¿Hay alguna salida a la crisis a la vista?
No parece haber salida a la crisis a la vista. Las estadísticas oficiales son desastrosas y el paro está cerca de batir el récord histórico. El gobierno y la Unión Europa proponen una salida keynesiana a través de los fondos de recuperación, la digitalización y sobre todo, el Pacto Verde. ¿Puede funcionar?
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El tema de este artículo fue elegido hoy por los lectores del canal Communia en Telegram
Las empresas no ven salida a la crisis
El índice de gestores de compras se basa en una encuesta en la que se pregunta por previsiones de compras inmediatas a los responsables en miles de empresas. Cuando el índice está por encima de 50, se crece. Esa es la normalidad esperada. Cuando está por debajo de 50 es que viene, en lo inmediato una recesión. Hoy el PMI europeo está en 48,8. Una segunda recesión dentro de la crisis está a la vuelta e la esquina. En España el PMI de los servicios está en 43. Nada más lejos de ver una salida a la crisis. Más teniendo en cuenta que el sector turístico está hundido y cada nuevo dato es peor que el anterior.
Lo que dicen los analistas financieros es que más de 453.000 empresas van a tener problemas de solvencia a causa de la crisis provocada por la pandemia y 1.360.000 necesitarán llevar a cabo una reestructuración de los plazos de su deuda. El gobierno, para enfrentarlo, quiere hacer obligatorias las quitas de la banca a las pymes pero los bancos se resisten porque temen por su propia solvencia.
Los trabajadores estamos siendo empobrecidos en masa
Las cifras oficiales de empleo arrojan ya 4 millones de parados. Las oficiales. Porque en realidad hay 1 millón más ocultos bajo los ERTE que aflorarán en 3 meses. Los medios hablan de 700.000 personas sin esperanza de encontrar trabajo. Tal vez sean más. Lo cierto es que la trituradora ha puesto el turbo y se triplican los intentos de suicidio. Para los que mantienen el trabajo el panorama no es mejor: el salario medio español está sufriendo la peor caída en 50 años.
Los trabajadores lejos de poder ver un solo brote verde o una salida a la crisis, tenemos por delante un horizonte aun más negro que el presente.
La UE y los fondos de recuperación
A estas alturas la UE ha pasado de permitir excepcionalmente superar los límites de déficit a preparar el camino para hacerlo un año más. La apuesta se vende como una suerte de nuevo keynesianismo: gasto público masivo y política monetaria expansiva.
La verdad es que los famosos fondos y créditos del programa de recuperación solo cubren una parte menor del desastre sufrido por el capital español, abocando a estado y empresas un endeudamiento masivo. De hecho, aunque los tipos negativos contienen temporalmente el problema del amontonamiento de deuda pública, el estado prepara ya una senda de ajuste fiscal... es decir, el keynesianismo de hoy es la austeridad de mañana
Por eso tanto el Gobierno como la UE cifran la salida a la crisis a la magia de las ayudas directas. Esperan que dedicándolas masivamente al Pacto Verde sirvan para atraer nuevos capitales (ahí que se va la Ministra de Exteriores a vender proyectos a Emiratos y Qatar) y sobre todo para vehicular una transferencia masiva de rentas desde el trabajo al capital a través el cambio tecnológico.
Dejando al margen que el desarrollo de la incompetencia a todos los niveles del estado parece estar poniendo en peligro la capacidad para absorber las subvenciones europeas, merece la pena echar un ojo a los grandes beneficiarios de la llamada transición ecológica: las energéticas y las automotrices.
Tanto unas como otras están ofreciendo resultados espectaculares: Fiat y PSA repartirán 1.000 millones en dividendos. Iberdrola obtiene un beneficio neto de 3.610,7 millones de euros con un crecimiento del 4,2%. Endesa 2.132 millones de beneficio neto. Enagás 444 millones, un 5,1 % más que en 2019. Y podríamos seguir. Las empresas del Pacto Verde ya han encontrado su salida a la crisis.
Pero junto a estas cifras, dentro de su propia casa, el CEO de Fiat-PSA declara sin ambajes que su modelo de éxito pasa por seguir despidiendo trabajadores hasta 2030 como mínimo y cobrando cada vez más por los coches. En la energía no es diferente. Las energéticas el Ibex, a pesar del boom de inversiones y la burbuja de nuevos parques y acuerdos de suministro con grandes empresas, han reducido su plantilla conjunta en casi 1.500 trabajadores.
El keynesianismo como salida a la crisis
La invocación de la teoría keynesiana y su asociación con el crack del 29 suele olvidar lo fundamental sobre el liberal británico: su Teoría General se publicó en 1936. Sirvió entonces para argumentar que en 1929 el todavía joven capitalismo de estado nacido de la primera guerra mundial podría haber reducido la duración de la crisis y reiniciado el motor de la acumulación antes.
A la Teoría General siguió el famoso plan Keynes: unas directrices para la economía de guerra que el gobierno británico impuso a partir de 1940 para sostener la mayor matanza de la historia hasta el momento.
Y, en realidad, el keynesianismo fue la aplicación de todo lo anterior para hacer permanentes las herramientas y la centralización propias de economía de guerra en la posguerra. Su objetivo era poner en marcha la acumulación... después de que una masa gigantesca del capital mundial hubiera sido destruida durante la matanza imperialista.
Es decir, el keynesianismo es un aparato ideológico que recomienda una serie de medidas de excepción (concentración del consumo en el estado e intervención de los tipos de interés) como forma de arrancar de nuevo el ciclo del capital -es decir, de salida a la crisis- tras una destrucción masiva de capacidades productivas. Bien tras una crisis que devalúe rápida y masivamente el capital, bien tras una guerra.
En ambos casos, el keynesianismo no oculta en absoluto su objetivo: ajustar los salarios a la devaluación previa del capital garantizando al mismo tiempo a las empresas un mercado para la producción a través del crédito y el gasto público. Dicho de otro modo, tirando la pelota de la ausencia de demanda -que la bajada de salarios acrecenta- hacia delante.
Es cierto que esto es precisamente a lo que el capital aspira hoy como salida a la crisis. La originalidad consiste en que no pretenden hacerlo tras una guerra arrasadora o una devaluación masiva de las inversiones como la de 1929, sino para evitarla. Por eso no les llega con la masa de fondos movilizada por la UE. Por eso el ajuste sobre salarios, costes generales de explotación (servicios públicos básicos) y empleo al que apunta es necesariamente mayor. Más capital a salvar, más transferencias de rentas desde los trabajadores que forzar.