
Esta semana, en España se comunicó la sentencia contra unos padres que asesinaron a sus dos hijos en Valencia; en Canarias se descubrió el cadáver, a más de 1km de profundidad en el mar de una de las niñas que había sido secuestrada por su propio padre; y en Cataluña una mujer confesó el asesinato de su propia hija por despecho a su expareja y padre de la niña. Debemos preguntarnos por qué ocurren los crímenes horribles, qué los produce y por qué 20 años de leyes y políticas públicas contra la violencia de género no han servido aparentemente para nada.