
Las elecciones andaluzas 2022 han arrojado unos resultados muy distintos de lo esperado: en Andalucía, la crisis del aparato político de la burguesía española puede darse por cerrada.
Las elecciones legislativas francesas y los sondeos que adelantan los resultados de las elecciones andaluzas sólo son aparentemente opuestos. Bajo ambos resultados se ocultan la misma crisis del aparato político, la misma impotencia de la revuelta electoral de la pequeña burguesía y la necesidad de una alternativa real que no puede venir de los actuales protagonistas.
El 19 de junio están convocadas elecciones andaluzas. Son muy importantes para la clase dirigente española en la medida en que podrían significar una salida, desde la derecha, a la crisis del aparato político que sufre desde la emergencia de la revuelta electoral de la pequeña burguesía. Para los trabajadores en cambio, el foco no puede estar en espectáculos electorales sino en nuestra propia organización y capacidad de lucha para enfrentar la que nos está cayendo encima.
Macron es reelegido presidente con un margen amplio. Pero no hay triunfo en su victoria. La espada de Damocles de una «tercera vuelta» no solo electoral sino sobre todo de luchas y huelgas, desluce el ceremonial republicano.
Llegamos a fin de 2021 con la pandemia desbocada, los precios de la electricidad batiendo récords hasta en fin de semana y los medios económicos aplaudiendo la «barra libre para la temporalidad» en la que han acabado las promesas gubernamentales sobre la reforma laboral. La crisis del aparato político tampoco pierde el compás acelerado que han tomado los datos económicos: Ivan Redondo, que hasta julio fuera principal figura del gobierno, es ahora su trol oficial y la revuelta electoral de la pequeña burguesía periférica se extiende ahora al conjunto de la «España Vaciada». Todo viene con fecha de caducidad en 2022 dando por hecho un adelanto electoral antes de noviembre.
La aparición de una plataforma electoral de la «España Vaciada» es vista con esperanza por todo un sector de la burguesía española con el gobierno Sánchez a la cabeza. Este nuevo «Partido Agrario», esperan, serviría para erosionar el poder parlamentario de nacionalistas regionales, independentistas y hasta de la extrema derecha. El PP en cambio es más que reticente a perder una parte de su base entre la pequeña burguesía rural.
¿Cuál es el problema entre la UE y Polonia? ¿La deriva autoritaria de Hungría y Polonia es real o solamente una excusa? ¿Tienen alguna base los argumentos polacos? ¿Quiere el PiS (partido gobernante polaco) un «Polexit»? ¿Por qué es tan importante esta batalla y por qué ahora la Comisión es tan tajante?
Las eléctricas, la CEOE, la banca… la burguesía corporativa se radicaliza, al menos aparentemente: carga contra las tibias medidas paliativas de los precios eléctricos, contra una subida por debajo de la inflación del SMI y hasta con que el reparto de los fondos de recuperación lo decida el gobierno. ¿Qué está pasando? ¿Por qué la clase dirigente hace amago de abandonar a Sánchez y tomar el volante por sí misma?
Las noticias alertan sobre la supuesta inminencia de un autogolpe de estado en Brasil. La realidad es aún más compleja y peligrosa. La división en el seno de la clase dirigente brasileña está llegando a un punto crítico en el que no puede descartarse siquiera la ruptura de ejército entre facciones rivales.
Treinta años de Mercosur… y puede que ni uno más. Después de meses de tensiones azuzadas por la radicalización de los intereses agroexportadores ante la crisis y las condiciones de la pandemia, el eje Brasil-Uruguay-Paraguay ya no habla de flexibilizar, sino directamente de ignorar los tratados. El fin de Mercosur es un hecho… de momento, pues el continente no se rige por bloques de países con estrategias estables sino que se debate en la fractura entre dos corrientes transnacionales que fracturan cada capital nacional. La sincronía y el paralelismo dan un fondo de realidad al viejo proyecto de la «Patria Grande», pero también deja al descubierto su carácter utópico y reaccionario.
Sánchez presenta «el Gobierno de la recuperación para superar definitivamente la peor calamidad vivida en décadas» y «consolidar la recuperación económica». Pero ni las cifras de la pandemia permiten darla por cerrada ni los datos y perspectivas económicas ponen por delante otra cosa que una «mini-burbuja» a cuenta de los fondos europeos. El nuevo gobierno Sánchez tiene, como mucho, oxígeno para año y medio. Y eso es lo que cuentan en primer lugar las nuevas incorporaciones y las bajas del Consejo de Ministros: el nuevo gobierno es la personalización de una estrategia para ir a elecciones antes del 27 de noviembre de 2022 reforzando unos apoyos y prescindiendo de otros.
Elecciones regionales francesas 2021: se esperaba una abstención masiva, de casi un 60%… pero al final parece que no ha ido a votar ni un tercio del censo electoral. ¡La Republique en peligro! gritan al alimón el ministro del interior, los editoriales de la derecha y Melenchon. Liberation dice que el problema es que falta oferta, querrían aun más colorines, Le Figaró que lo de llevar a Le Pen a las segundas vueltas para movilizar el voto bajo un antifascismo electoral ya no funciona. Los de Le Pen, con su estrella Mariani a la cabeza señalan que fueron las principales víctimas de la abstención masiva. Pero ¿qué significa?
