
La crisis de la religión en Europa se hace evidente a pesar del agresivo proselitismo de las iglesias protestantes en los barrios. Las encuestas sobre creencias muestran una tendencia consistente a largo plazo que ni siquiera la angustia de este año de pandemia y precarización parece cambiar. Sin embargo, la atomización y la soledad de la que siempre se alimentaron sigue más al alza que nunca, así que toca preguntarse si de verdad estamos ante una crisis de la religión o solo ante la crisis de sus formas más atávicas, sustituidas por algo quizá aun peor.