Una nueva época en Sudamérica

La consagración de Lula
La prensa internacional presentó el discurso de Lula en la COP27 como la verdadera puesta de largo de Lula. Brasil volvía a jugar entre los imperialismos serios y modernos. La marcha de Bolsonaro a Florida y las pompas del juramento presidencial se presentaban como un bálsamo institucional y una catarsis. Pero lo más espectacular estaba por llegar.
Los últimos centenares de bolsonaristas que quedaban acampados frente al alto mando del ejército en Brasilia, al que pedían que evitaran la toma de posesión de Lula alegando fraude electoral, reforzados por unos cuantos autobuses llegados desde los estados, marcharon y tomaron las sedes del Congreso, el Supremo Tribunal Federal (STF) y la presidencia del gobierno, el famoso Planalto.
Fue poco más que un espectáculo vandálico-festivo, pero un verdadero regalo para Lula que inmediatamente lo presentó como un intento de golpe de estado, encuadró tras él a las instituciones, y convirtió la oportunidad en base para movilizar masivamente desde el estado en defensa de la democracia.
Además, cara a la imagen del gobierno Lula en EEUU y Europa, la idea de una insurrección bolsonarista recordaba demasiado al asalto al Capitolio de EEUU en enero de 2021 como para que no se hiciera obvio el papel de Bannon creando referentes. eslóganes y modelos al bolsonarismo, lo que es indudablemente útil para la imagen del nuevo gobierno en EEUU y Europa.
En la interna, poner luz sobre la inexistente resistencia policial y la casi evidente participación militar, denunciada incluso por los políticos cercanos a Bolsonaro, deja la manos libres a Lula para comenzar purgas en las fuerzas de seguridad y puede que en el mismo ejército que, antes de las elecciones había pactado no hacer.
La famosa insurrección, el supuesto golpe de estado fascista, en realidad no fue más que una demostración terminal de impotencia de una pequeña burguesía delirante, cada vez más aislada por su propio sectarismo y bruticie, pero mantenida artificialmente por la financiación de una parte de la burguesía agro-exportadora y sus alianzas trumpistas. Un fin de fiesta ridículo y vandálico a los años Bolsonaro, que Lula instrumentalizó perfectamente para su propia consagración.
El resultado deja a un Lula mucho más potente en Planalto -cuando lo restauren- listo para emprender la gran reestructuración del capital sudamericano que prometió durante su campaña.
La perspectiva de una moneda común sudamericana a la medida de las necesidades de Brasil
Manifestación en Sao Paulo tras la algarada bolsonarista en Brasilia
El cambio de perspectiva regional de Brasil ha sido radical y brusco. Itamaratí ha pasado de animar al gobierno uruguayo de Lacalle Pou a dinamitar el Mercosur a organizar a los países Mercosur para llevarlos a juicio.
Y ni hablar frente a Argentina. Ya no se trata sólo del acceso de Brasil al gas y el petróleo argentino. Tras el triunfo electoral, los objetivos brasileños se hicieron explícitos ante Buenos Aires: integración militar y formación de un mercado común real.
El pasado mayo, durante la campaña, Lula había dado ya la consigna: «No podemos depender del dólar». Menos con la Fed subiendo tipos como si no hubiera un mañana. Porque cada subida de tipos de interés acelera la fuga de capitales porque hace más atractiva la deuda estadounidense, lo que a su vez devalúa las monedas locales y encarece las importaciones.
Pero para tener una alternativa al dólar, al menos en el ámbito regional, hay que reordenar y atar país a país al carro del capital financiero brasileño de un modo similar al que Alemania ató al resto de capitales continentales europeos al euro. Dicho en términos Lula:
Vamos a reestablecer nuestra relación con América latina. Y si Dios quiere, crearemos una moneda única en América latina.
Primer paso: una cuenta corriente para comercio exterior inter-regional que sirva para evitar que los bancos nacionales tengan que utilizar reservas para financiar las importaciones.
En el horizonte, una moneda común, que no única, para articular y dar estabilidad al margen de las tormentas de tipo de cambio, al comercio exterior brasileño.
