
Desde ayer se ha ido desarrollando una enorme huelga de enseñanza en Francia. Abarca las escuelas de primaria y los institutos de secundaria, y en ellas participan juntos el personal docente y el de servicios.
Llegamos a fin de 2021 con la pandemia desbocada, los precios de la electricidad batiendo récords hasta en fin de semana y los medios económicos aplaudiendo la «barra libre para la temporalidad» en la que han acabado las promesas gubernamentales sobre la reforma laboral. La crisis del aparato político tampoco pierde el compás acelerado que han tomado los datos económicos: Ivan Redondo, que hasta julio fuera principal figura del gobierno, es ahora su trol oficial y la revuelta electoral de la pequeña burguesía periférica se extiende ahora al conjunto de la «España Vaciada». Todo viene con fecha de caducidad en 2022 dando por hecho un adelanto electoral antes de noviembre.
La huelga de los trabajadores de Kellogg’s en EEUU continúa después de dos meses a pesar de los intentos del sindicato de acabar con la huelga cuanto antes y de las amenazas de la empresa de despedir a los huelguistas. Mientras Biden aprovecha la oportunidad para anunciarse una vez más como el presidente más pro-sindical desde Roosevelt, la empresa intenta llevar a sus últimas consecuencias los convenios «por niveles» firmados por los sindicatos y los sindicatos dicen que no hay que quejarse de las jornadas laborales de 12 horas sino dejar las cosas como estaban antes de 2015.
Sacar lecciones del fin de huelga en Cádiz es fundamental para las luchas que vienen. No es que unas mejores condiciones hayan propiciado un acuerdo entre patronal y sindicatos y que los trabajadores hayan aceptado. Es que la dirección sindical de la huelga ha evitado que los trabajadores tomaran el control de la lucha haciendo inevitable aceptar las condiciones ofrecidas por la patronal.
La huelga del metal en Cádiz nos muestra que tenemos que luchar de otra manera. Y eso significa, desde ya, tomar el control de las asambleas hoy monopolizadas por los sindicatos. Y hacerlo para extender las luchas, abrir las asambleas y hacer reivindicaciones conjuntas que salten por encima de todas las divisiones de sector, provincia, región o forma de contrato.
Ahora mismo hay trabajadores de media docena de empresas acampados en asamblea permanente y abierta, incorporando a trabajadores de sectores que siguen en aparente normalidad. Todo apunta a que estamos en los primeros momentos de una huelga de masas espontáneamente auto-organizada y centralizada en una asamblea abierta de trabajadores en Janaozen.
La nueva oleada de luchas involucra a más trabajadores en un único movimiento asambleario que la huelga masiva que en agosto pasado se extendió por el sector petroquímico, las acerías y las centrales eléctricas iraníes. Organizados en principio a través de grupos de Telegram, los trabajadores tendieron a centralizar las luchas desde el primer momento, organizándose en asambleas generales de aldea y ciudad y luego en asambleas entre centros y localidades, conectadas permanentemente. Hasta hoy los trabajadores han vencido los intentos de las empresas por dividir a las plantillas y las amenazas de represión.
El pasado 16 de junio el Parlamento griego aprobó un proyecto de ley que permite y legaliza la jornada diaria de diez horas. La nueva reforma laboral en Grecia también introduce una tarjeta de trabajo digital para controlar a los empleados en tiempo real al estilo español, así como aumentar el máximo de horas extras a 150 al año. Además, la nueva ley pretende impone nuevos servicios mínimos en los servicios públicos en caso de huelga y sanciones en caso de interrupción del servicio.
Estos últimos días la prensa rusa ha estado hablando de una «epidemia» de huelgas en Georgia, un país caucásico un país caucásico en el que desde hace décadas las protestas de clase han quedado anegadas por el nacionalismo. ¿Qué está ocurriendo y cuáles son los motores de las huelgas en Georgia?
Covid y escuela siguen en el centro de la lucha de clases durante la pandemia. En los meses que han transcurrido desde la vuelta a clase después de Navidades, los estados se han esforzado para hacer prevalecer la nueva normalidad en el sistema educativo desde Argentina a Francia a costa de contagios y por medio de mentiras refutadas incluso por sus propios institutos de investigación. Mientras, desde Brasil a Senegal, pasando por Gran Bretaña, los profesores vuelven a la lucha, y en Argelia rompen el control sindical e imponen el pago de salarios atrasados en todo el país.
Rusia moviliza sus tropas en la frontera con Ucrania y empieza con EEUU y UE un nuevo baile de amenazas armadas. Mientras, estallan huelgas en el Donbass a ambos lados del frente. La única alternativa real a una nueva matanza no vendrá de un acuerdo Putin-Biden para repartir rapiñas, sino de extender y unir las luchas por encima de las fronteras y los frentes armados.
