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Scholz propone una UE re-alemanizada

29/08/2022 | Alemania
Scholz propone una UE re-alemanizada
El tema de este artículo ha sido elegido para el día de hoy por los lectores del canal @communia en Telegram

El militarismo motor de la nueva UE

Esta mañana, en Praga, Scholz lanzó su gran discurso europeista. Arrancó, es ya parte de la liturgia de los gobernantes europeos, con el anuncio de 600 millones de euros más para el ejército ucraniano.

Pero rápidamente derivó el argumento hacia lo que es, en realidad, la primera propuesta concreta para arrancar la construcción del famoso ejército europeo propuesto por Macron: una defensa aérea conjunta de los países UE. Y ahí tomó carrerilla: afirmó que Alemania encabezaría tal estructura en el Norte y el Este y propuso a Alemania como base de un cuartel general para los ejércitos europeos... de la OTAN, no del ejército europeo propuesto por Francia.

Pero organizar una gran línea de defensa ante Rusia y sus aliados significa también contar con países como Georgia que no están en la UE. Solución: acelerar la adhesión de Albania, Bosnia, Montenegro, Kosovo, Macedonia del Norte y Serbia... y, evidentemente, Ucrania, Moldavia y «más adelante también Georgia». Scholz los quiere cuanto antes en la UE.

Pero una UE que «se mueve hacia el Este» para enfrentar a Rusia, con «30 o 36 estados», es inmanejable con la estructura actual, especialmente para Alemania y aún más con las burguesías del antiguo imperio ruso envalentonadas por su cercanía a EEUU y radicalizadas en su visión de una Europa separada por un foso (de cadáveres) de Rusia.

Por eso volvimos a escuchar, ahora de forma mucho más prolija, la necesidad de reformar el funcionamiento de la UE. Objetivo: abandonar progresivamente el derecho de veto de los países e intentar dar forma de bloque político-militar a lo que hace treinta años se celebraba como un mercado común.

Ahí claramente le faltó perspectiva política, demostrando una vez más la incompetencia del capital alemán a la hora de hacer un proyecto inclusivo para todas las burguesías europeas. En un ejemplo paródico de la miope mentalidad burocrática de la clase dirigente alemana, el canciller, en vez de imaginar mecanismos de compensación, se dedico a fantasear sobre cómo podría organizarse una Comisión Europea con más de 30 comisarios -uno por país- sin aumentar el número de comisariados y direcciones generales. Casi nos cuenta cómo repartir entre ellos las plazas de garage existentes sin contratar un nuevo parking.

Hasta aquí, en realidad Scholz retomó las propuestas francesas para la UE, pero ahora con el militarismo como vector de desarrollo. La diferencia es que la reforma, planteó, debería hacerse modificando los tratados, es decir, por unanimidad. Y es que, a diferencia de Macron, Scholz no puede permitirse optar por dividir la UE en dos recurriendo a la «cooperación asimétrica».

El capital alemán más europeista que nunca... a la fuerza

Componentes fabricados o extraidos en China de un Audi Tron

Componentes fabricados o extraidos en China de un Audi e-Tron

El capital alemán nunca había necesitado tanto a la UE como ahora. Después de crecer durante 77 años a la sombra del sistema de equilibrios creado por EEUU en la segunda postguerra mundial, seguir al antiguo patrón de bloque a la guerra contra Rusia ha segado rápidamente las bases de su existencia como gran potencia. No sólo por la ausencia de gas barato en cantidades suficientes para la demanda industrial, sino porque el siguiente paso de la constitución de un bloque euro-estadounidense supone reducir al mínimo las inversiones y compras en China.