Necesitamos apalancarnos en una moneda común, no única, cada uno con su moneda, pero un paraguas de comercio en moneda común. Esa es la idea que empezamos a trabajar, que además charló Alberto con Lula hace algunos días en la asunción. Un poco la idea es consolidarla como un proyecto para toda la región
Sergio Massa, ministro de Economía de Argentina
La prensa y el gobierno argentinos se entusiasman hablando ya de SUR, que sería la fase final de todo este movimiento: una moneda digital emitida por un fondo al que los países de la región aportarían en proporción a sus participaciones en el comercio regional.
¿A qué está jugando estratégicamente el Brasil de Lula?
En el escenario imperialista mundial que se está consolidando, Europa y EEUU van a tener un juego cada vez más restrictivo frente a las exportaciones agroganaderas sudamericanas y África es más inestable cada mes que pasa. El capital brasileño sólo puede crecer con bases sólidas ganando mercados y oportunidades de colocación en su entorno regional.
Por eso el planteamiento de Itamaratí bajo Lula no es en lo esencial diferente al de Bolsonaro hace cuatro años: reorganizar los flujos de capital y comercio de todo el continente para consolidar a Brasil como imperialismo dominante en la región.
Bolsonaro, ligado a los intereses agroexportadores, no podía sin embargo llegar demasiado lejos. El mercado regional no puede desarrollarse a partir del sector primario exportador. La región sólo puede absorber una pequeña proporción de las inmensas cantidades de soja, carne o trigo que produce para los mercados internacionales.
Por eso, y como corresponde a economías semicoloniales, los circuitos productivos y de capital de los países de la región son autistas los unos para los otros. A día de hoy la diferencia entre el dentro y el fuera es abismal: el comercio entre socios de Mercosur fue en 2021 de tan sólo 40.591 millones de dólares, mientras que el comercio entre Mercosur y terceros países ascendió a 598.899 millones.
El mercado interior sudamericano sólo puede desarrollarse a partir de todo lo que no es parte de la economía exportadora: la industria y los servicios, sectores mantenidos más o menos artificialmente y poco competitivos frente a la competencia de las grandes potencias.
Mientras tanto, para cada país de la región tendrá más impacto cualquier movimiento en las importaciones chinas que ninguna presión de un país vecino. De ahí que la cuestión de las relaciones con China y su creciente incompatibilidad con EEUU fuera el principal tema de política regional y comercial durante los últimos años.
En ese ámbito Bolsonaro aspiraba a que Brasil fuera reconocido por EEUU como una especie de imperio delegado. Lula no lo dice tan abiertamente, pero quiere contener las ambiciones de Pekín en la región -implicando a todos los gobiernos Mercosur- lo suficiente como para permitir a la industria brasileña ocupar el espacio que le disputa la asiática en los países sudamericanos... renunciando si hace falta a una parte del crecimiento de las exportaciones agroganaderas hacia China que para Bolsonaro eran sin embargo vitales para mantener a sus principales apoyos en la burguesía local: los latifundistas y la industria agroexportadora.
Cómo afecta ésto al resto de países del continente
Como hemos visto, el gobierno de Argentina, que sufre la peor inflación en más de tres décadas está entusiasmado con la perspectiva de ligar su moneda al real. Lo ve como uno de los pocos estabilizadores a la vista y como un salvavidas para su sector industrial.
Es algo más que un asidero de último recurso, porque, a costa de una clase trabajadora cada vez más explotada y empobrecida, la burguesía argentina está consiguiendo ralentizar y cronificar su caída al vacío.
No es algo menor en un escenario en el que la crisis del aparato político ha seguido agravándose al punto de convertirse en un flanco abierto cada vez más tentador para imperialismos ajenos... Lo que no es lo más oportuno en un momento en el que por un lado China y EEUU compiten por vender los cazas de las próximas décadas a Argentina y por otro, el gobierno se lanza a militarizar su presencia en torno a Malvinas, Mar de Hoces y la Antártida pinzado entre China -que quiere una base compartida desde la que controlar el paso bioceánico- y Gran Bretaña que da cada vez más contenido militar a su presencia en Malvinas presionando para que eso no ocurra.
Y es que las tensiones imperialistas crecientes amenazan cada vez más con enconar las fracturas abiertas por la crisis generalizada de los aparatos políticos.
