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¿Se puede planificar el capitalismo?

29/06/2018 | Crítica de la ideología

En un periodo de crisis económica como el actual, con pauperización general de los trabajadores y con la economía misma fuera de control, la idea de regular la economía desde el estado, de planificarla incluso, vuelve a cobrar protagonismo. No se trata de una idea nueva ni revolucionaria, de hecho el estado capitalista ya «mete mano» en la economía a gran escala desde hace mas de medio siglo. Y ya en los años 90 del siglo XIX, el ala reformista de la socialdemocracia alemana, con Bernstein a la cabeza, insistió en la posibilidad de regular el capitalismo para eliminar sus aspectos nocivos. Defendían que era posible eliminar las causas de la pauperización masiva, la bajada de la tasa de ganancia y el desempleo, todo por decreto y desde el estado.

La economía vulgar cree, al igual que Bernstein, en la posibilidad de regular la economía capitalista y, como la teoría bernsteiniana, su objetivo en última instancia es la suavización de las contradicciones del capitalismo y la reparación de sus heridas. En otras palabras, acaba suscribiendo un modo de proceder reaccionario, en vez de revolucionario, y por ello acaba en una utopía.

Rosa Luxemburgo. Reforma o Revolución

Hoy, el «revival» de las demandas de «planificación» no es menos reaccionario. Viene acompañado de una cierta «rehabilitación» del discurso stalinista por la burguesía y sus medios. La idea de que en algún momento se superó el capitalismo en la URSS stalinista y que su economía se basaba en la «planificación socialista», fue la «gran mentira» del siglo XX.

¿Planificar la economía capitalista o planificar la economía contra el capital?

Los problemas estructurales del capitalismo no se denominan contradicciones por mero gusto estilístico. No aparecen a partir de una mala gestión de la economía, sino de la existencia en la sociedad de clases, definidas por su relación con la producción, con intereses opuestos e irreconciliables. Las sociedades humanas no son máquinas que necesiten una mejor dosis de ingeniería o mas control totalitario para funcionar. Las contradicciones del capitalismo están causadas por la existencia de clases con intereses opuestos, por la explotación de los trabajadores por parte de una burguesía que controla los medios de producción1. Cualquier intento de imponer un control estatal externo sobre un proceso productivo basado en la división en clases sociales, es un sinsentido o incluso un desastre dependiendo de las condiciones.

La alternativa, la planificación «socialista» de la economía -solo posible en el periodo de transición- no puede ser otra cosa que planificación económica contra el capitalismo y evidentemente tiene una naturaleza opuesta y una apariencia muy diferente.

Siendo la mira de una economía de verdad planificada acordar a las necesidades de consumo la producción, sólo la plena satisfacción de aquellas, no el lucro o el privilegio, ni la «defensa nacional» o las exigencias de una industrialización ajena a los menesteres cotidianos de las masas, ha de ser tenida como pauta de la producción. El primer requisito de tal empeño no puede ser pues otro que la desaparición del trabajo asalariado, cimiento el más profundo de la ley del valor universal en toda sociedad capitalista, por más que muchas de ellas se reputen hoy de socialistas o comunistas.

Cualquier economía sedicente planificada que no tenga en cuenta las necesidades vitales de las masas está por ese sólo hecho orientada a la satisfacción de las necesidades de una minoría explotadora y dominante, que impone a la sociedad las normas capitalistas más draconianas y encarna una forma policíaca de Estado. Se trata en tal caso de un capitalismo dirigido y cualesquiera sean sus éxitos industriales sólo contribuirá a hundir la humanidad en la reacción y la decadencia. Los papanatas admiradores de chimeneas fabriles y de índices de producción están imbuidos del principio básico de la acumulación ampliada del capital.

Benjamin Peret y G. Munis. Pro-Segundo Manifiesto Comunista2

Es decir, cualquier planificación «socialista» o «comunista» de la economía debe provenir de los trabajadores asociados mismos, desde dentro del proceso productivo y persiguiendo sus propias necesidades, en el marco de un proceso político consciente con el objetivo de eliminar la relación capital-trabajo... que es la que genera a las clases. La esencia de una planificación «socialista» en el periodo de transición reside en la subversión pura y simple de la ley del valor y la supeditación de la producción a las necesidades humanas... que es el programa histórico del proletariado.

