valladolid, la de trabajadores del metro y del museo Picasso en Málaga, los paros de profesores en Portugal y más allá del Pirineo, las huelgas de ferrocarriles y funcionarios que están movilizado a todo el aparato político y sindical del estado francés. En todos lados, las huelgas están encauzadas por los sindicatos, pero ¿hacia dónde? ¿qué alternativas deberíamos afirmar?
Tiene sentido organizarse, pero no como sindicato. Vienen reformas legales para hacer «presentable» la precarización. El momento de movilizarse de los estudiantes llegará pronto. Y ahí habrá que luchar por darle un contenido de clase, no corporativo, por la organización mediante asambleas de estudiantes abiertas a todos los trabajadores, no bajo la verticalidades ajenas. Y para tomar fuerzas y prepararse para esa batalla si que merece la pena organizarse… fuera de los sindicatos.