
Con el anuncio del «Plan de Recuperación y Resiliencia» comienzan a desgranarse las reformas que se integran en él. Y en primera línea, como no podía ser de otra manera, las líneas maestras del ataque a las pensiones.
Con el anuncio del «Plan de Recuperación y Resiliencia» comienzan a desgranarse las reformas que se integran en él. Y en primera línea, como no podía ser de otra manera, las líneas maestras del ataque a las pensiones.
El desastre argentino es una clase dirigente que nos aboca al colapso sanitario dando prioridad a un capital nacional inviable que condena a los trabajadores a la pobreza y está abocado a un juego imperialista cada vez más difícil que hace inevitable el desarrollo del militarismo.
La crisis de la religión en Europa se hace evidente a pesar del agresivo proselitismo de las iglesias protestantes en los barrios. Las encuestas sobre creencias muestran una tendencia consistente a largo plazo que ni siquiera la angustia de este año de pandemia y precarización parece cambiar. Sin embargo, la atomización y la soledad de la que siempre se alimentaron sigue más al alza que nunca, así que toca preguntarse si de verdad estamos ante una crisis de la religión o solo ante la crisis de sus formas más atávicas, sustituidas por algo quizá aun peor.
Hoy toda la prensa económica comenta la publicación de un estudio de FEDEA sobre las tendencias salariales y de empleo de los jóvenes trabajadores durante los 30 años anteriores a la pandemia y la recesión actual. De sus conclusiones podemos aprender mucho sobre lo que viene y lo que seguirá tras los peores momentos de la recesión actual.
En la prensa están apareciendo artículos promocionando el co-living. Se dirigen específicamente a jóvenes trabajadores (no se admiten estudiantes, remarcaba TeleMadrid) y venden un modo de vida basado en la idea de comunidad que promete vencer el aislamiento y la atomización. La realidad: pisos compartidos con espacios individuales mínimos a precios que hace no tanto se pagaban por una casa familiar; precarización habitacional más allá de las mini-casas con un falso lazo colectivista y relaciones interpersonales mercantilizadas. Ciertamente parecidas a las opresivas y miserables komunalkas stalinistas que ahora también vuelven, pero a años luz de los movimientos de vivienda colectiva y comunal del movimiento obrero hasta y durante la Revolución Rusa.
Mientras los gobiernos renuncian a parar la tercera ola que cargan a nuestras espaldas y venden una ley de eutanasia cuyo contexto social es realmente obsceno, el capital se centraliza y concentra asaltando nuestras rentas, que caen en picado. Mientras el ruido ideológico tapa los cambios de fondo, los sindicatos «se reservan». ¿Para qué?
Basta recoger los titulares de la semana para ver con claridad que tanto la política de salud pública y reducción de contagios como la legislación laboral, las coberturas de jubilación y la distribución de rentas e ingresos se doblegan ante el ansia por mejorar los resultados inmediatos de las inversiones puestas en las empresas. Lo que el capital exige para recuperar rentabilidad prima sobre las necesidades más básicas y urgentes de los trabajadores, que son sistemáticamente invisibilizadas.
El capitalismo moviliza cada vez más recursos para hacernos más pobres en términos relativos. Pero cuando la crisis devalúa el capital, nos empobrece en términos absolutos para recuperar ritmo. Y como en cada ciclo le cuesta cada vez más recuperarse, empalmamos precarización con empobrecimiento desde hace más de diez años sin recuperarnos jamás. Todos los planes de recuperación del capital son planes de empeoramiento de la situación global de los trabajadores.
El escaso volumen de los fondos de «recuperación» hace de ellos una mera cobertura de la «austeridad» que la UE impulsa, con todo lo que significa para los trabajadores en tanto que reducción forzada de los costes generales de explotación la fuerza de trabajo: menos servicios de salud, educación, cohesión social, etc. Pero esta «austeridad» se quedaría en mero aperitivo de la ofensiva general contra las condiciones de los trabajadores que suponen las «reformas» a las que van «condicionados».