En su obra principal, Marx ha dado e interpretado la fórmula de la reproducción capitalista: c + v + pl, donde c designa el capital constante o instrumentos de trabajo, v el capital variable, los salarios o medios de subsistencia para los trabajadores, y pl la plusvalía o valor añadido en el proceso del trabajo, parte de la cual es consumida por los capitalistas y la otra invertida (capitalizada) para el crecimiento ulterior de la producción. Este último pasa pues, obligatoriamente, por la acumulación ampliada del capital. En la sociedad burguesa, c no aumenta sino en la medida en que los capitalistas realizan la plusvalía vendiendo las mercancías en que está contenida. Y en los últimos tiempos, para facilitar la venta a mejores precios, recurren a la destrucción pura y simple de una parte de la producción. Por su parte, v aumenta sólo en cierta proporción de c. Por el contrario, en una economía planificada (sobreentendido: no capitalista), el aumento de c depende sólo, exclusivamente, de las necesidades de v, que abarca la totalidad de la población, y de la magnitud de pl. Esa vuelta del revés suprime las relaciones de producción capitalistas. c deja de ser capital, v no es ya el precio de la fuerza de trabajo que reduce la mayoría de la población a un consumo exiguo, y a su vez pl aparece bajo forma de bienes recién creados, listos para un consumo mayor individual y colectivo. Ha dejado de haber beneficios, es decir, trabajo ajeno apropiado por los burgueses, por los funcionarios o por instituciones. La reproducción ampliada deberá ser pues prevista como respuesta a las exigencias directas del conjunto humano que integra la sociedad; ha dejado de ser acumulación de capital. En otros términos, durante el período de transición la extensión del consumo en sus múltiples órdenes preside a la acumulación ampliada (el antiguo capital constante) y la determina.

G.Munis. Partido-Estado, stalinismo, revolución

El capitalismo de estado en la URSS

A poco que nos asomemos a la URSS stalinista, la China maoista, la Yugoslavia titista o la China actual, descubriremos pronto que es difícil pensar un modelo más alejado en objetivos y medios de la «planificación socialista», como no podía ser de otra manera en un sistema nacido de la contrarrevolución3.

A primera vista, el sistema social de la URSS stalinista era muy particular y llamativo. Los trabajadores trabajaban en condiciones de producción capitalista: vendían su fuerza de trabajo y cobraban un salario por él. Pero este dinero no servía para comprar mercancías libremente en el mercado. El plan central, impuesto a la dirección industrial por la alta burocracia, indicaba el numero de bienes a producir por cada rama -hasta 20.000 productos de todas ramas llegaron a estar planificados- y asignaba a los trabajadores una cantidad limitada de bienes4. Acumular dinero no aseguraba un mayor acceso a bienes de consumo. Es importante entender lo que esto implica:

  1. No hay competencia en el mercado entre plantas individuales. Los precios son fijos y el dinero solo sirve para facilitar el intercambio.
  2. El numero de bienes a producir está fijado por el estado. Asimismo, el numero de bienes a comprar por parte de cada industria lo está también. No se puede rechazar el producto si es de mala calidad o bajar los precios si hay sobreproducción.
  3. No es posible despedir a los trabajadores, la admistración de cada planta se las tiene que arreglar como pueda para mantener la producción.

El tercer punto es un buen ejemplo de las «concesiones» de fachada de la alta burocracia a los trabajadores en la era de Jruschev, no por amor, sino por miedo a un levantamiento. Los burócratas intermedios y bajos podían llegar a cobrar menos que un trabajador industrial porque la llave de entrada al consumo no era el salario, sino la pertenencia a la burguesía de estado rusa. Era la mayor o menor cercanía al núcleo último de poder estatal lo que daba acceso a bienes de consumo escasos, pisos unifamiliares, vacaciones en dachas y balnearios, viajes internacionales, automóviles e incluso a no pocos bienes de consumo básicos.

