Star Wars decodificada
«Star Wars» es el buque insignia del entretenimiento de Hollywood: dura ya casi cuarenta años, moviliza miles de fans, produce mil variedades de merchadising... Y cómo cualquier creación artística, es producto de una época y una sociedad, moviliza y reproduce valores presentes en ella. ¿Por qué no «decodificarla»?
En un capitalismo no tan lejano...
Nos encontramos en una galaxia regida por la denominada República Galáctica, protegida por la orden religiosa de los Jedi. La orden religiosa antagónica, los Sith, conspiran contra la República y acaban implantando el Imperio tras la matanza de todos los miembros -menos uno- de la orden Jedi.
Dos religiones que luchan por el control político de la Galaxia, unos con más violencia, otros con menos, pero al fin con un objetivo común: mantener el orden. Una vez vence el «mal», que ya en la primera entrega vestía con uniformes sospechosamente germánicos, surge «el bien» personificado en una «Alianza Rebelde» con sabor definitivamente americano. Así la lucha del bien y el mal, se relata a imagen de la lucha de los Aliados contra el Reich alemán, antifascismo contra fascismo. La falsa dicotomía que permitió llevar al mundo a una segunda guerra imperialista mundial, se reproduce en una galaxia muy muy lejana decenas de siglos más tarde. Es de suponer que en el interin el capitalismo se ha mantenido en un ciclo eterno de guerras incuestionadas entre facciones burguesas y reconstrucciones que preparaban nuevas guerras.
En la última entrega de la saga, sin embargo hay elemento de lucidez, un comentario certero de DJ, un hacker mercenario y tartamudo interpretado por Benicio del Toro que evidencia la falsedad de la dicotomía entre buenos y malos. Las armas de ambos bandos las ponen los mismos burgueses, nos dice. Una afirmación que cae en saco roto, volviéndose al instante a la eterna lucha buenos-malos. Como en todo relato burgués, todo aquel que no está en un bando o en otro, es un forajido, un mercenario o un inmoral, tanto más sospechoso si acaba denunciando quién se beneficia de las guerras... en el universo de «Star Wars» y en nuestro mundo. Es la imagen que se tiene del proletariado desde la burguesía, el «don nadie» informal y soez, que de vez en cuando critica el sistema que le rodea, peligroso pero impotente.
¿Sacamos los pies del tiesto viendo una exaltación del antifascismo americano? Estamos en el universo Lukas, el primer exponente, allá por el 79, del desprecio de lo que luego será el reaganismo por la Historia y no digamos por los trabajadores. El protagonismo reside en una serie de individuos, héroes y villanos, el bien y el mal. La visión comunitaria de la tradición utópica de la ciencia ficción, la descripción de sus sociedades, quedó atrás para Lukas. No tiene interés para él. Fue desplazada por las aventuras de un puñado de personajes de buena familia con algún advenedizo guapete pero individualista (Han Solo, el verdadero americano de la frontera) y miembros de razas más o menos amorosas pero siempre infantiles (metáfora obvia de los pueblos coloniales). Porque a todo ésto, ¿vio alguien una clase obrera distinguible? ¿una fábrica? ¿un centro de desarrollo de software? Algún obrero aislado de vez en cuando, pero parece que los trabajos duros de ambos ejércitos los hacen los droides. Solo nos llegan noticias de mundos en los que se mantienen grandes divisiones sociales. Lo que queda claro es que tanto la República como el Imperio se apoyan en dos sectas religioso-caballerescas que muestran la misma ajenidad frente a la realidad social de la Galaxia. Da lo mismo si gobierna la República o el Imperio: ¡¡si hay planetas donde impera el sistema esclavista!!.
Ciencia Ficción y capitalismo
Inteligencia e imaginación han llevado a la Humanidad a inventar mundos de todo tipo, desde las praderas celestiales hasta la Tierra Media de Tolkien. En general, los que dedicaron su ingenio a hacerlo estaban dispensados del duro trabajo diario. Por eso la fantasía ha venido estando marcada por una perspectiva que no era precisamente la de los que producían el excedente del que el artista se alimentaba.
En el capitalismo el tono general de la ficción fantástica mezcla individualismo y heroísmo elitista en una abstracta lucha del bien contra el mal que deja al margen cualquier aspiración colectiva realmente humana. En «Star Wars», los planetas «salvados» por los republicanos les aclaman porque esperan no ser bombardeados más. Conservan reyes y princesas y nadie les pasa ni una triste llave USB con los planos de algo que les permita trabajar menos horas, montar una cafetera expresso o construirse un aire acondicionado.
Hay otra tradición sin embargo en la ciencia ficción. Obras como «Estrella Roja» de Bogdanov han sido olvidadas en la conveniente niebla de la Historia. Sería muy positivo rescatar otra ciencia ficción, no necesariamente «roja» siquiera. Relatos que nos muestren perspectivas diferentes de un futuro en el que la explotación sea cosa del oscuro pasado, y los «malos» sean aquellos que aspiren a volver a encadenar a la Humanidad. Libros maravillosos como «Viaje desde el ayer» de JP Hogan, nada sospechoso de marxismo, o incluso el clásico pero un tanto depresivo «Los desposeidos» de Ursula K. Leguin. Tal vez sea hora de dedicar capacidades imaginativas para construir mundos en los que la Humanidad disfrute de un estadio superior. En la fantasía también.