Qué es la taxonomía de inversiones sostenibles y qué significa la pelea por la nuclear y el gas de aquí a 2030
Después de un año de intensa batalla política entre países y entre cabilderos industriales y ecologistas, documentos filtrados por la Comisión Europea adelantan que la propuesta de «Libro de reglas de Taxonomía de Inversiones Sostenibles» recogerá el gas y la energía nuclear como «energías verdes». Inmediatamente Alemania, Austria y España se ponen a la contra de la nuclear -aunque escabullen el bulto sobre el gas-, mientras Francia y los 10 países del «bloque nuclear» se felicitan. ¿Cuál es la batalla real debajo de todo ésto? ¿Qué pretende cada uno y cómo nos afectará el resultado a los trabajadores en toda Europa?
¿Qué es la taxonomía de inversiones sostenibles?
La taxonomía de inversiones sostenibles es una clasificación de usos del capital. La UE lleva casi dos años de batalla intensa por determinar qué usos de capital se considerarán «sostenibles», cuáles «de transición» y cuáles nocivos para el Pacto Verde.
El objetivo de aprobar una taxonomía de inversiones sostenibles es, evidentemente, dar «incentivos» a los capitales que se movilicen dentro del «Pacto Verde» para asegurar su rentabilidad.
No es algo menor, la UE espera movilizar 2,6 billones de euros (2.600.000.000.000 €) de aquí a 2030 dentro del Pacto Verde y los bancos quieren saber qué aplicaciones de capital, qué empresas y tecnologías van a ser consideradas sostenibles y por cuánto tiempo para elaborar «carteras y fondos verdes» con las que movilizar al grueso de capitales privados hacia un terreno de rentabilidad garantizada.
Esto no va del impacto sobre el cambio climático de cómo coloquen los bancos el capital, esto va de qué usos del capital van a tener rentabilidades garantizadas por la regulación y las subvenciones bajo la etiqueta del «Pacto Verde».
De hecho, en marzo pasado se aprobó ya un reglamento que obliga a los bancos a unas reglas de transparencia en lo que introducen en sus «fondos verdes» en preparación de que se apruebe la taxonomía de inversiones sostenibles.
Para que no nos confundamos y quede clara la naturaleza de estos reglamentos y taxonomías: la transparencia ya aprobada no incluye cosas básicas para el impacto climático de una inversión como si animan o dependen de deforestar selvas tropicales o bosques europeos. Esto no va del impacto sobre el cambio climático de cómo coloquen los bancos el capital, esto va de qué usos del capital van a tener rentabilidades garantizadas por la regulación y las subvenciones bajo la etiqueta del «Pacto Verde».
¿Por qué se coló el gas en la taxonomía de inversiones sostenibles?
En marzo pasado comenzó la fase final de discusión de la taxonomía de inversiones sostenibles de la Comisión Europea. La primera propuesta, filtrada al sitio de noticias Contexte, clasificaba ya las plantas de gas que generan energía más calefacción o refrigeración como una inversión sostenible en contra de las recomendaciones del Grupo de Expertos Técnicos de la Comisión.
Poco después, en una carta abierta a la Comisión Europea, Gas Attack in Taxonomy, 225 científicos, fondos verdes y ONGs explicaba que considerar el gas como verde dentro de la taxonomía de inversiones sostenibles ignora los importantes efectos medioambientales del metano, «cuyo impacto en el cambio climático es hasta 84 veces mayor que el del CO2 en un plazo de 20 años».
Argumentaban que si sólo el 3% del gas se escapa, puede causar más calentamiento que el CO2. Además, aseguraban, muchas empresas de gas europeas no miden adecuadamente las emisiones de metano en su cadena de suministro y no están aprovechando las oportunidades disponibles para reducir estas emisiones.
La obsesión de Sánchez por impulsar «un mercado único del gas» en Europa refleja el interés de unas energéticas que tienen una infrestructura sobredimensionada -que nos hacen pagar en la factura- y cuyo principal objetivo es que Francia les «abra las puertas» de sus gasoductos para poder vender gas argelino a las grandes concentraciones industriales europeas.
Además, en países como España, el gas ya era especialmente caro por las imposiciones de rentabilizar unas plantas regasificadoras sobredimensionadas (se usa poco más del 22% de su capacidad) toda vez Francia bloquea su salida hacia el Norte.
Por eso, la obsesión para el imperialismo español en la discusión de la taxonomía de inversiones sostenibles era ligarla a la creación de un «mercado único del gas» en el que la península se uniera efectivamente al resto del continente y las gaseras españolas pudieran vender gas natural argelino en cantidades relevantes a las grandes concentraciones industriales centroeuropeas.
Me gustaría que igual que Francia ha fijado unos objetivos muy claros apostando por la energía nuclear o que Alemania ha puesto en marcha sus acuerdos para contar con un gasoducto conectado con Rusia en España marcáramos nuestros objetivos. En este sentido, es importante recalcar que el norte de África es productor de gas. Necesita estabilidad social. España tiene una oportunidad con nuestras plantas de regasificación. Podemos ayudar a todo el continente europeo.
Pero España no era ni el único ni siquiera el más potente de los estados tendentes a hacer del gas una «energía de transición».
Para empezar, la industria alemana tiene claro que necesita del gas natural para mantener su competitividad en el mercado exportador. Y necesita que el gas sea abundante y barato, claro. De ahí toda la interminable batalla alrededor del NordStream2... y que Rusia haya tenido la oportunidad de especular con su propio suministro haciendo ver que el Pacto Verde depende de su colaboración.