Y eso significa un golpe durísimo para la industria alemana. Según una investigación del Instituto Kiel, el 46 % de las empresas alemanas dependen de componentes fabricados en China. Una proporción que sube hasta el 82% en la industria de la automoción. Y es normal: BMW y Mercedes obtienen más del 30% de su facturación en China. Volkswagen y Audi, un 40%. El principal fabricante alemán de equipos industriales, Bosch, emplea a casi 50.000 personas en China. Y cuando sumamos todo emerge la realidad: China es el principial socio comercial de Alemania desde hace seis años.

Ante esa perspectiva, la fórmula del capital alemán para no decrecer en la transición es Mas Europa, es decir, una UE mayor y más centralizada supeditada a las necesidades de aprovisionamiento y mano de obra de la industria alemana. Lo que ahora Scholz argumenta abiertamente desde el militarismo es lo que el capital alemán viene promoviendo desde que comenzó la guerra.

Scholz y la nueva UE que necesita el capital alemán

El militarismo y la economía de guerra son dos caras de la misma moneda. Militarismo significa supeditación de las formas de la organización social, incluyendo las instituciones que organizan a las propias clases dominantes, a las necesidades inmediatas o futuras de la guerra. Economía de guerra, es el desarrollo concreto del capitalismo de estado que lo hace posible, constriñendo y centralizando la orientación de la producción y con ello aumentando la olla a presión de las contradicciones de clase.

Lo que la propuesta de Scholz proyecta es la necesidad que el capital alemán tiene de convertir a la UE en una herramienta para la proyección de su economía de guerra.

Tan pronto comenzó la invasión rusa de Ucrania, Scholz mandó una señal clara: 100.000 millones para armamento. El militarismo volvía al centro de la escena acompañado de la pretensión de crear un mercado europeo de armamento y un sistema de compras conjuntas desde las instituciones UE.

En julio, a la cuestión sobre cómo salvar el invierno energético, la respuesta del gobierno alemán fue europeizar el gas. Rápidamente la Comisión propuso un sistema de ahorro obligatorio destinado a aumentar reservas y acelerar una red de acuerdos solapados entre países en previsión de las próximas necesidades de la solidaridad... con la industra alemana.

Cuando estalló la guerra veníamos ya de sufrir el alza sostenida de los precios de la electricidad. Aquel primer brote inflacionario se debió al diseño del mercado eléctrico, piedra de toque del Pacto Verde europeo. Fue ese diseño, llamado marginalista, el que permitió a Gazprom y al gobierno ruso imaginar una estrategia para sacar tajada vía precios. Ni que decir tiene que los resultados y la sangría de rentas de las familias trabajadoras se multiplicaron inmediatamente con la guerra en cuanto Alemania renunció al NordStream 2 y Rusia comenzó a reducir abastecimientos en represalia.

Los gobiernos del Sur, especialmente los ibéricos, que fueron los primeros en sufrir el impacto ya antes de la guerra, pidieron desvincular los precios del gas de los de la electricidad. Pero Alemania bloqueó sistemáticamente cualquier intento de reforma porque se daba cuenta de que bueno o malo, era el sistema consensuado para poner en marcha el Pacto Verde y recapitalizar la industria europea con la mayor transferencia de rentas del trabajo al capital desde la última guerra mundial. Mientras Alemania pudiera manejar los daños internamente, nada iba a cambiar en la UE. Tarde, mal y nunca, se permitió a los países ibéricos imponer como una excepción temporal un tope al impacto del precio de gas sobre las subastas eléctricas.

Pero ahora y sólo ahora, cuando los precios de la electricidad han escalado hasta poner en situación de pre-quiebra al 40% de las PYMEs alemanas, Alemania deja de vetar la reforma del mercado para que se desvincule el precio del gas del de la electricidad, movilizando como si fuera una súbita idea genial a los gobiernos de Bélgica y Austria para apoyar la reforma.

Está clara la visión que subyace sobre las políticas europeas críticas: son proyecciones de las necesidades del capital alemán y los capitales nacionales más directamente conectados con él.

Actualización. Mientras editábamos este artículo la presidenta de la Comisión Europea anunció una «intervención de emergencia» del mercado eléctrico haciéndose cargo de los argumentos y posiciones alemanas.