¿Cual es el resultado de este ordenamiento social capitalista «sin» mercado? Algo completamente inesperado para todos: una sobreproducción brutal en las industrias básicas y una carestía exagerada de productos de consumo al final de la cadena industrial. No era ningún secreto: aparecía una y otra vez en los documentos de cada congreso del PCUS, solo era aparentemente ignorado por los propagandistas filosovieticos extranjeros de la época y sus epígonos que ni siquiera eran capaces de leer ruso. En los congresos desde los años 30 a los 70 se llama a poner todos los esfuerzos en aumentar la producción de bienes de consumo básicos. Se aumenta la producción, mejora la planificación, pero no hay manera. Del mismo modo (y por las mismas razones que en Cuba), la maquinaria industrial se avería y falla muchas más veces que en los países occidentales. Informes soviéticos indican que hasta 4 veces más de lo visto fuera. Las plantas de Azerbaiyán llegan a producir ropa que resulta defectuosa entre el 30% y el 80% de los casos y muchos ejemplos mas...

¿Qué pasaba? ¿Conspiración y sabotaje como clamaba regularmente la burocracia? Es bastante mas sencillo explicarlo debido a una versión particular de la lucha de clases propia del modelo de capitalismo planificado soviético. Recuerden que la alta burocracia no da órdenes directamente a los trabajadores, sino a la dirección de las plantas. Esta dirección estaba formada literalmente por una pequeña burguesía de estado que no poseía pero si controlaba la planta y los medios de producción. Sus características se originan en vida de Stalin y posee una libertad de dirección mucho mas amplia de lo predecible. Y esta libertad era considerada vital por la alta burocracia. Los directivos de planta consiguen ascender en la burocracia estatal y obtener amplios beneficios materiales -acceso a bienes racionados para la alta burocracia por ejemplo- e influencia, si cumplen o sobrecumplen las ordenes dictadas por el plan estatal. Mientras estén motivados para aumentar la productividad, la burocracia les deja libertad de acción en la planta.

Y debajo, los trabajadores. Debido a la imposibilidad de despido, al pasaporte interno que les impedía moverse de ciudad y al estado policial, los trabajadores están atados a una planta. El malestar es generalizado y a veces violento, básicamente debido a que no reciben más que una pésima ración de productos de consumo básico independientemente de lo que trabajen: más del 60% del salario se destinaba a comida y bebida. Los informes de dirección contaba que era normal que los trabajadores se negaran a trabajar o trabajaran lo menos posible. Un chascarrillo común todavía en los años ochenta sobre la «paz social» en la URSS decía que se basaba en que «ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos».

La dirección de la planta se encuentra en la posición de tener que obedecer a los planes del estado y tener que contener a los trabajadores. Solo hay una manera posible, sobreproducir basura según los números y cantidades del plan: da igual la calidad, todo producto debe ser aceptado por la empresa siguiente. Todo con el mínimo de esfuerzo posible por parte de los trabajadores y los peores materiales posibles para embellecer los números del plan. Y así, a cada paso de la cadena industrial. Al llegar a los últimos eslabones ya no se produce casi ningún producto de consumo viable. Y es aun peor de lo que parece, porque todas las direcciones industriales se niegan rotundamente a mejorar la maquinaria o a cambiarla. Hacerlo requeriría bajar la producción y contratar a trabajadores nuevamente formados, algo que no hace más que perjudicar el resultado productivo y el estatus social de la pequeña burguesía administrativa. No se puede despedir a los empleados que usaban las máquinas antiguas y éstos se niegan a asistir a cursos, nuevos trabajadores y máquinas no serían más que gastos añadidos para la empresa estatal. Hay anarquía en la fábrica y orden policial-militar fuera de ella.

El sistema es insostenible y la alta burocracia baraja la opción de poder despedir a los trabajadores, pero no lo hace durante decenios debido al miedo a un levantamiento obrero. Los levantamientos empezaran a gran escala en Polonia durante los años 70 y 80 precipitando las reformas de Gorbachov... Que acabarán hundiendo completamente al capitalismo de estado.

El capitalismo planificado no tiene futuro alguno

Como señaló Rosa Luxemburgo, intentar suavizar las contradicciones del capitalismo es pura utopía. Incluso cortándolo en dos y eliminando al mercado para intentar aniquilar las tendencias del capitalismo no puede causar más que un desastre mucho mayor. La solución no es una planificación estatal opuesta a plantas y trabajadores, sino el control colectivo de la producción por parte de los trabajadores mismos para enfrentar como clase a la ley del valor.

