
Como era previsible la xenofobia crece con la guerra y afecta ya también a los mismos refugiados ucranianos. ¿Qué alimenta el miedo y el rechazo a los refugiados?
Como era previsible la xenofobia crece con la guerra y afecta ya también a los mismos refugiados ucranianos. ¿Qué alimenta el miedo y el rechazo a los refugiados?
La prensa se felicita del «cambio radical» que la invasión de Ucrania ha supuesto en el trato a los refugiados por la Unión Europea. Hasta los gobiernos más xenófobos están dando estatuto de refugiado y facilidades de todo tipo. Pero, ¿realmente ha cambiado algo más que las apariencias?
Morawiecki, el primer ministro polaco, lleva días hablando de «un nuevo tipo de guerra». Los gobiernos bálticos hablan de «la mayor amenaza para la seguridad en los últimos 30 años». El presidente del Consejo de la UE, Michel, califica la llegada de unos cientos de migrantes como un «ataque brutal, híbrido, violento e indigno». Y la prensa europea más entusiasta le hace coro hoy: «Estamos ante un ataque híbrido de un vecino claramente hostil» editorializaba El País. Pero ¿realmente estamos ante una acción de «guerra híbrida»? ¿Son una amenaza unos cientos de refugiados? ¿Para quién?
Unos millares de refugiados y migrantes en la frontera puede parecer algo habitual en los países mediterráneos. Pero en las fronteras del Este de la UE es una crisis de refugiados en toda regla que moviliza al ejército y sirve de base a una brutal campaña nacionalista y racista. En un juego perverso entre el dictador de Bielorrusia y los gobernantes de Polonia, Lituania, Hungría y Grecia, sirve para acabar de finiquitar las pocas garantías que quedaban para refugiados y migrantes en Europa. «El derecho de asilo, tal como lo establecen las leyes europeas, ya no existe en toda Europa», sentenciaba hoy Spiegel.
La política ante los refugiados afganos devuelve el protagonismo al feminismo. Tras la conquista de Kabul por los talibanes los principales países de la UE dejaron claro que solo darían refugio a unos cuantos colaboradores directos y a lo más granado de la burguesía afgana. Sin embargo pronto empezó a hacerse hegemónico entre los políticos un mensaje claro: incluso dentro del afortunado grupo de élites locales habría diferencias por sexo.
Las terribles escenas de desesperación en el aeropuerto de Kabul ayer han causado estupor en todo el mundo. Mientras las delegaciones de más de sesenta países esperan todavía ser evacuadas de Afganistán, la eventual llegada a Europa de una nueva ola de refugiados se ha convertido en el centro de la campaña electoral alemana y la agenda política francesa; el gobierno austriaco pide a la UE crear campos de concentración para los refugiados que lleguen; Letonia promete devoluciones en masa para los que lleguen a través de Rusia; y Grecia propone pagar más a Turquía para que retenga a los refugiados. Pero ¿de verdad llegará una ola de refugiados? ¿Quiénes entrarán y quienes serán rechazados?
Durante el último mes países UE como Dinamarca o Lituania han expuesto sin pudor nuevas políticas inhumanas, si no criminales, frente a los migrantes y refugiados que buscan asilo. Las revelaciones de Spiegel y la investigación del Parlamento Europeo han demostrado la implicación de las policías de fronteras de Italia, Malta, Grecia y del máximo dirigente de Frontex, un organismo UE, en verdaderos crímenes de lesa humanidad. Pero esta vez no hay crisis ni problema. Se hace visible el verdadero rostro de una UE que usa rutinariamente como propaganda imperialista el «Estado de Derecho» y los «Derechos Humanos».
Los sucesos que vemos desarrollarse en Ceuta no son ninguna «crisis migratoria». Se trata de un evento animado y organizado por el estado marroquí. No estamos ante un drama de refugiados sino ante un happening que sirve de presión política en el contexto del conflicto imperialista entre España y Marruecos. Un conflicto que cada vez se torna más peligroso.