El plena tercera ola del Covid, los intentos para mantener abiertas las escuelas -o reabrirlas allá donde estaban cerradas- están chocando con la resistencia de profesores, trabajadores de servicios educativos y estudiantes.
Después de las olas de huelgas en los centros franceses y portugueses este pasado otoño, la situación ha dado un nuevo giro. Los sindicatos han intentado encauzar los movimientos, se ha presentado un nuevo actor en Italia, nuevos movimientos en EEUU y la vacunación ha entrado en escena. Las consignas han ido evolucionando con la situación y la lucha sigue en ascenso, unas veces en forma de pequeñas huelgas aisladas y otras con formas espontáneas que ponen en jaque la vuelta a clase en todo un país.
La pandemia ha acelerado la crisis capitalista global y el curso de los conflictos imperialistas, pero también ha hecho explícito un nivel de contradicciones entre los trabajadores y las clases burguesas que es solo comparable al de una guerra. Todo el capital -pequeño y grande, privado y estatal- y las clases que lo representan -burguesía, burocracia, pequeña burguesía- se han mostrado abiertamente como organizadoras y prescriptoras del sacrificar vidas para salvar inversiones. La respuesta de la clase globalmente ha sido un desarrollo de la combatividad masivo y creciente a lo largo del año. Y sin embargo la comprensión del significado histórico y las potencialidades últimas del momento sigue estando lejos, y con ellas una orientación, una dirección consciente de las luchas capaz de afirmar en lo concreto y en la perspectiva las necesidades humanas universales. Nunca ha habido tanto trabajo por hacer, pero hacía mucho que no se daban condiciones tan favorables para hacerlo.
Desde hace 20 días los puertos argentinos del sector agroexportador están paralizados y con ellos las exportaciones que sostienen toda la acumulación en un país semicolonial como Argentina. La razón: la huelga de los trabajadores aceiteros y desmotadores que no aceptan que la bajada de sus sueldos reales impuesta por la inflación sea compensada en menos de un 70% por las empresas.
Hay miles de huelgas y multitud de luchas locales, pero una buena parte de ellas responden a fenómenos globales del momento, como los efectos de la pandemia de covid sobre los sistemas sanitarios y educativos. Veamos unas muestras de la respuesta de la clase a nivel global y la reacción de los sindicatos que intentan encuadrarla.
Las muertes por Covid que nos cercan cada día son perfectamente soportables para el estado y las empresas. Para ellos son daños colaterales lamentables pero necesarios para recuperar las ventas e impulsar la revalorización de las empresas. La industria de la opinión se aplica a relatarlas como producto de una «catástrofe natural» que afecta a vidas privadas y daña la economía. Mejor no pensar mucho, vayan a rebelarse los que marchan cada día a trabajar bajo riesgo. Pero la rebelión está ahí, sigue creciendo, seguimos su pulso mes a mes, y es el único dique que contiene esta matanza… y las por venir.
La respuesta macronita a la oleada de huelgas y su sincronía con Bruselas, Alemania y Holanda a la hora de aumentar las capacidades represivas de los estados, llega en un momento en el que las contradicciones más básicas del sistema están haciéndose más violentas cada día. Nos queda claro que las reglas de enfrentamiento de la clase dirigente y el estado están ya marcadas: frente a la afirmación de necesidades universales, nacionalismo; frente a las protestas, represión e impunidad.
La mayoría de las huelgas que aparecen en los medios son protestas desesperadas contra cierres de empresas que poco o nada pueden conseguir aisladas. Muchas de las veces los sindicatos son pasivos o se oponen directamente a la perspectiva de una huelga… Pero las huelgas en realidad ganan muchas veces, aunque no lo cuenten los medios. Hoy hablaremos de una ola de huelgas que empieza a dar sus frutos: las huelgas en las escuelas y guarderías por la salud de trabajadores y alumnos.
Argentina está en un nuevo pico pandémico. Los colegios no pueden dar cumplimiento a lo único que los sostenía como institución valiosa para el estado: ser comedero y guardería de estudiantes útil de paso para el adoctrinamiento nacionalista. Los docentes zozobran entre esos alumnos que se resisten a una mala formación y un estado que se cruza de brazos ante las necesidades más perentorias, respaldado por los sindicatos que entretienen a los docentes con rituales vacíos y estériles.
