La sequía no es sólo un fenómeno metereológico

En junio, en pleno invierno austral, un tercio del territorio argentino sufría ya sequía, y casi la mitad, un 15%, sufría sequía severa o extrema. En EEUU, a finales de julio, un tercio del territorio continental sufría sequía severa o extrema. En Europa, las alarmas ya habían saltado en mayo cuando tres cuartos de la UE pasaron a sequía extrema mientras la prensa de las islas publicaba fotos desacostumbradas del campo inglés.
En África septentrional la situación empieza a resultar abrumadora. Marruecos vive la peor sequía de su historia y Argelia, Túnez y Libia no están mejor. El delta del Nilo está viendo aumentar subitamente la salinidad de sus aguas de manera preocupante. Y en los países del Golfo e Irak la sequía extrema ha derivado en tormentas de arena y fenómenos metereológicos extremos prácticamente inéditos.
Consecuencias
Las consecuencias sobre la población varían en función de los países. Los de capitales más débiles llevan las de perder. En Somalia por ejemplo, la situación es ya de urgencia humanitaria.
En abril Marruecos estableción una verdadera economía de guerra en torno a los alimentos básicos ante el efecto directo sobre las necesidades más elementales de la población. En junio, el gobierno presentó un plan para construir 20 desalinizadoras para poder mantener en marcha la producción agraria y poder garantizar la supervivencia de las tierras de cultivo de cereal ante el aumento del hambre.
En Chile y Argentina es la producción minera, fundamental para mantener las exportaciones de las que vive el capital nacional e intensiva en agua, la que se ve tensionada al máximo.
E incluso en países de capitales muy concentrados, el impacto es grave. En Holanda el gobierno ha impuesto restricciones al consumo industrial y personal porque los diques tienen prioridad sobre los demás usos y la sequía pone en jaque su resistencia.
En España ya han comenzado las restricciones al consumo y como en toda la cuenca mediterránea, la sequía se une a las consecuencias de la guerra para subir espectacularmente los costes de la alimentación. Pero no sólo se están perdiendo cosechas en el Sur europeo. En Francia se han perdido ya entre el 10 y el 15% de los cultivos. Y al efecto sobre el sistema alimentario hay que añadir los incendios, que se han prodigado no sólo en España sino en Francia, Grecia, Rusia...
Y más allá de todo eso el efecto sobre el sistema energético. En Noruega, al reducir la producción hidroeléctrica, están poniéndose cuestión las exportaciones de electricidad y con ellas la provisión de Alemania y Europa Central, ya en situación crítica por el desabastecimiento de gas. Y en Alemania, la bajada del caudal del Rin está encareciendo y dificultando el transporte de combustibles.
¿Qué causa esta sequía?
Parece que la causa de esta sequía, al menos en América, África y Europa sería el fenómeno de La Niña: un enfriamiento anómalo del agua en las costas americanas del Pacífico, con consecuencias climáticas globales. La cuestión es la Niña, como su antítesis, el Niño es cíclica y rara vez se repite durante varios años.
Sin embargo, éste es el tercer año seguido en que se produce la Niña, algo que solo ha ocurrido tres veces desde 1950 y que está descolocando los modelos predictivos de los meteorólogos. A día de hoy, parece que la sequía podría alargarse todavía hasta 2023.
La relación con el cambio climático, como siempre, es difusa y de conjunto. El cambio climático es un marco que hace más probables este tipo de fenómenos cada año que pasa, pero es imposible establecer una relación causal única con una manifestación concreta porque su relación es estadística, no lineal y directa. Todo lo que podemos decir es que sin el nivel de destrozo climático producido por las emisiones de gases de efecto invernadero, esta sequía hubiera sido menos probable.
El capital y la sequía
Eso no quiere decir que el capital vaya a quedar exonerado por ausencia de pruebas. Puede que sea imposible establecer una relación directa en las causas del fenómeno metereológico, pero no ocurre lo mismo con la gestión del agua.
Si nos fijamos en la minería, la contradicción entre las necesidades humanas de agua y la lógica capitalista se hace evidente de la manera más burda. ¿Quién tiene prioridad sobre el agua en Chile? ¿El consumo humano o el mantenimiento de una producción minera que viene derrochando cantidades ingentes de agua donde más escasa es de forma natural? La respuesta es evidente.
En países como España, cuando llevábamos ya dos años de déficit de precipitaciones, las eléctricas decidieron vaciar los embalses para aumentar los precios del kilowatio sin otra razón que cortar de raíz los tímidos intentos del gobierno de reducir los beneficios caídos del cielo producidos por un sistema de precios eléctricos diseñado para asegurar el capital invertido en las empresas santuario del capital nacional. Gracias a esa barbaridad llegamos a julio con los embalses en el nivel más bajo de una década y acabamos el mes con las primeras restricciones al consumo doméstico.
Pero a la desastrosa gestión del agua de las eléctricas hay que añadir la pérdida de hasta un 20% del agua canalizada por la evaporación en canales, acequias y conducciones abiertas, lo que a su vez es sólo una parte del problema estructural. En Francia, donde la agricultura representa el 48% del consumo de agua canalizada se ve con claridad, tanto la selección de cultivos como los sistemas de riego -sólo ahora empieza a extenderse el riego por goteo- tensan al máximo el sistema hídrico sin necesidad.
La causa de fondo es el lugar problemático de la producción agraria en el capitalismo y de forma general la determinación de la producción alimentaria y sus métodos en función de la rentabilidad del capital invertido en ellas.
La sequía hace evidente la necesidad de pasar de una vez a dirigir la producción en función de las necesidades humanas universales, poniendo por delante la alimentación de las personas y la sostenibilidad de los cultivos y jugando con la diversidad climática global como un aliado.
La sequía no es sólo un problema metereológico
Es decir, el problema no es sólo lo que el capitalismo hace al clima, sino lo que el capitalismo hace a partir del clima guiado por la lógica de la acumulación que es su razón de ser.
Y es que la sequía no es sólo un fenómeno metereológico, la ausencia de precipitaciones deja al descubierto la escasez artificial creada por un sistema cada vez más antagónico a las necesidades humanas más básicas, cuyo concepto de eficiencia en la gestión de recursos se limita a aquello que es útil para reproducir el capital.