No ha sido diferente en el otro gran tema para Berlín: la necesidad de encontrar alternativas a China y el Indopacífico para producir componentes con salarios bajos. La solución favorita de la burguesía alemana coincide, no es casualidad, con las necesidades del militarismo: la expansión de la UE hacia los Balcanes Occidentales y el Este.

La implicación alemana y de la Comisión está consiguiendo lo que la prensa nos vende como milagros diplomáticos, llevando al gobierno de Serbia, con amenazas bastante abiertas coordinadas con la OTAN, a ceder ante el de Kosovo seguramente más de lo aconsejable para su estabilidad interna y al gobierno de Macedonia del Norte a rehacer su Constitución para que Bulgaria retire sus peros a su proceso de ingreso.

¿Estas intervenciones aumentarán las tensiones internas y entre países haciendo aún más volatil una situación ya difícil? Probablemente. Pero lo que importa en Bruselas y Berlín es su utilidad para el capital alemán, aunque acreciente el riesgo de nuevas guerras europeas, sobre todo si la perspectiva de acceso al mercado UE de todos esos pequeños capitales nacionales vuelve a retrasarse.

¿Basta la dinámica del militarismo para imponer la UE que propone Scholz?

Scholz hoy en Praga

Para Scholz y las grandes industrias y fondos alemanes todo encaja. El militarismo les impulsa «moverse hacia el Este» hasta abarcar en la UE a todos los estados fronterizos fuera de la órbita rusa. Y la nueva división internacional del trabajo impulsada por las necesidades imperialistas de EEUU le llevan a acortar sus cadenas de suministro al máximo y por tanto a asegurar un cinturón de países de bajo coste dentro del espacio UE. Nuevos proveedores y nuevos mercados cautivos -asegurados por un euro a medida de sus intereses- estarían además dentro de una esfera militar común.

Pero para hacer ese espacio gobernable, es decir, para mantener la hegemonía de sus intereses en él, necesita una reforma unánime que entregue nuevos poderes a Bruselas y elimine el derecho de veto de los estados en cada vez más áreas de decisión.

Así que Scholz intenta cabalgar la ola del discurso militarista para hacer pasar su reforma sin ofrecer mayores contraprestaciones ni ventajas a aquellas burguesías que, perdido el derecho de veto, no tendrán prácticamente capacidad de negociacion en ningún tema estratégico. Lo único que les ofrece, además de un resguardo militar que ya obtienen de la OTAN, es lo que puedan sacar de una nueva ampliación del mercado. Dudosamente aceptarán con gusto.

El ejemplo más claro es Polonia. Jacek Sasin, viceprimer ministro polaco, ya calificó como inaceptable la propuesta de Macron. Y preguntado hoy por los periodistas, Scholz se declaró contrario a relajar la presión sobre Varsovia a cuenta del «estado de derecho» a cambio de un posible apoyo a la reforma que proponía.

Es decir, una vez más, el gobierno alemán quiere una Europa alemanizada, construida en función de las necesidades de su capital nacional, sin ofrecer nada a cambio y sin ceder en cuestiones de fondo o soberanía.

Mientras EEUU sea la cabeza de la formación del nuevo bloque y la OTAN su estructura principal en el mundo noratlántico -y ártico- sus esfuerzos por conseguirlo sólo aumentarán las contradicciones internas de la Unión, llevándolas una y otra vez hasta sus límites. La UE dependerá para sobrevivir de la flexibilidad alemana a la hora de gestionar esas tensiones que durante los próximos años llegarán en algunos momentos a lo insoportable.

No cabe hacer un pronóstico. Pero lo cierto es que las contradicciones entre los intereses de los distintos estados tienden a ser cada vez más violentas y que la flexibilidad nunca ha sido la mayor virtud de las clases dirigentes al Norte del Rin.