En todo EEUU estamos viendo una oposición creciente a la reapertura escolar. Unos trabajadores usan los días libres de que disponen para enfermedad y asuntos propios, otros protestan de distintas maneras y otros sencillamente dejan el trabajo. Los sindicatos solo se involucran cuando tomar las riendas de la protesta es la única manera a su disposición para evitar que los trabajadores hagan inviables los planes de reapertura de las escuelas
Estamos ante un movimiento global que está superando las divisorias de oficio dentro de las escuelas, incorporando a las reivindicaciones a otros trabajadores más allá de cada escuela particular y organizándose al margen de los sindicatos. Todo dentro de un marco global de ascenso de las luchas.
El gobierno comunicó ayer 156 muertes por covid en las últimas 24 horas. La atención primaria está ya desbordada. Este otoño será fundamental que el descontento que empieza a aflorar en las huelgas educativas se haga innegable, se manifieste abiertamente y plantee el terreno firme de las necesidades humanas universales. Fundamental para parar la matanza en ascenso. Fundamental para encarar el empobrecimiento en masa de los trabajadores que exigen para revivir al capital nacional, sus empresas y sus finanzas.
El incremento de hospitalizaciones, las huelgas en marcha y el fracaso de la vacuna de Oxford no son hechos aislados entre sí. ¿Qué viene ahora? Un aumento cada vez más claro de todas esas contradicciones, con estados y medios intentando orillar la realidad de la pandemia y sus consecuencias e invisibilizando las luchas con aun más descaro. Y de horizonte, la necesidad acuciante de auto-centralización y extensión de las luchas.
Los trabajadores han aparecido por fin sobre el tablero en Bielorrusia, con sus propias preocupaciones y no encuadrados por las llamadas iniciales de la oposición. Ahora se presentan como una fuerza durante esta crisis, pero el resultado aún no está decidido. Serán encuadrados por el esbozo de revuelta popular como quiere la oposición, o bien avanzarán en su propia lucha como clase añadiendo sus propias consignas a este movimiento incipiente?
Los noticieros del mundo cuentan las elecciones y las protestas en Bielorrusia de forma completamente contradictoria. Mientras la TV española liga el el fraude electoral a Rusia, la BBC recuerda el trasfondo de enfrentamientos recientes entre ambos regímenes y la TV alemana destaca el comunicado conjunto de Polonia y Lituania llamando tibiamente al diálogo. ¿Qué hay bajo la crisis política en Bielorrusia?
Esta «huelga» que se vende a los trabajadores como una lucha como una lucha por la mejora de condiciones de trabajo y contra la discriminación de los trabajadores negros, afirma sin embargo en sus reivindicaciones la segregación entre trabajadores, amplifica la culpabilización racialista y acaba fundiendo todo con la consecución por los sindicatos de un estatus similar al de sus equivalentes europeos o argentinos. Todo bien sazonado y limitado por los intereses electorales del partido demócrata. ¿Dónde está el «potencial obrero» del movimiento BLM del que habla la izquierda estadounidense?
Es verdad que ochenta y cuatro años después de la Revolución española, cuando ya no puede ser memoria más que para unos pocos ancianos, tenemos que resistir que nos cambien la historia por una memoria democrática implantada. Pero sobre todo tenemos que rechazar que quede confinada en la historia. Las fuerzas que movieron aquella insurrección masiva, capaz de derrotar a la vez a la República democrática, a los militares golpistas y al fascismo, siguen estando presentes y se afirman cada vez con más fuerza en todo el mundo. El 19 de julio, sus lecciones y lo que significa, importan no por lo quedó atrás, sino por lo que nos espera adelante. No es memoria ni historia, es futuro.
En Túnez los trabajadores se juegan mucho: sacar adelante las luchas supone imponer la satisfacción de las necesidades humanas, dejar al capital tunecino imponer las suyas es aceptar caer por una pendiente que conduce a la miseria de la gran mayoría y alimenta las tensiones hacia la guerra.
La lucha de clases es algo demasiado importante como para quedar atada en «tradiciones» o formas obsoletas. Nuestras vidas y el futuro de nuestras familias dependen de ella. Basta con la memoria de las generaciones que hoy están trabajando para darse cuenta de que la lucha aislada en la empresa, los paros sectoriales, el «diálogo social»… solo han conducido a una espiral de precarización y a la impotencia frente a los cierres de plantas y empresas. Para encontrar las formas de lucha alternativas que nos sirvan hoy para enfrentar la que está viniendo, necesitamos entender al menos en lo fundamental qué es y cómo funciona el capital. Y cuando lo hacemos no hay fantasía histórica que lo soporte. Tenemos que luchar de otra manera a la que nos proponen los sindicatos. Y desde ya, luchar por extender las luchas sobre el territorio.
