Sin tregua
EEUU mata al general Suleimani en Bagdad acercándose a la guerra abierta con Irán mientras Turquía se dispone a enviar tropas a Libia y AMLO y Fernández intentan crear un nuevo marco institucional para el conflicto internacional en América Latina... Este año la tregua tácita de Año Nuevo ni se ha acercado a Reyes. Resumen y análisis de la primera, corta y violenta semana de 2020.
El general Qassem Suleimani, jefe de la columna AlQuds, la columna de la Guardia Revolucionaria que es la verdadera fuerza expedicionaria del imperialismo iraní en todo Oriente Medio, ha muerto esta mañana en un ataque aéreo de EEUU al aeropuerto de Bagdad. Las promesas de venganza de la Guardia Revolucionaria «en todo el mundo» han sido inmediatas. La Guardia Revolucionaria iraní es un cuerpo autónomo del estado, dependiente solo del «líder de la Revolución» que en el interior reprime, tortura y masacra huelguistas y desafectos sin piedad y que en el exterior, es la punta de lanza del imperialismo iraní, manteniendo a través de fuerzas locales a las que arma, entrena y organiza, un frente abierto desde Líbano en el Mediterráneo hasta Ormuz y desde el Caúcaso hasta Yemen.
La nueva escalada era previsible y había venido anunciada por el despliegue de nuevas tropas estadounidenses y la cancelación del viaje a Ucrania y Chipre de Mike Pompeo, tanto más llamativa por cuanto éstos son dos frentes ya muy «calientes».
Como veníamos señalando en nuestros informes semanales, la revuelta irakí había sido progresivamente capturada e instrumentalizada por el juego imperialista entre Irán y EEUU a través de las milicias chiíes de una y otra orientación. Así las cosas, a la quema del consulado iraní en Kerbala, que dejó tres muertos, siguieron distintos roces y amagos que culminaron con el asalto a la embajada de EEUU por milicianos chiíes organizados por Irán.
Así las cosas, la tendencia hacia una guerra abierta entre Irán y el bloque árabe aliado a EEUU va tomando cuerpo y dejando atrás los cálculos tranquilizadores de la propia burguesía iraní, que se repetía a sí misma que una guerra abierta sería demasiado costosa para EEUU mientras reforzaba constantemente las milicias locales chiíes que le eran cercanas en Irak. La «racionalidad» imperialista no se sujeta a un cálculo coste-beneficio. Lo que caracteriza a los conflictos imperialistas que acaban en guerra es que las pérdidas y ganancias del contrario puntúan más que las propias para ambas partes. Una fase ya alcanzada hace tiempo por ambas potencias.
Como venimos señalando desde septiembre, cuando Irán atacó las refinerías saudíes desde Irak:
Solo hay una manera de revertir esta carrera hacia el desastre. Los trabajadores iraníes mostraron cómo, pero sería tan miope como suicida fiarlo todo a su capacidad de reacción. La guerra es como la lava que pugna por emerger bajo la superficie de un capitalismo agotado: puede estallar a corto plazo allá donde la corteza sea más débil, pero no va a dejar de convulsionar el mundo bajo nuestros pies solo porque los trabajadores de un país le planten cara... es necesario una respuesta que salga de las fronteras de un solo país. Hoy nos dicen que no tiene sentido luchar si la empresa no da beneficios. Pero es la imposibilidad de mantener las ganancias globales del capital lo que impulsa la guerra. Y la guerra es la negación más radical de nuestras necesidades: negación de la vida de miles, de millones. Lo único que puede frenarla es negar el sometimiento de la necesidad humana al resultado del capital, al beneficio… y eso sí está en nuestra mano, y solo en nuestra mano, afirmarlo como trabajadores, en cada lugar y ahora.
Porque además, la tendencia hacia la guerra no es algo localizado ni puntual, sino general y global. Ayer mismo Grecia, Israel y Chipre firmaban el acuerdo para monopolizar el gasoducto del Mediterráneo oriental excluyendo a Turquía, que votaba en su parlamento el envío de tropas a Libia. Italia desapareció del acuerdo gasístico mientras, con Turquía, apoya al gobierno de Trípoli frente a Haftar, sostenido por Rusia, Francia, Emiratos y Egipto. Los frentes están listos y todos los ingredientes para una guerra general en el Mediterráneo están ya dados.
No es la única región que «se calienta», aunque las señales en estos días estén todavía en niveles inquietantes pero no preocupantes. En Corea del Norte Kim anunció el fin de la moratoria nuclear y prometió una «acción impactante» contra EEUU; China cada vez encuentra más resistencias entre los países ASEAN a su control del Mar de China Meridional, y hasta en el Ulster es muy probable que las negociaciones para poner en marcha el gobierno regional den ocasión ya a los primeros brotes de violencia política nacionalista.
En América, el principal «problema» para el desarrollo del conflicto es que los principales antagonistas regionales solo pueden encajar en el gran juego imperialista global de un modo similar, compensando el poder económico de EEUU con China. Estratégicamente Brasil, Argentina e incluso México, compiten entre sí por aliarse con China y escapar del control estadounidense, cada vez más coactivo, no con China frente a EEUU o al revés... lo que no reduce un ápice las contradicciones regionales entre ellos.
Así las cosas, las batallas internas y las internacionales se cruzan y tejen continuamente, a veces de manera contradictoria. Mientras Lula reorganiza el bloque de alianzas del PT en Brasil, Alberto Fernández y AMLO recuperan la CELAC para disolver el grupo de Lima -y a Brasil- en una institucionalidad regional pensada para traducir -al estilo del difunto UnaSur- de líneas ideológicas a las líneas de «bloque» en América del Sur.
Pero si en esta breve semana hay un ejemplo visible del papel y el futuro que queda por delante a los trabajadores en todo el mundo si no se afirman como clase, es China. Mientras el gobierno militarizaba y expropiaba a miles de campesinos en Xinjiang para proletarizarlos y ponerlos a trabajar en la manufactura, la revuelta de la pequeña burguesía hongkonesa comenzó el año nuevo con una demostración de fuerza en la calle y clamando por la intervención imperialista externa. Pero hasta para llevar a una ciudad a una amenaza creíble de guerra, los movimientos de la pequeña burguesía son impotentes sin encuadrar previamente a los trabajadores. Así que la consigna de la semana ha sido «入工會!» («únete a un sindicato»). Los estudiantes crearon 40 nuevos sindicatos y llamaron a los trabajadores a integrarse en ellos. ¿Para luchar por sus propias reivindicaciones? Por supuesto que no. El que los jubilados tengan que recoger cartones por la ciudad para poder sobrevivir nunca les preocupó ni conmovió lo más mínimo. Los nuevos sindicatos nacen ya con un programa «democrático», es decir, un programa que pone en segundo plano las necesidades de los trabajadores supeditándolas a las reclamaciones de representación en el poder político de las clases medias locales.
No hay tregua para los trabajadores
En solo tres días, esta semana nos ha contado las claves no solo del año que arranca, sino del periodo histórico en el que estamos. Donde los trabajadores acepten seguir la revuelta democrática de la pequeña burguesía, ésta, incapaz de afirmarse por sí misma, acabará encuadrándolos para el conflicto y la guerra imperialista. Y sin embargo, sea en Irán, Turquía, China, América o Europea, donde los trabajadores se afirman a través de luchas y consignas propias, la maquinaria infernal de la guerra se traba.