Tras la toma de posesión de Pere Aragonès como Presidente de la Generalitat vino la reapertura de comunicación entre Sánchez y Aragonès. Y acto seguido una cierta coreografía política: una carta abierta de Junqueras y la escenificación de una reconciliación apadrinada por la gran patronal catalana. Se abre oficialmente una fase de diálogo que supuestamente debería servir para cerrar la crisis de estado abierta por el referendum de independencia y la declaración de independencia fake de 2017.
Tras la salida del autoproclado presidente saharaui de la mano de los servicios secretos argelinos y españoles solo cabe esperar una guerra fría con Marruecos… que como todas las guerras frías no solo tendrá consecuencias para los capitales invertidos en Africa, sino para la seguridad y la vida de cientos de miles de personas.
La crisis económica no da tregua y cada avance hacia una situación de mayor gobernabilidad se ve pronto contrariada por las consecuencias de la crisis. A cada paso se ponen en marcha con fuerza redoblada las tendencias centrífugas y localistas de una pequeña burguesía que se ve atacada cada vez más abiertamente. El tiempo de la renovación se agota y con un margen de maniobra político crecientemente estrecho el gobierno intenta apaciguar el resurgir de la revuelta de la pequeña burguesía. Sin éxito.
Después de casi 36 horas de crisis con Marruecos y tras una movilización general del estado todo vuelve aparentemente a la normalidad… pero solo después de que la Audiencia Nacional reabriera una causa por genocidio contra el líder del Polisario refugiado clandestinamente por España, que quedara claro que el apoyo europeo no pasaría de lo declarativo y que EEUU apoyaba a Marruecos y se desentendía de Sánchez. Un triunfo en toda regla del simulacro marroquí que bastó para hacer emerger una crisis de estado y evidenciar la soledad internacional del capital español. Ahora buena parte de los intereses españoles exigen un «momento Perejil» a Sánchez, un cambio de rumbo en el imperialismo español.
Empieza el fin de ciclo del sanchismo, marcado por la reaparición del TS en la gobernanza cotidiana, las encuestas, los cambios en las grandes empresas, las batallas internas en el PSOE, las trampas del Pacto Verde y el ataque directo a las condiciones de los trabajadores bajo la forma de Reforma laboral y de pensiones.
El aparato político de la burguesía española da un paso de gigante hacia su renovación. En mitad de la crisis económica, las elecciones en Madrid prometen ser el comienzo de una «vuelta al orden» después de una década de revuelta infructuosa de la pequeña burguesía que fue del 15M a Vox, pasando por el independentismo y la eclosión de partidos localistas en el Parlamento. Los dos partidos de estado, PP y PSOE están más cerca que nunca de recuperar la capacidad de articular sin muletas mayorías parlamentarias, superar la crisis política de la burguesía española e imponer las reformas precarizadoras y empobrecedoras que el capital nacional necesita para tomar aire. Y sin embargo…
La noticia saltaba a media mañana a partir de un video subido a twitter por Pablo Iglesias. Abandonaba la vicepresidencia del gobierno, coronaba como sucesora en el liderazgo de Podemos a la ministra de Trabajo Yolanda Díaz y anunciaba su intención de presentarse a las elecciones en la Comunidad de Madrid al frente de una coalición con Más Madrid.
¿Avanza Europa hacia ilegalización de la extrema derecha? En Alemania los servicios de contrainsurgencia del estado han iniciado en pleno año electoral un proceso que bien podría acabar en la disolución de la AfD, a día de hoy el principal partido de oposición. En Francia el gobierno ha disuelto uno de los grupos juveniles ultras más potentes. El Austria llevan el mismo camino. Pero… ¿Están tratando de sacar del tablero a la extrema derecha o a otra cosa?
El trumpismo es el espejo de Dorian Grey de la burguesía estadounidense, el síntoma que no quiere ver de su propia decadencia como clase, de su incapacidad para sostener el dominio de la sociedad sin fracturarla y enfrentarla a cada paso. Y eso da miedo porque ni es una enfermedad de los republicanos, ni se limita, ni mucho menos, a EEUU.
La masacre está en marcha. Más de 150 muertos al día cada día y tasas de incidencia de hasta 1000 por 100.000 en algunas regiones. ¿Espectáculos grotescos en el parlamento? Los que hagan falta. ¡¡Barra libre!! ¿Confinar? Ni de casualidad. Es malo para las ventas y como dice Roig (Mercadona) no van a «desviarse» por la salud y la vida de nadie de lo único que importa de verdad, «la economía», es decir, recuperar los beneficios.
¿Qué hay debajo de todo este debate sobre el «Estado de Derecho»? ¿Por qué aparece precisamente en Hungría, Polonia… y ahora España? ¿Hacia dónde lleva a una UE que solo está en las primeras fases de una nueva recesión?
