Sánchez y el estado de taifas de la burguesía española
Durante los últimos meses y semanas, las batallas en el poder judicial evidenciaron que la crisis del aparato político había penetrado ya en el mismo corazón estado. La solución Sánchez, un acuerdo con el PP para hacer valer el poder formal del legislativo sobre los jueces, no podía sino agravar aun más la tendencia a la transformación de una batalla entre jueces que se solapaba con batallas políticas, en una batalla entre el aparato político y el judicial.
Era un «hachazo», una afirmación de poder que de paso apuntalaba la apuesta de Sánchez: mantener el monopolio de la renovación del aparato político en los dos viejos partidos de la Transición: PP y PSOE.
La operación ha saltado por los aires. La excusa: un whatsapp del líder del PP en el Senado contando a los miembros de su grupo que el acuerdo, a pesar de dar una mayoría a jueces cercanos al PSOE, les garantizaba «controlar desde atrás» la sala segunda que es la que tiene poder sobre los políticos y sus aforamientos. Es decir, el PP se congratulaba de que con el PSOE tendría control del juicio a los políticos independentistas catalanes. No tenía más remedio que dimitir de su candidatura so pena de dejar en entredicho la capacidad misma del estado para enfrentar la revuelta de la pequeña burguesía independentista catalana, verdadero fondo de la parálisis del estado, desde la judicatura a los presupuestos.
Pero ni las filtraciones ni los mensajes que les dan lugar, ocurren por casualidad. El PP está dividido: hay un sector «duro» que interpretaba que el pacto con el PSOE preparaba una negociación con los independentistas y hay muchos damnificados ya de su nuevo líder, Pablo Casado. Entre ellos Cosidó, jefe de la bancada en el Senado y autor del famoso whatsapp. Bajo los autosabotajes del PP emergen de nuevo las líneas de fractura de la burguesía española.
El primer balance de situación nos debe llevar a constatar que la apuesta Sánchez por dar forma desde Moncloa a la renovación del aparato político de la burguesía española desde los viejos partidos y devolver al redil a la pequeña burguesía regional en deriva con «diálogo», solo ha servido para multiplicar las fracturas hasta cuartear al estado en lo que cada vez es más una guerra de taifas generalizada. Incapaz de sacar adelante unos presupuestos por su dependencia desde el principio de los independentistas, el tiempo se agota para Sánchez y la perspectiva de un superdomingo electoral el 26 de mayo en el que coincidirían las elecciones autonómicas, locales, europeas y generales, se abre paso por horas. La burguesía española se jugaría la reordenación de su aparato político en una tirada de dados, en un nuevo intento por poner freno a su propia fragmentación.