Los medios empiezan a recoger la situación de verdadera crisis humanitaria que se vive en Canarias y Melilla. Lo que no cuentan es por qué se produce ahora una oleada de llegadas de personas dispuestas a jugarse la vida con tal de llegar a la España continental europea, por qué el hacinamiento y qué hay bajo las protestas de los vecinos de los barrios en los que ahora se instalan de mala manera a refugiados y migrantes.
Enfrentar la barbarie cotidiana, afirmar las necesidades humanas por encima de las del capital, sus estados y sus enjuagues, no puede sostenerse desde esa extraña mezcla de moral culpabilizadora cristiana e individualismo mesiánico. No son los «valores del héroe» que necesita sentirse imprescindible los que pueden sacar a la Humanidad de este estancamiento destructivo. La salida viene de otra moral, otra forma de lucha y sobre todo, otro sujeto colectivo.
Desde las urgencias francesas Alemania parece cada vez más un peso muerto incapaz de avanzar hacia la construcción de un bloque imperialista propio. Desde la mirada de los capitanes de las fuerzas centrífugas dentro de la propia Europa, la misma UE se ha convertiedo en un edificio en derribo. Salvini declara con descaro a Spiegel que «ya veremos si dentro de un año sigue existiendo la Unión Europea». La próxima recesión puede olerse ya en el aire. El tiempo se agota para Merkel y Macron.
La mini-cumbre sobre migración convocada por Juncker y Macron en apoyo de Merkel ha evidenciado las debilidades del eje franco-alemán y abierto el camino hacia una arquitectura alternativa de un «bloque europeo» más beligerante en Africa y América Latina, más abierto a acuerdos con Rusia y estará irremediablemente en batalla discursiva y económica abierta contra EEUU.
Nos venden que el órdago de Salvini con el Aquarius y la respuesta franco-española son dos alternativas -xenofobia vs solidaridad- ante una crisis humanitaria que arrastraría incluso a Alemania. La realidad es mucho más sórdida y terrible.
Los estados utilizan y manipulan cada vez más los flujos migratorios como proyectiles, rehenes y objetos de intercambio en sus batallas y negociaciones ¿Podemos creer las preocupaciones «humanitarias» del gobierno español o el italiano? El caso «Aquarius» revela hipocresias, crueldades… y lo que los trabajadores representamos en la sociedad actual.
¿Qué racionalidad hay en endurecer una legislación que coloca a los trabajadores en una posición de debilidad que les condena la explotación extrema y al mismo tiempo reprimir a los patrones «que se pasan»? La función de la legislación laboral -y del día a día sindical- es asegurar que no hay sectores de la burguesía que, aprovechándose de la debilidad de un grupo concreto de trabajadores, compiten con ventaja desequilibrando el sistema.
El «milagro industrial» en las regiones rurales no coincide por casualidad con las bolsas de precariedad y sobre-explotación más sangrantes. El capital que lo alimenta es el producto de condiciones de vida infames de los jornaleros sin papeles. La esclavitud de estos jornaleros no es un problema «particular», una «situación», es un indicador de lo que el capital impulsa para todos los trabajadores. «El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza»… y así es en cada lugar donde se desarrolla.
Lavapiés es el corazón de «la izquierda» madrileña y expresa bien lo que ésta significa para los trabajadores: invisibilización de la explotación, hipocresía rabiosa respecto a la opresión, entrega de los trabajadores a mafias y bandas, precariedad sin límites y la promesa de movilizaciones destinadas a culpabilizar y dividir a la clase.
Es muy probable que el camino de las conversaciones en las que madura la conciencia en resistencia al bombardeo mediático permanente sean invisibles en el mapa político. Que el «camino más corto» entre México y Buenos Aires pase por Madrid y que, a pesar de la cercanía física y lingüística, Lisboa esté más cerca de Sao Paulo y Londres que de Barcelona.