En Perú, el acoso del Parlamento al presidente Castillo acabó en un intento de éste de disolver las cámaras y en su deposición y detención posterior... lo que a su vez ha abierto una fase de protestas sangrientamente que, a pesar de ser duramente reprimidas desde diciembre, cuando se declaró el estado de emergencia y se entregaron las calles al ejército. Las protestas se reaniman ahora y se extienden ya por 41 provincias, el 20% del territorio.
Los medios internacionales presentan el triste destino y la impotencia de la Presidencia Castillo como parte del relato del fracaso de los populismos. Pero en realidad todo esto viene de lejos, del cruce entre los fantasmas del fujimorismo, la incompetencia de la clase dirigente peruana y las presiones interimperialistas regionales.
En la interna peruana, tanto la pequeña burguesía que ascendió con el fujimorismo como la facción de la clase dirigente ligada al capital financiero, que se miraba en la Colombia de Duque y en el Chile de Piñera, se sienten ganadoras con la caída de Castillo.
Petro, en declaraciones a la prensa, interpretó la deposición de Castillo como expresión de una amenaza más amplia. Según él, el uribismo, el bolsonarismo y otras tendencias similares que movilizan de Chile a Colombia y de Argentina a Ecuador a las facciones más derechistas de la pequeña burguesía, estaban tomando el camino de no reconocer y eventualmente revertir los resultados electorales como forma de permanecer o hacerse con el gobierno.
En coherencia con este análisis, su gobierno junto al México de AMLO, la Argentina de Alberto Fernández y la Bolivia de Arce lanzaron un comunicado conjunto mostrando su preocupación sin atreverse a mucho más. El texto pedía al mismo tiempo a las figuras institucionales peruanas que no depusieran a Castillo y que se garantizaran los derechos de asistencia del presidente detenido.
Nota interesante: Lula fue aún más prudente y saludó al nuevo gobierno. Perú es considerada por Brasil desde hace tiempo como su salida natural al Pacífico y tanto Planalto como Itamaratí quieren asegurar sus intereses gobierne quien gobierne.
Es decir, el primer interés de Brasil en esta nueva etapa histórica es que el marco institucional regional que se cree a partir de ahora, a diferencia del UnaSur creado durante la primera presidencia de Lula, no desaparezca si cambian las facciones en el poder político en los distintos países del continente.
Empieza una nueva época en América del Sur
Puerto de Ushuaia donde China quiere construir una base conjunta con Argentina
- Brasil cree que puede convertir el agotamiento de las clases dirigentes sudamericanas en el comienzo de un proceso de integración y articulación regional que garantice mercados y destinos a sus empresas y capitales, es decir, que sirva a la realización de sus intereses imperialistas.
- Este proceso arrancaría con una cierta resucitación de Mercosur, la creación de una moneda interna común para estabilizar el comercio interregional, y estructuras de coordinación militar que hagan efectivo el control del Atlántico Sur, los estrechos bioceánicos y la Amazonía, disuadiendo a EEUU, Gran Bretaña o China de intervenir por su cuenta.
- Las estructuras de este nuevo andamiaje solo serán sostenibles si trascienden los intereses de las distintas facciones en liza en cada país, por lo que el objetivo de Brasil sólo tiene opciones si incrementa de forma efectiva los flujos comerciales inter-regionales. Estamos lejos de eso: como corresponde a economías semicoloniales, el comercio entre socios de Mercosur fue en 2021 de tan sólo 40.591 millones de dólares frente a 598.899 millones de comercio entre el bloque y el exterior.
- Mientras tanto, todos los intentos brasileños por ir creando las estructuras que faciliten el desarrollo de sus capitales en la región sólo pueden incentivar las tensiones y conflictos entre las distintas facciones de cada país, divididas entre otras cosas por su orientación imperialista.
- De ese modo, el imperialismo brasileño no sólo abre una nueva época en la medida en que se constituye como impulsor de un mercado continental por primera vez desde la independencia de los imperios ibéricos, sino porque tanto con sus avances, como con sus tropiezos, este nuevo impulso imperialista brasileño concurrirá inevitablemente a incorporar, más temprano que tarde, el continente sudamericano a la nueva fase histórica de globalización de la guerra imperialista.