El problema para el estado y la burguesía española es reinventar el PP, su discurso y su entorno, no Vox. Su debilidad es que el PP es un mamotreto de relaciones entre cacicazgos locales, estado, grandes empresas y redes clientelares aun más difícil de rehacer y reinventar que el PSOE. Por eso la crisis de la derecha apunta a largo.
EEUU tensa de nuevo el cerco e intenta revivir a Guaidó. La UE en cambio apuesta por Capriles y le ayudará a concurrir a las elecciones organizadas por Maduro para diciembre. La realidad es el colapso del capital nacional y el hambreo masivo de los trabajadores. Con la burguesía nacional dividida en tres bloques, cada uno con sus aliados internacionales, ¿qué espera ahora a los trabajadores en Venezuela?
Que la crisis actual sea también una crisis ideológica, es decir, una crisis de los discursos que apuntalan el dominio social del capital, es significativo. Muestra el agotamiento histórico del capitalismo de estado en el que vivimos. Es la otra cara de su incapacidad para evitar la devaluación del capital.
Se quiere que todo aparente «normalidad» para que la acumulación retome ritmo, pero estamos muy lejos de nada parecido. Es hora de sacar algunas conclusiones y clarificar algunas perspectivas sobre lo que nos viene.
«Desacomplamiento» (decoupling) es la nueva consigna que corre por los think-tanks, las cancillerías y los ministerios económicos. Significa una reducción de la interdependencia entre capitales nacionales. Pero la realidad es que no solo se «desacoplan» ellos, también el sistema institucional y los equilibrios entre clases.
Los estados parecen imbuidos de prisas temerarias mientras cocinan nuevos «recortes» y «reformas» que nos afectan directamente. La pequeña burguesía se muestra cada vez más airada, violenta y delirante. Y las huelgas de trabajadores toman brío en la «desescalada».
Lo que estamos viendo, desde China a Brasil pasando por Turquía es una fase inicial del desarrollo del militarismo. El peso político de los militares reaparece como un recurso y una salvaguarda ante los conflictos internos de la burguesía (Brasil) pero sobre todo como una forma de asegurar una perspectiva estratégica viable a medio plazo (China) en un contexto en el que la centralidad del conflicto imperialista pasa de lo comercial a lo militar (Turquía).
El sanchismo necesita de la reforma laboral de Rajoy para hacer su alquimia y que, por ejemplo, cada subida del SMI reduzca la masa salarial total percibida por los trabajadores. Y si la deroga será para volver a enunciarla acto seguido con otro nombre… e igual sustancia.
Alemania quiere un imperio que le compre la sobreproducción y le genere aplicaciones de capital, con una moneda supeditada a su lógica de acumulación, un Banco Central supeditado a sus tribunales y un ejército nuclear bien controlado… pero también que organizarlo todo le salga a precio de ganga. No, no parece que el andamiaje sea lo suficientemente sólido para esta época histórica de tornados y huracanes económicos, políticos y sociales. Pero, ¿habría algo que lamentar? ¿Perdemos los trabajadores algo importante con el colapso de la «perspectiva europea»?
La pequeña burguesía se está radicalizando. Las primeras secciones de ella que lo hacen expresan los intereses de sus pequeños capitales cargando contra la necesidad más básica de todas: la salud pública en mitad de una pandemia. A la pequeña burguesía industrial, comercial, financiera y agraria, seguirán más que probablemente otros sectores de la misma clase -academia, burocracias regionales, cuadros corporativos- con aun mayores exuberancias ideológicas… pero no mejores intenciones para con los trabajadores.
El colapso de Arabia Saudí ha pasado prácticamente desapercibido en la prensa internacional. El impacto sin embargo es enorme. En el mundo árabe proliferan las comparaciones con el hundimiento de Rusia y su modelo de capitalismo de estado a principios de los noventa, con el príncipe Salman en el papel de un Gorbachov cada vez más impotente, acumulando derrotas imperialistas, desastres económícos y enemigos internos.
Está comenzando una nueva etapa de recesión económica y crisis política a nivel mundial. Todas las contradicciones del sistema han acelerado con la pandemia y la capacidad del capital para recuperarse va a depender de su capacidad para imponer una transferencia masiva de rentas del capital al trabajo en cada país. Las pérdidas y las necesidades del capital son aun más brutales que en 2009. Pero a diferencia de hace diez años, entramos en esta nueva fase con una clase trabajadora que se ha movilizado bajo un programa de reivindicaciones prácticamente universal y que en no pocos casos ha tenido fuerza suficiente como para superar a los sindicatos y torcer el brazo a empresas y gobiernos. Pero no ha sido siquiera el primer acto. Ha sido la obertura.
La UE no puede resolver sus contradicciones, tan solo escapar planteándolas una y otra vez a un nivel cada vez más alto, en la esperanza de que el entorno global de «guerra económica» en desarrollo baste, como presión exterior, para mantener unida precariamente la estructura