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Sánchez en América

30/08/2018 | España

Sánchez llegó a la Moncloa sabiendo que tenía por delante una contrarreloj. Antes de llegar a nuevas elecciones tenía que convencer ante la burguesía española de que la salida de su estancamiento no pasaba por el orillamiento de los dos grandes partidos. Sabe que en la interna solo puede plantear deseos y sacar adelante leyes «menores» para los intereses de la burguesía. Está lejos de la mayoría parlamentaria, tiene enfrente un independentismo catalán encallado pero empecinado y un PP al que intenta echar capotes pero que seguramente no sepa evitar una nueva implosión. Así que los esfuerzos de Sánchez pasan por el gesto y la política exterior.

Su apuesta en la crisis del «Aquarius» fue esencialmente la misma que la que le llevó al poder en España: presentarse como equilibrista entre dos fuerzas agotadas. No le salió mal... pero el gran juego europeo le excede tanto a él como a la burguesía española. ¿Opción alternativa? Intentar representarse como un nuevo Felipe Gónzalez a la burguesía española. El lema: «Hablar a toda la comunidad iberoamericana desde su diversidad»... sea lo que sea que quiera decir. Porque los motivos aducidos en la ruta elegida (Chile, Bolivia, Colombia, Costa Rica) son cuando menos sorprendentes. Según la explicación oficial el equipo de Sánchez eligió los países por su tamaño, PIB per capita y localización. Objetivo: una «muestra representativa». ¿Una «muestra»? ¿Piensa reflotar el imperialismo español con estadísticas?

No solo la ruta y sus criterios, sino los temas y contenidos en la agenda que se ha publicado dejan atónitos a propios y extraños. Empezando por Chile. Temas declarados para tratar con Piñera: colaboración en ciberseguridad y acuerdo de reconocimiento de títulos universitarios. ¿Hacía falta un viaje presidencial para uno de esos apartes que realizan los números tres de los ministerios en las Cumbres Iberoamericanas sin pena ni gloria? Obviamente toda la élite chilena pensaba que era solo una cobertura. Pero no, se trataba, como declaró el asesor de exteriores de Sánchez, de «dejar clara la importancia de la región para España»... Puro protocolo de reuniones breves y fotos, declaración de lugares comunes sobre Venezuela con Piñera y gesto de adhesión al mito allendista ahora en su versión «memoria histórica». ¿Sustancia política o económica? Ninguna. Muy simbólicamente, en la recepción por los presidentes de las cámaras en el viejo Parlamento de Santiago, los frutales del patio fueron «decorados» con naranjas compradas para la ocasión para que parecieran más fecundos y frondosos de lo que son.

En Bolivia el «revolucionario» favorito del FMI, Evo Morales, le recibió en medio de su propia bronca con la pequeña burguesía urbana para firmar un acuerdo que afirma la seguridad jurídica de las inversiones en el «corredor bioceánico». Basicamente: Morales se compromete a que el estado boliviano no nacionalizará nada mientras la inversión no sea amortizada. El contenido es tan obviamente declarativo, tan limitado a las buenas intenciones que no puede sino producir escepticismo entre un capital español que lleva dos décadas siendo invitado al proyecto y está mucho más escarementado que el alemán. Morales, en medio de un «show» discursivo indigenista con ditirambos para Repsol, le pidió que mediara ante la UE para organizar la próxima cumbre UE-CELAC, Sánchez recogió el guante feliz y acabó dándose un baño de relaciones públicas para sorpresa del los desconfiados bolivianos. La crónica de «El Deber» resumía: «Se creía que venía a reclamar por los fondos del BBVA en las AFP y terminó bailando y tomándose selfis con todo mundo».

La anécdota boliviana da ya una pista de los objetivos de Sánchez. En Colombia, hoy, visitará a Duque en Nariño para «ofrecerse» como mediador en el proceso de paz con el ELN bajo las condiciones que desee Colombia, con otros mediadores o en solitario, en territorio colombiano o en España... es decir, Sánchez, con Duque como con Morales, en Chile como en Bolivia y Colombia, va para pedir. Pedir oportunidades para existir en la diplomacia continental y participar en ocasiones más o menos históricas, sea como conseguidor, mediador, facilitador o lo que haga falta, porque salvo en Colombia, tampoco ha llevado ninguna propuesta con una mínima concreción.

En realidad Sánchez lo que persigue es una imagen y un relato. Consciente de que no tiene tiempo para desarrollar líneas estratégicas de fondo o proponer una estrategia para el ‎imperialismo‎ español en América, quiere encontrar valedores para convencer a la burguesía española de que puede tejer relaciones útiles a sus intereses imperialistas en el mercado extra-europeo más importante para el capital español. De ahí la necesidad de «la muestra»: dos presidentes de la derecha sudamericana, el pinochetista Piñera y el uribista Duque, y dos presidentes de la izquierda, el bolivariano Morales y el socialdemócrata Alvarado.

¿Qué esperar del capital español en América?

El capital español ya no tiene la fuerza ni la retaguardia de los años felipistas. Y el contexto global y regional no podía resultarle más adverso. Por mucho que la burguesía española evoque aquellos «años prodigiosos» de ‎acumulación‎ y expansión ‎ imperialista‎, no tiene capacidad para volver a levantar nada parecido. Lo sabe y si tuviera la tentación de olvidarlo, los agónicos traspiés de la burguesía británica se lo recuerdan cada día. Como el Cid, se lamenta a coro cantando «¡qué buen vasallo si hubiera buen señor!», mostrando su «compromiso europeista» día sí y día también. Su estrategia en América durante los últimos años ha oscilado entre el conservadurismo del que sabe que podría soportar pocos envites y la pura y simple desinversión para tapar agujeros en casa y defender sus empresas insignia de la voracidad de sus competidores internacionales. A día de hoy está ya lejos de poder volver a plantear una «estrategia iberoamericana» autónoma de la Unión Europea. En el futuro, más allá de treguas temporales en la guerra comercial, la perspectiva a medio plazo es hacia enfrentamientos, en principio comerciales, cada vez más violentos con EEUU, China y Gran Bretaña. Y en ellos, el imperialismo español será cada vez más escudero que caballero. Los sueños imperialistas en español, llámense «Patria Grande» o «Iberoamérica», no tienen «una segunda oportunidad sobre la tierra».