La función histórica del proletariado no consiste en la transformación de la propiedad individual en propiedad del Estado. La simple desaparición de la burguesía como clase propietaria de los instrumentos de producción tampoco convalida la orientación de la economía hacia el socialismo y la desalienación del hombre, pues «abolición de la propiedad privada y comunismo no son idénticos en modo alguno», como afirmaba Marx. En efecto, la socialización de la economía y la abolición del salariato a que ha de dar cumplimiento la revolución proletaria, no son dos tareas diferentes o sucesivas, sino dos aspectos de una sola transformación, que por consecuencia han de ir apareados. Lo que tiene que desaparecer antes de poder hablar de socialismo es la propiedad como medio de someter el hombre al trabajo asalariado. Eso ha de empezar mediante la organización de la producción por y para los productores. O bien los instrumentos de trabajo recaen en el conjunto de la sociedad, o bien el Estado propietario, lejos de languidecer y extinguirse, ensanchará, por el contrario, el abismo existente entre la forma capitalista de la economía y la necesidad de comunismo, desarrollando monstruosamente, al mismo paso, sus características dictatoriales.

A tal respecto, la Revolución rusa constituye una advertencia, y la contrarrevolución stalinista que la ha suplantado un escarmiento decisivo para el proletariado mundial. La degeneración de aquella se vio facilitada por la estatización, en 1917, de los medios de producción que una revolución obrera ha de socializar. Únicamente la extinción del Estado, como el marxismo la concebía, habría permitido transformar en socialización, la expropiación de la burguesía. La estatización vino a ser estribo de la contrarrevolución.

Pro-Segundo Manifiesto Comunista


Notas

1. El capitalismo se basa en una relación social muy sencilla: el incremento de valor que realiza el trabajo -la plusvalía- es apropiado por el capital y se integra a éste. Por eso, como apunta Marx, «la existencia misma de un beneficio sobre una mercancía cualquiera presupone una demanda exterior a la del trabajador que la produjo; la demanda del propio obrero nunca puede ser una demanda adecuada», es decir, suficiente, para «comprar» todo lo producido. Por eso el capitalismo es brutalmente expansivo desde el primer momento: necesita llevar al mercado a masas de campesinos independientes y artesanos en los países donde se desarrolla porque necesita una demanda mayor de la que él mismo produce. Este mecanismo se reproduce a escala global y explica la rapidísima extensión del capitalismo en el mundo durante el siglo XIX en busca de mercados. Esta expansión se produce en ciclos de auge, desarrollo tecnológico y crisis que culminan con una nueva expansión del mercado mundial, tanto dentro de cada estado capitalista como geográficamente, absorbiendo nuevas regiones y países en él.

Pero el globo es finito y también el volumen de la creación de valor de la que, globalmente, son capaces los productores independientes de valor, los campesinos independientes, los artesanos, etc. que no producen plusvalía. El resultado histórico es que a partir de cierto punto se produce una saturación permanente de mercados que a su vez da paso a un capitalismo sin ocupaciones rentables suficientes para todo el capital que reproduce y se incrementa (la famosa «sobreacumulación»). Esta nueva etapa, esta fase global del capitalismo como un todo, es lo que se llama imperialismo. En la medida en que todos los capitales nacionales cada vez tienen acceso a menos mercados en los que colocar su plusvalía, la competencia se agudiza sin por ello generar globalmente más demanda. La consecuencia inevitable es que la mejora tecnológica no produce subidas de la masa salarial pagada en total, sino desempleo.

2. «Pro-Segundo Manifiesto comunista» (1949) y «Partido-estado, stalinismo, revolución» (1976), dos grandes clásicos de la Izquierda Comunista Española, están disponibles para descarga en la biblioteca de la Escuela de Marxismo.

3. Para una comprensión del origen del primer desarrollo del capitalismo de estado en Rusia y su relación con la contrarrevolución recomendamos nuestro texto de formación «La contrarrevolución stalinista».

4. Para más datos económicos sobre la URSS recomendamos los trabajos de Hillel Ticktin y Paresh Chattopadyhay.