Los sindicatos y la subasta a la baja de las condiciones laborales
Las ideas y hasta las expresiones del bidenismo empiezan a calar la propaganda estatal en Europa. La más llamativa, las supuestas bondades de los «sindicatos fuertes». Según Biden la debilidad de los sindicatos en EEUU posibilitó a las grandes empresas de automoción convertir la multi-localización en dumping salarial. Sin embargo, la experiencia europea nos dice exactamente lo contrario: Dentro de la UE e incluso del mismo país, en los sectores con «sindicatos fuertes» son los propios sindicatos los que organizan la competencia entre fábricas de una misma empresa y la subasta a la baja de las condiciones laborales.
Esta semana en Ford Almussafes: subasta a la baja de condiciones laborales entre fábricas europeas de la misma marca
La noticia sindical de la semana era el referendum en Ford Almussafes (España). Los sindicatos planteaban a los trabajadores un plan draconiano: congelación salarial durante los próximos cuatro años, aumento de la jornada laboral y obligatoriedad de trabajar hasta 18 sábados .
Esta vez ni siquiera argumentaban que la fábrica o la marca arrojaran pérdidas. El objetivo, según UGT, el sindicato mayoritario en la planta, es que los directivos de la rama europea de la empresa, «tuvieran en consideración» adjudicar modelos de coche eléctrico a Almussafes en el futuro.
Dicho de otro modo: los sindicatos están organizando la competencia entre los trabajadores de distintos centros de la marca en distintos países, lanzando a unos trabajadores contra otros en pos de la reducción de costes de la empresa multinacional.
¿Un producto inevitable de la deslocalización y las limitaciones territoriales de los sindicatos que no pueden llegar a fábricas en países lejanos de bajos salarios bajo regímenes autoritarios? No. En realidad la competencia se organiza entre fábricas que están todas dentro de la UE, donde todos los grandes sindicatos forman parte de alguna confederación mayor, como la «Confederación Europea de Sindicatos» a la que pertenece UGT.
Además, este tipo de subastas a la baja de las condiciones laborales muchas veces ni siquiera se producen entre países sino, cada vez más, dentro de un mismo país donde los mismos «sindicatos fuertes» controlan los comités de empresa y donde existen comités intercentros y convenios colectivos establecidos por ley.
PSA Figueruelas 2018: subasta a la baja de condiciones laborales dentro del mismo grupo y el mismo país
Vayamos por ejemplo a la fábrica de Figueruelas del grupo PSA (antes Renault). En 2018 era una de las más rentable del grupo, producía la mayor parte de los Opel Corsa y era la vanguardia de las exportaciones de la marca.
Aunque Figueruelas era una de las fábricas más rentables de Opel, ahora ha de ir de la mano con los costes y rentabilidad de PSA Vigo. Según datos de 'El Mundo', la diferencia salarial entre Figueruelas y Vigo es del 17,2%, por lo que PSA obliga a reducir esa diferencia entre la planta zaragozana y la gallega.
Acuerdo de PSA con los trabajadores de Opel en Figueruelas: las cinco claves. Autobild, 1/2/2018
¿Organizaron los sindicatos una lucha para que todos los trabajadores apoyaran a los de Vigo para equiparar sus salarios a otros centros? No. Al revés, firmaron un convenio y «lucharon» para que los trabajadores de Figueruelas lo aprobaran, aceptando...
- La congelación salarial durante 2018.
- Subidas salariales en 2019 y 2020 del 50 % del IPC y de hasta el 60 % en 2021 y 2022. Es decir, bajadas del salario real y por tanto de la capacidad de compra de los salarios.
- Una rebaja de pluses de un 5 %, y la reducción paulatina de los pluses por calendarios especiales.
- La reducción de la pausa en 5 minutos.
Y «a cambio»... el Corsa seguiría en la línea de montaje... hasta éste año, en el que una nueva subasta de condiciones laborales tendrá lugar, como en Ford.
¿Los sindicatos no se justificaban por exactamente lo contrario?
Los sindicatos son mayoristas de la fuerza de trabajo. Como tales, hace mucho que están integrados en el estado como cualquier otro agregador o monopolista. En tanto que agente dentro del capitalismo de estado su función es maximizar la cantidad contratada y el precio de la fuerza de trabajo dentro del límite marcado por la rentabilidad.
Es decir, su objetivo primario es que el capital de la empresa, el sector o el capital nacional, según sea al nivel en el que negocien, sea competitivo. Como sabemos y experimentamos en todos los sectores «en crisis», cuando la rentabilidad del capital invertido entra en contradicción con las necesidades, por básicas que sean, de los trabajadores, no dudan ni un segundo.
Están en primer lugar para defender la viabilidad de la empresa. Y lo dicen abiertamente cuando nos machacan con el tramposo «no podemos pedir a la empresa lo que no puede dar» o cuando en vez de extender las huelgas para agrupar trabajadores en la lucha por necesidades comunes se vuelven al estado para exigir «carga de trabajo» o precios preferenciales de materias primas para las empresas.