La promesa «verde» alemana es sustituir el gas natural ruso por hidrógeno producido con renovables antes de 2045. Pero la realidad es que, a pesar de los miles de millones en subvenciones liberados por la UE para festejo de empresas como la española Enagas, el transporte del hidrógeno es inviable en gasoductos a día de hoy. Así que Rusia lo que propone a Alemania es iniciar un camino intermedio invirtiendo en plantas de tranformación de gas natural a Hidrógeno alimentadas por el propio gas una vez llega a Alemania.
Además, los países del Este europeo habían amenazado con bloquear cualquier taxonomía de inversiones renovables que no incluyera el gas. El Pacto Verde les había forzado ya a la eliminación del carbón -que producen ellos mismos.
¿Por qué la nuclear es el caballo de la discordia en la nueva taxonomía de inversiones sostenibles?
El paso a un uso masivo y acelerado de energías no contaminantes, significa para los países del Este reconvertir toda su industria y elevar los precios muy rápidamente por encima de lo que pensaban sería asequible por su población, sobre todo por su impacto sobre las calefacciones para edificios de viviendas. El gas aparecía como solución de transición mientras desarrollaban una alternativa más rentable, menos dependiente de Rusia y más capaz de atraer capitales que las renovables: la energía nuclear.
La posición de los países bálticos se orienta por consideraciones similares. A día de hoy su red eléctrica sigue dependiendo de Rusia. Tienen previsto «independizarse» eléctricamente en 2025. Pero no se sustituye ni se cambia tan fácilmente una matriz energética cuando el objetivo principal es crear un reservorio de rentabilidad para el capital sobreacumulado. Por eso llevan más de 15 años apostando por crear una industria de la instalación y exportación de nucleares de pequeño tamaño. Si las inversiones en ellas fueran consideradas finalmente «sostenibles», el negocio estaría asegurado.
Y por supuesto, como ariete del cabildeo nuclear está Francia. Para Francia, la nuclear es crucial.
Para Francia desarrollar su industria nuclear es crucial militar, política y comercialmente. Es la forma de ganar hegemonía en Europa, aumentar exportaciones rápidamente y evitar la respuesta social ante los picos de precios del gas propiciados por el Pacto Verde.
Crucial militarmente porque le permite mantener su arsenal nuclear y hacerlo valer en el juego imperialista intra-europeo.
Crucial a la hora del Pacto Verde, porque le permite quedar a salvo de la especulación energética y ordenar la transferencia de rentas del trabajo al capital que es todo el Pacto Verde sin sobresaltos -o eso vende al menos Macron.
Y sobre todo es fundamental para su proyecto imperialista porque le permite vender, directamente desde Presidencia, centrales nucleares Areva en todo el Este y energía eléctrica de origen nuclear «barata» a España y otros países limítrofes, incluida Alemania cada vez que el gas pegue un pico.
Por eso Francia ha organizado un «bloque pronuclear» de 10 países de cara a la definición de la nueva taxonomía de inversiones sostenibles que el pasado octubre se presentó con un artículo de opinión en toda la prensa europea. El mismo grupo de países que ha sido determinante para incluir la nuclear en el actual proyecto de taxonomía de inversiones sostenibles.
¿En qué va a quedar la taxonomía de inversiones sostenibles?
Francia tiene que darse prisa. La experiencia de Chequia, Eslovaquia y Hungría con el salto a la nuclear francesa está siendo desastrosa: retrasos, subidas de costes... En Polonia ya entran dudas sobre si Areva es el mejor proveedor. Y países como Rumanía ya están girando hacia EEUU para comprar las nuevas centrales.
Francia no puede permitirse perder el impulso actual, al menos hasta cerrar ventas. Pero este 1 de enero comenzó su Presidencia rotatoria de la UE. Va a hacer todo lo posible por acelerar y consolidar la aprobación de esta taxonomía de inversiones sostenibles.
En Alemania, el gobierno de coalición enseña la doctrina verde por un lado y la liberal por otra. Eso le permite tener bazas de negociación con Francia con el discurso antinuclear de los Verdes por un lado, mientras por otro asegurar gas barato para sus industrias con el discurso pragmático del ministro de Economía.
El gobierno español mientras tanto, ha mostrado una posición principista... pero vacía. España no tiene un sector nuclear relevante. El gobierno ha dedido alargar la vida de las vetustas centrales existentes como mínimo hasta 2050, pero ni siquiera las eléctricas están proponiendo construir nuevas.
Y respecto al gas, la propia ministra ha sido clara: es una cuestión terminológica, no de fondo, quiere dejar claro que «no son energías verdes ni sostenibles» y espera que la taxonomía de inversiones sostenibles lo refleje «independientemente de que puedan seguir acometiéndose inversiones en una u otra»
¿Qué quiere decir? Que la clasificación del gas como «energía de transición» en la taxonomía de inversiones sostenibles con una serie de plazos temporales, ya le viene bien... especialmente si viene con alguna compensación como nuevos fondos para el hidrógeno verde o ponderaciones en las compras conjuntas de gas.
Podríamos seguir país por país, pero el resultado sería muy similar. El Pacto Verde es estratégico para todo el capital europeo. Su objetivo primordial no es el clima ni la seguridad de las personas, es recuperar la rentabilidad del capital a base de una transferencia masiva de rentas del trabajo al capital vestida de cambio tecnológico. Por eso no van a hacer ningún «sacrificio industrial» relevante.
Los plazos y las fuentes de energía se supeditan y se seguirán supeditando, como todo lo demás, a la rentabilidad de las grandes inversiones industriales alemanas y francesas, en su suelo y en el Este, y a partir de ahí cada capital nacional encontrará su encaje con sus particularidades. Y eso pasa, de aquí a 2030 al menos, por el gas y la nuclear. Llámeselas en la taxonomía de inversiones sostenibles «energías verdes» o «energías de transición».