Se cumplen 40 años de «la Comuna de Gwangju», una insurrección proletaria en la Corea de 1980 llena de cosas que aprener, que es sin embargo es casi desconocida por los trabajadores fuera de Asia. Empujados por los acontecimientos, los obreros de Gwangju fueron mucho más allá de la sociedad actual, le mostraron al mundo una rendijita a través de la cual atisbar la posibilidad de un mundo mucho mejor.
Es el momento en el que los trabajadores de las plantas estadounidenses de la industria militar deberían romper también el cerco sindical y unirse a la lucha bajo la misma plataforma, que describe y define sus intereses con claridad. Pero el bloqueo informativo en EEUU sobre unas huelgas que están integradas totalmente en su industria es aun más efectivo que el del estado mexicano.
Estamos en mitad de la oleada de huelgas y luchas más sincrónica en el tiempo y más extendida geográficamente del último siglo. Evidencia hasta qué punto las necesidades universales, humanas, solo pueden ser defendidas por los trabajadores como clase, porque solo para los trabajadores se presentan como su objetivo inmediato y directo en todo el mundo. Y lo que no es menos importante, muestra que los trabajadores somos capaces de afirmar una alternativa global cuando rompemos con la supeditación de nuestras reivindicaciones al beneficio de las empresas, es decir con el discurso que llevan machacando años los sindicatos.
La pandemia deja expuestas dos verdades fundamentales: el antagonismo radical entre las necesidades humanas y el capitalismo; y que los trabajadores son el único sujeto político capaz de representar y afirmar en todo el mundo esos intereses universales.
Tras las últimas declaraciones de los gobiernos británico, español, italiano y estadounidense, es el momento de ir a la huelga en todos los centros de trabajo que no estén dedicados a la producción esencial.
Ni cabe esperar que los conflictos imperialistas se detengan al borde del precipicio ni que ninguna crisis haga a la burguesía, el estado o sus sindicatos «abrir los ojos» a nada que no sea aumentar la explotación
La semana se cierra con equilibrios imposibles en Bolivia y España, pero también con un nuevo avance de movilizaciones sobre reivindicaciones de clase en Francia… ante las que Macron cede en cuanto ganan masividad y visibilidad.
La evolución de la situación en Bolivia avisa de lo que está por venir en Sudamérica. Mientras, en Europa la crisis aviva las tensiones inter-imperialistas, poniendo en la picota a la OTAN. Y lo más importante de la semana: la lucha de los ferroviarios de Chatillon consigue un éxito histórico deshaciéndose del lastre de la policía sindical.
Desde el 21 de octubre, los trabajadores del centro de mantenimiento ferroviario de Châtillon, verdadero centro neurálgico de las redes de tren de alta velocidad del oeste francés, se han declarado en huelga sin preaviso al margen de los sindicatos. Se levantan contra las pésimas condiciones laborales y el control sindical que llevó a la desastrosa huelga de 2018.
El cuadro general de esta semana es el del comienzo de una verdadera ofensiva general… no en la frontera entre Siria y Turquía, sino en todo el mundo. Viene una recesión y cada capital nacional quiere llegar con las mejores cartas posibles. Eso quiere decir con las mayores capacidades tanto para enfrentarse a sus rivales externos, como para aumentar nuestra explotación en términos absolutos.
Esta semana arrancó con la quiebra de Thomas Cook, primera señal de una crisis que está precipitando ya en recesión; la guerra comercial se llevó por delante el sistema universal de correos -joya histórica del capitalismo ascendente; mostró la inanidad e inmoralidad de las nuevas ideologías de «unión sagrada ecológica» con la burguesía; exacerbó la batalla de las facciones burguesas en EEUU; y dejó claros los límites inmediatos que sindicatos e izquierda imponen a las únicas luchas que pueden ofrecer una perspectiva de superación al marasmo que se desarrolla ante nuestros ojos.
Si Sánchez escucha los pedidos de las empresas de ciclologística hasta el punto de incluir el tema en su discurso de investidura y darlo de ejemplo de la necesidad de reformar el Estatuto del Trabajador es porque la tendencia al cronometraje, el destajo y la ultraprecarización no se limita a los riders. Por eso a los riders les toca luchar y hacerlo con asambleas abiertas… porque los demás, si no queremos acabar como ellos, debemos unirnos a la lucha.
Un sindicato nuevo y casi desconocido hasta ahora. Huelga indefinida, con fortísimo impacto en poco tiempo y una «victoria» rápida. O así lo cuentan los «expertos» universitarios en lucha de clases y la prensa «progresista». ¿Un nuevo modelo de sindicalismo y un nuevo formato de luchas o los viejos perros que nos vendieron mil veces antes con un nuevo collar?