Hoy se ha publicado el argumentario con el que la ministra de Economía española, Nadia Calviño, busca convencer a grandes fondos de capital de que inviertan en deuda del estado. Es decir, les explica por qué apostar por el resultado global del capital nacional es una buena inversión. El conjunto permite entender bien la continuidad de la «hoja de ruta» de la burguesía española y lo que considera sus «logros». Logros que, por supuesto, el gobierno de PSOE-IU-Podemos, hace suyos y pretende llevar «más allá».
El sanchismo necesita de la reforma laboral de Rajoy para hacer su alquimia y que, por ejemplo, cada subida del SMI reduzca la masa salarial total percibida por los trabajadores. Y si la deroga será para volver a enunciarla acto seguido con otro nombre… e igual sustancia.
De Beirut a Bagdad, de Santiago de Chile a Ciudad de México y de Bogotá a París. Miremos donde miremos, los estudiantes son la vanguardia de las revueltas. Pero no todas las movilizaciones representan a la misma clase social ni imprimen el mismo sentido al levantamiento social.
A día de hoy el único «milagro» al que puede aspirar el capitalismo portugués es a enseñorear una independencia inexistente y hacer pasar como inversiones por el futuro común los sacrificios por el capital nacional de unos trabajadores que cuanto más traguen más pretenderán empobrecer y reprimir. El modelo de Costa, no es el de un barco que sale a flote y toma rumbo en mitad de una tormenta, sino el de un naufragio donde se reprime al que protesta. No es de extrañar que inspire a Sánchez y Fernández.
La vivienda, el alquiler, es un punto más donde el capital puede realizar su exacción económicamente, poner la responsabilidad al mercado -que es el mero traductor de sus intereses- y echar mano del estado para asegurar las condiciones de una explotación ampliada.
El referéndum del Brexit en 2016 y el triunfo de Trump en 2017 cerraron un periodo histórico que difícilmente puede ser considerado una era dorada. A partir de ahí: guerras comerciales, revuelta de la pequeña burguesía, choques militares cada vez más directos entre las potencias… y una crisis económica que no acaba nunca. En lo cotidiano: estados cada vez más autoritarios y una precarización y pauperización galopante comiéndose a los trabajadores cualificados que alguna vez se consideraron «clases medias». ¡Qué gran argumento para una serie distópica!
Si Sánchez escucha los pedidos de las empresas de ciclologística hasta el punto de incluir el tema en su discurso de investidura y darlo de ejemplo de la necesidad de reformar el Estatuto del Trabajador es porque la tendencia al cronometraje, el destajo y la ultraprecarización no se limita a los riders. Por eso a los riders les toca luchar y hacerlo con asambleas abiertas… porque los demás, si no queremos acabar como ellos, debemos unirnos a la lucha.
Hoy la Universidad es la expresión de un capitalismo incapaz de ofrecer verdadero desarrollo, un contenedor de trabajadores jóvenes sin destino, un momento en el proceso general de precarización. Y sobre todo, a falta de destinos y «empleabilidad», un centro de adoctrinamiento que enseña a buscar «brechas» e invisibilizar abismos.
Ésta historia repugnante nos deja bien claro que no hay otra salida que dejar de ser individuos aislados buscando mantener la cabeza sobre el agua pegando manotazos sobre nuestros iguales, que tenemos que dejar de fiarlo a unas agendas «de cambio» que siempre son mentirosas y enemigas… y tomar el futuro en nuestras manos… plantando cara como clase antes de que la apisonadora se lleve por delante a lo que queda de nuestras vidas y a quienes más queremos.
Madrid realiza un programa piloto de reducción de horas de asistencia en consulta de atención primaria. Sólo el 51% de la población de Madrid consigue cita en atención primaria en las primeras 48 horas tras la petición, y existen demoras de hasta diez días. El piloto madrileño no solo hará más difícil los horarios, reduciría en un 25% la asistencia
Ultimamente los taxistas, es decir, los propietarios de licencias de taxi, aparecen como una parte especialmente combativa de la pequeña burguesía. En la medida en que se enfrentan a gigantes globales como «Uber», asociados a la precarización de sus trabajadores, suscitan apoyos sociales crecientes y diversos. Pero ¿Qué son? ¿Cuál es su proyecto? ¿Por qué se movilizan? ¿Deberíamos apoyarles?
