
El capitalismo está no solo frenando e intentando contener, sino torciendo el desarrollo tecnológico para dar sentido al capital. El resultado, sin embargo, no puede evitar tomar la forma de una socialización del conocimiento.
El «crédito social» chino es la base de un gigantesco autómata social, un distópico sistema de «karma» diseñado para marginar económicamente y aislar socialmente los comportamientos que no gustan a la clase dirigente china. Anunciado por el gobierno en 2014, se habrá extendido a toda la población del país en 2020, estableciendo un modelo de control social universal íntimamente ligado a la extensión de la Inteligencia Artificial que bajo distintas formas llegará más temprano que tarde a Europa y las Américas.