Tabarnia
La burguesía española llevaba tiempo buscando una ocurrencia con la que desdramatizar el desastre de su divorcio con la pequeña burguesía catalana. Dejado el reto a sus publicistas bombardearon con el «amodio» en previsión de un triunfo de C's, pero ni tuvo tirón ni el bloque unionista ganó las elecciones. Lo que es peor: la inmensa presión desarrollada por todos los medios, desde la aplicación del 155 al machaque mediático, no consiguieron mover de bando un solo voto de la pequeña burguesía catalana. El independentismo todavía ganó unos cuantos miles más.
El único éxito real que obtuvieron fue movilizar al voto a una masa de trabajadores normalmente abstencionista. Algo contradictorio y peligroso. Porque significaba que para enfrentar las fuerzas centrífugas de la pequeña burguesía se veían condenados a apelar de forma cada vez más directa a los mismos trabajadores cuyas condiciones de vida quieren, y necesitan, atacar.
Y entonces vino el mensaje real de Nochebuena, un verdadero «¡A por ellos!» con el acento átono de los mensajes institucionales. De una cosa no cabe duda: hizo efecto. La prensa española pasó del derrotismo de las editoriales que siguieron a los resultados al desfile triunfal en 48 horas.
Y en éso llego Tabarnia
Tabarnia fue originalmente una campaña unionista pretendidamente chistosa y sin eco dentro del barullo electoral. Pero en un momento, tras el mensaje real, ocurrió «la magia»: fue tomada por la prensa y convertida en «viral» a base de fuerza bruta. «El País» lo cita por primera vez el día 29 de diciembre, 19 días después había publicado 19 artículos más de la mitad de los cuales aparecieron en portada. Y como el periódico más vendido, todos los demás de tirada nacional. Verdadera promoción de la web, el sitio de noticias y hasta un canal de vídeo -que a día de hoy apenas llega a 1400 seguidores- con estética, medios y calidades con olor y color a despliegue de agencia. La mismísima Real Academia, que puede tardar décadas en incorporar una palabra de uso común al diccionario, lanzó una nota de prensa para contarnos que el gentilicio de Tabarnia era «tabarnés» y no «tabarnícola»... una duda que sin duda corroía a las multitudes.
Cuando los periódicos y las cadenas de TV ríen en portada el mismo chiste todos los días al mismo tiempo, cuando las agencias de publicidad trabajan gratis, la RAE se descubre amante de la velocidad y a nadie parece preocupar a la hora de declararlo movimiento masivo que las redes sociales den cifras bajísimas de seguidores... quedan pocas dudas sobre la «autenticidad» de la campaña. Por si quedaran dudas, la presentación «oficial» de Tabarnia, con el mensaje de Boadella como «presidente en el exilio», fue transmitida en directo y generó piezas de vídeo en prácticamente todos los medios nacionales. «Tabarnia» es un ejemplo de cómo el capitalismo de estado es capaz de hacer campañas coordinando mensajes a través de las divisorias del capital, los medios y los partidos cuando sirven para negar a los trabajadores en los momentos de crisis.
Tabarnia es una forma de esquivar una incómoda contradicción para la burguesía de estado española en este momento. Es la forma de dirigirse a las concentraciones de la clase trabajadora sin mencionar a la clase como tal, evitando que emerja en el relato la agenda del trabajo. Territorializar a los trabajadores para colocarles banderas nacionales como propias es una vieja estrategia. Tabarnia se pretende farsa de viejas tragedias como la división Palestina-Israel. Pero no hay divertimentos inocentes en ninguna «unión nacional». No era inocente la unión nacional bajo la estelada, tampoco bajo la rojigualda y aun menos bajo la «tabarnesa».
Es la otra cara de la negación explícita que, tras el fracaso del «paro nacional» del 3-O hace la izquierda independentista, renegando del «obrerismo», aclarándonos que es enemigo de «la izquierda» y clamando que es necesario «catalanizar» los barrios obreros para «ser un solo pueblo». Estos desfogues solo significan que la pequeña burguesía catalana da por perdidas sus opciones de encuadrar a los trabajadores y se reafirma en su supremacismo antibrero y ridículo.
Mientras, la burguesía española nos invita, medio en broma medio en serio, a colocarnos bajo la bandera de una ocurrencia publicitaria para insinuar su propia «guerra de independencia». Es un rasgo de debilidad. Significa que no puede ni llamarnos por nuestro nombre ni espera que tomemos fácilmente su bandera. «Es solo un chiste», nos dice entre las risas pregrabadas de una mala comedia de situación. Y la verdad, el chiste no tiene ninguna gracia.