Pero «se suponía» que en empresas y sectores en beneficios su objetivo era maximizar los salarios dada la rentabilidad media del sector. ¿Por qué no funcionan así en automoción o la gran industria?
Los sindicatos y la competencia entre capitales
Dentro de cada país, y especialmente en los sectores muy monopolistas en los que hay pocas empresas que colocan mucho capital, los sindicatos se manejan cómodamente alrededor de la rentabilidad media esperada para el sector, regulando grandes masas de contratos y llevando los salarios a niveles ligeramente superiores a la media. Son los sectores de «sindicatos fuertes». Fue así duramente mucho tiempo en banca -hasta la crisis de 2009- y en telecomunicaciones y sigue siéndolo en las grandes eléctricas.
La clave común: sectores monopolistas, de capital concentrado, con producción nacional para el mercado nacional en los que prácticamente no hay competencia entre empresas por obtener nuevos capitales porque, como en las eléctricas, su posición en el mercado de capitales está prácticamente garantizada por la regulación estatal.
Pero la automoción, los astilleros, la industria de defensa o el acero son otra cosa. Las empresas no tienen aseguradas las inversiones a nivel nacional sobre un monopolio local, dependen de inversiones foráneas y la propiedad es de grupos multinacionales extranjeros.
El objetivo del capital nacional en ellos es mantener la demanda para la industria auxiliar -esa sí, generalmente en manos de capitales nacionales- y beneficiarse del tirón de productividad general que producen inversiones masivas con tecnologías superiores.
Es decir, el capital nacional y el estado batallan por conseguir ser atractivos para los capitales internacionales no porque participen de las rentas de capital directas sino porque mejora su situación competitiva global y a medio plazo tiende a incrementar la rentabilidad en términos de ganancia del capital local en otros sectores.
¿Qué importa ésto a los sindicatos? En la época juvenil del capitalismo, el papel de los sindicatos dentro del sistema de acumulación (=economía capitalista) se limitaba al mercado de las mercancías -la fuerza de trabajo es una mercancía en él- pero no entraban en el mercado de capitales ni tenían ningún interés en cómo se determinara la localización de inversiones entre unas empresas y otras.
Pero ahora, los sindicatos son instituciones del capitalismo de estado, es decir, su primera lealtad está con el capital nacional y el estado que les mantiene. No hace falta siquiera que se lo recuerden. El «patriotismo» real, la defensa del capital nacional, permea toda su ideología y sus actitudes. Por eso, por ejemplo, los grandes sindicatos han sido los primeros en llamar a que durante al menos los próximos dos años, en todos los sectores, las subidas salariales sean menores que la inflación.
Y si normalmente la parte a no olvidar en la expresión «capital nacional» es «capital», cuando hablamos de la localización de inversiones, «nacional» es la clave, porque desde el punto de vista nacional -el del capital nacional- la competencia en el mercado de capitales es la parte central de sus objetivos.
Evidentemente los trabajadores no tienen ningún interés particular en las tecnologías que utilice su contratador. Pero el capital nacional que lo acoge sí. Y con él sus sindicatos. Ya no les basta con que una fábrica sea rentable. Se trata de que sea la más atractiva de un grupo multinacional para que la dirección de la firma localice en ella las tecnologías y cadenas más avanzadas.
Por eso, aunque formen parte de la misma organización europea, los sindicatos de cada país compiten con los de los demás por generar las condiciones para que fluyan inversiones y capital a su propio capital nacional. Y por eso cuando dos fábricas de la misma empresa en el mismo país tengan condiciones laborales diferenciadas, también subastarán a la baja, igualando hacia abajo aunque ni siquiera alcanzar la rentabilidad media esté en juego.
Corporativización frente a centralismo e internacionalismo
Evidentemente los sindicatos no van a argumentarlo así. Muchos compañeros sindicalizados se sienten víctimas de «una trampa insalvable» producto de la «globalización». Pero no es así. El problema es que toda la lógica y la ideología sindical apunta y produce necesariamente la corporativización de los trabajadores, es decir, el encuadramiento de su acción colectiva dentro del marco de hierro de los intereses del capital, ya sea el invertido en la fábrica, la empresa, el sector o el país.
Pero no hay nada de «insalvable» en «la situación». Frente a la corporativización, necesariamente suicida, la fórmula es sencilla: centralismo, es decir, unir asambleas, decidir qué hacer entre todos los trabajadores estén en la fábrica que estén, y por supuesto internacionalismo, negativa radical a competir con trabajadores de otro país. Porque en la competencia entre capitales nacionales en el mercado, como en la guerra, la lucha solo puede plantando cara al «propio» capital nacional y sus intereses -el interés nacional- no despedazando y despedazándonos contra otros trabajadores.