Lavapiés es el corazón de «la izquierda» madrileña y expresa bien lo que ésta significa para los trabajadores: invisibilización de la explotación, hipocresía rabiosa respecto a la opresión, entrega de los trabajadores a mafias y bandas, precariedad sin límites y la promesa de movilizaciones destinadas a culpabilizar y dividir a la clase.
Ser trabajador joven es hoy vivir en una cuerda floja entre el paro, la precarización y el adiestramiento profesional o universitario. Hoy por hoy hace falta valor para decir que no, que otro capitalismo no es posible, que lo que tenemos es que superar este sistema de una vez y que el comunismo queda por delante. Pero ¿qué más puedes hacer si eres joven?
Las movilizaciones del INTI, el mayor centro de innovación del Cono Sur, responden al plan de reestructuración realizado por Tecnalia, una empresa semipública bajo forma de Fundación, dependiente políticamente del gobierno vasco. ¿Qué es Tecnalia en realidad? ¿Qué busca Macri? ¿Qué une a tan inopinados aliados a miles de kilómetros de Vitoria? Una historia de capitalismo de estado, periferias e imperialismo.
Todas las movilizaciones estudiantiles del pasado fueron supuestamente «importantísimas», las de hoy apenas ganan hueco en los telediarios entre un oso moribundo y la final asiática de badminton por parejas. ¿Por qué tanto amor a los estudiantes del pasado y tan poco a los del presente? El estudiante universitario de hoy es objeto de un sádico experimento masivo. Formado para ser «inculto» en términos de la vieja universidad, más «preparado» para las necesidades inmediatas de las empresas que nunca y sujeto a un bombardeo ideológico como no han sufrido las generaciones anteriores.
El camino al que nos empujan como clase es el de la precariedad y la miseria con el único horizonte de una nueva matanza entre trabajadores bajo banderas nacionales en interés exclusivo del capital.
Nos dice el gobierno que «España vuelve a crecer, recupera empleos a pesar de que el paro seguirá siendo abrumador mucho tiempo y atrae inversiones». Pero en realidad lo que dicen las cifras es que el consumo baja, el trabajo es cada vez más precario, que las «grandes esperanzas» industriales españolas se han ido al garete, que los bancos siguen todavía en la cuerda floja y que el capital que llega no pretende tener un uso productivo. El «milagro español» no es más que la combinación de una precarización galopante, el empobrecimiento de capas cada vez más amplias de la población y la venta a saldo de los trastos de una burguesía cuyo próximo objetivo es sacrificar las pensiones en el altar de un tejido financiero exhausto,
¿Qué mensaje manda la «Guía Michelin»? Que la burguesía española no piensa guardar las formas cuando se trata de «los suyos» y sus avenidos, que no les importa el cómo, que ni siquiera se sienten obligados a fingir escándalo o sorpresa. Para ellos el viejo Manchester decimonónico queda adelante, no atrás. Y la «opinión pública», como los programas de cocina, están para mantenernos entretenidos. El plato fuerte, es para ellos.
¿Por qué los mismos medios que invisibilizan suicidios, accidentes laborales y crímenes imperialistas de todo tipo se desgarran por 44 mujeres asesinadas? Invisibilizar la matanza cotidiana y apuntar al «patriarcado» sirve para que el capitalismo salga de rositas sin que se cuestione su carácter criminal e inhumano.
Uber ha comprado 24.000 coches sin conductor a Volvo. Los medios lo pintan como el culmen de la innovación… y llevan razón porque Uber es innovación capitalista de libro. Sobre todo de un libro en concreto: «El Capital».
El Brexit te afectará de dos maneras, ninguna de ellas buena: la primera una muy previsible presión redoblada en toda Europa hacia la precarización y los bajos salarios en nombre de la «competitividad». La segundad es un aumento del militarismo y las tensiones imperialistas que azuzarán los desastres actuales y causarán otros nuevos en una carrera por desestabilizar a los competidores.