Una nueva generación llega al trabajo asalariado. Todos son precarios. Producto de la precarización y la proletarización, muchos llegan «de nuevas», sin memorias familiares y después de haber sufrido cuatro o cinco años de bombardeo ideológico. Quieren «hacer algo», «organizar a los compañeros»… y cómo no podía ser de otro modo, lo que aprendieron en las universidades del estado, no les sirve de nada.
El desarrollo de huelgas «salvajes» y de masas en Matamoros, Tamaulipas, es la lucha de clases más importante en años en las Américas. La hemos seguido todo lo atentamente que hemos podido en nuestros canales de noticias aunque solo a grandes rasgos en nuestro diario. Publicamos ahora un resumen de los últimos sucesos que nos envía un grupo de compañeros de Matamoros nacido de la necesidad de sacar lecciones al calor de las luchas.
En la actual situación pre-revolucionaria colapsan un capital nacional orientado con todas sus fuerzas hacia la guerra imperialista, desde Yemen hasta Líbano y Gaza y un proletariado que afirma las necesidades humanas y la vida. Toca organizarnos, aprender e intervenir para romper ese aislamiento y extender las luchas que hoy despuntan por todo el globo para convertir la generalización de la guerra imperialista en marcha, en Revolución mundial.
Hoja de intervención de Emancipación en la manifestación de hoy en apoyo de los trabajadores de Metro Granada.
Marruecos sufre la que posiblemente sea su peor crisis política desde la independencia: se unen contra el «Majzen» la revuelta nacionalista, la huelga de masas, la pequeña burguesía urbana y el conflicto imperialista. Un rey casi permanentemente ausente deja al descubierto la fragilidad de una burguesía de estado que no ha dejado de ser Corte.
Traducimos y reproducimos una hoja distribuida por el grupo «PRIO» en Francia este mes con motivo de la huelga de ferrocarriles. Los sindicatos han reconducido la combatividad de la clase adornando las luchas con el culto a la empresa y la mistificación de la «defensa de los servicios públicos por los trabajadores». Es decir colocándola en el terreno de la racionalidad del capital… que les explota.
La huelga de Air France coloca la respuesta de los trabajadores ante los problemas sin resolver del pasado. La tendencia es a que cada conflicto se enfrente al capital entero como un bloque. Necesitamos nuevas consignas y extender luchas, uniendo huelgas «de empresa» sobre plataformas comunes a todos los trabajadores.
La huelga de hostelería en Valladolid, la de trabajadores del metro y del museo Picasso en Málaga, los paros de profesores en Portugal y más allá del Pirineo, las huelgas de ferrocarriles y funcionarios que están movilizado a todo el aparato político y sindical del estado francés. En todos lados, las huelgas están encauzadas por los sindicatos, pero ¿hacia dónde? ¿qué alternativas deberíamos afirmar?
Una lucha de clase no va a separar por sexos ni por nacionalidades ni por ninguna otra cosa a los trabajadores. Cuando se afirman, cuando se ponen por delante banderas nacionales o de cualquier otro tipo, se está diluyendo la clase y con ella la única oportunidad de mandar de una vez a este sistema decadente, con todas sus opresiones y barbaries, al basurero de la Historia.
El movimiento en el Kurdistán iraquí e Irán de esas semanas tiene una importancia histórica. Marca la posibilidad de un nuevo curso de luchas y pone coto a la escalada belicista en Oriente Medio. Pero si sus fortalezas nos muestran hasta qué punto podemos transformar las cosas, sus debilidades nos enseñan por dónde debemos empezar a hacerlo.
Se ha hecho evidente para la burguesía española como un todo que el sistema federal de administración del estado, que infla a los caciques, entrona a las pequeñas burocracias locales y da alas a una pequeña burguesía tan pagada de sí misma como poco sensata, no le es ya útil para mantener la cohesión territorial ni la unidad de mercado.
La resistencia de los trabajadores al encuadramiento nacionalista está siendo lo mejor de estos días, en Cataluña y en el resto de España. De momento ha forzado al «paro país» del 3-O a mostrarse como lo que es: una huelga patronal organizada entre el estado y las patronales locales.
Perjeñada por la CUP e instada desde la Generalitat, su objetivo principal es mostrar a los trabajadores cerrando filas con el gobierno de la Generalitat en su enfrentamiento con el gobierno de España. Si lo consiguieran sería un «win win» para ambos bandos burgueses. Habrían dividido a la clase en dos.