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Revuelta en el Egeo

26/02/2020 | Grecia

Hace solo unas horas ha terminado la asamblea general de huelga en Lesbos en medio de consignas insurreccionales. La prensa local titulaba hoy que Mitilene, la capital, se había «convertido en Vietnam» por los combates, emboscadas y escaramuzas continuas entre la población y un ejército de antidisturbios y fuerzas de contraisurgencia mandados a la isla por el gobierno. En Chios, la situación no es mejor y hasta Syriza llama a los militares y policías enviados desde Atenas «fuerzas de ocupación». Mientras, el gobierno advierte que no piensa recular y la Unión Europea pide contención a las partes, escondiendo su propia responsabilidad. ¿Qué está pasando? ¿Lleva razón la prensa cuando insinúa que se trata de una reacción xenófoba de los isleños?

El campo de Moria, en Lesbos, es el retrato de Dorian Grey del discurso humanitarista europeo. En septiembre pasado el hacinamiento acabó ya en protestas. La protesta fue reprimida y en el combate con la policía se iniciaron fuegos que acabaron en la muerte de una mujer y su hija pequeña. Parte de la prensa y las televisiones europeas se fijaron entonces en lo que no era sino un secreto a voces y motivo de frecuentes protestas en Grecia: la situación inhumana de las condiciones de vida en Moria... y en tantos otros campos del Egeo.

Pero en diciembre la creciente tensión imperialista entre Grecia y Turquía llevó a Erdogan a relajar la vigilancia de las costas y propiciar una nueva oleada de refugiados. Solo en diciembre llegaron 5.000 con vida a las islas griegas. ¿Respuesta del gobierno griego? Instalar un «muro flotante» en mitad del mar para que las precarias embarcaciones se hundieran antes de llegar a la costa.

La llegada de miles de nuevos refugiados empeoró aun más las condiciones de los campos que ya de por sí eran insalubres. Moria tiene casi cuatro veces el número de habitantes que puede soportar. A día de hoy tocan a un inodoro de campaña por cada 150 personas, una tienda de campaña para cuatro personas para cada tres familias extensas y el agua potable sigue siendo un problema. A principios de este mes, cuando empezaron las manifestaciones de refugiados en Mitilene -reprimidas rutinariamente por los cuerpos represivos- ya había 25.000 refugiados solo en Lesbos, cuando se suponía que no había condiciones para más de... 700. En Samos, Chios, Leros y Kos, la situación no es mucho mejor.

No «solo» eran la insalubridad de las condiciones, las deportaciones y la violencia policial lo que movilizaba a los refugiados. También la violencia de mafias dentro de los propios campos. Siria o Afganistán no solo expulsan trabajadores y campesinos, también expulsan a sus explotadores, masacradores y torturadores, a los que encuentran muchas veces luego convertidos en «capos» del lumpen pugnando por retomar su explotación como garrapatas. Pero el estado griego, que tan dado es a reprimir las protestas, en lo de reprimir al lumpen que explota a los refugiados no quiere ni meterse. Su solución no ha sido otra que comenzar a construir mega-estructuras cerradas en la que hacinar a los refugiados para controlarlos como un todo.

Hasta ahora los isleños, en su mayoría pequeños propietarios agrícolas y trabajadores del sector turístico, habían convivido con los refugiados, solidarizándose en muchos casos con los refugiados. La falta de condiciones higiénicas y vitales mínimas eran referidas una y otra vez por los vecinos como un peligro de salud pública... que ya comenzaba a fundirse con el miedo a la expansión de la neumonía de Wuhan. Pero el enfado general no encontró una chispa hasta que el gobierno anunció que expropiaría tierras durante tres años para construir los nuevos centros. Y hasta ahí podíamos llegar... para la pequeña burguesía agraria de las islas, la propiedad de la tierra es «casus belli».

Fue entonces fue cuando el miedo de unos y el descontento de otros llevó a que los isleños como un todo entraran en pie de guerra haciendo suya la reivindicación de los migrantes: nada de construir los euro-CIEs que a propuesta de Sánchez y Macron la UE hizo suyos en la minicumbre sobre migraciones del verano de 2018: traslado al continente y papeles «para los que no sean delincuentes».

Las protestas se extendieron a Chios y las batallas campales con las fuerzas mandadas desde la capital se prodigaron. A la represión siguió la convocatoria de la huelga general de hoy y un continuo goteo de informaciones de lo que tanto en la prensa conservadora griega como en la de Syriza tiene todo el aspecto de una revuelta yéndosele de las manos al aparato político.

¿De qué va ésto?

Hasta ahora la pequeña burguesía de las islas del Egeo había sido un elemento «contenedor» de cualquier respuesta ante el empeoramiento general de las condiciones de vida causado por la creación de los gigantescos campos de concentración planeados por la UE. Si había destilado algo no había sido solidaridad precisamente.

Sin embargo, el miedo a una epidemia y la torpeza del gobierno a la hora de expropiar tierras, han alineado temporalmente los intereses de los propietarios locales con los de los trabajadores y los refugiados. La tozudez del gobierno, el cinismo de Bruselas y la brutalidad de la policía, emboscando civiles y disparando botes de humo a bocajarro entre gritos racistas antiturcos, tienen que servir a los trabajadores para sacar conclusiones y superar el cerco creado por el bombardeo patriótico permanente. Su enemigo no está en Turquía, sino en Atenas. Por eso para llevar adelante las movilizaciones hay que superar la dirección de unos agricultores que solo temen ser expropiados y llevar la movilización al continente donde los trabajadores son la mayoría de la sociedad.