Reducción de jornada y salarios ¿Qué está pasando?
Ayer en España todos los telediarios dedicaron un inusual espacio al «referendum» en Desigual sobre reducción de jornada. Insistían en que «la reducción de sueldo se reparte a partes iguales entre los trabajadores y la empresa». Sí, están vendiendo el modelo y sí, hay gato encerrado. De Japón a EEUU pasando por Irlanda, Francia y Gran Bretaña, la llamada «recuperación» está viniendo acompañada de una reducción de ingresos de los trabajadores vestida de diferentes maneras. La reducción de jornada es sólo una de ellas.
Reducción de jornada: del fiasco de Telefónica a Desigual
Desde el pasado junio el capital español está intentando implantar un modelo de reducción de jornada con reducción de salarios, por sus propias razones, tanto de carácter general como particular en cada empresa. El punto de partida era Telefónica, uno de los grandes monopolios y también uno de los puntales del imperialismo exterior más tocados durante la larga crisis comenzada hace ya 12 años.
Ni siquiera a la prensa económica más ultra se le escapaban las motivaciones de la compañía:
No parece, por ejemplo, muy descabellado pensar que la Telefónica de turno acceda a una medida tan disruptiva como la jornada de cuatro días porque necesita reducir el coste de su masa salarial y haya ya identificado que puede prescindir un día de un amplio porcentaje de su plantel- [...] El teletrabajo puede haber alertado al empresario sobre la posibilidad de crear estructuras de trabajo low-cost, con un porcentaje mayor de empleados freelance, a la sazón más baratos en cuanto al pago de los costes sociales
La Información, 20/9/2021
Pero los trabajadores de Telefónica rechazaron la reducción de jornada con bajada de salarios. Para hacer un piloto esperaba contar con al menos un 10% de la plantilla, 2.000 trabajadores se apuntaran a una prueba piloto. No lo consiguió. Solo 156 estaban dispuestos.
En el caso de Desigual, el resultado ha sido distinto porque los propios trabajadores lo han interpretado como «un ERE encubierto». La situación de la empresa, muy financiarizada desde sus comienzos, es desastrosa: perdió un 38% de las ventas cuando ya venía en larga caída desde 2014. Ahora entre los despidos de quienes no acepten la reducción de jornada y la reducción del salario del 6,5% de los restantes espera aumentar rentabilidad.
Entre otras cosas porque la reducción de jornada no solo va acompañada de una reducción de salarios sino del compromiso de sacar adelante la misma carga de trabajo... con menos horas y menos trabajadores. El ERE de los sueños de cualquier gran empresa española y encima con campaña gratuita en medios vendiendo a la compañía como un modelo social.
La inflación se une a la reducción de jornada para acelerar la caída de los salarios hora
En EEUU las reducciones de jornada y la inflación están uniéndose para producir una bajada no solo del total cobrado sino del salario por hora de los trabajadores.
La bajada de salarios reales está produciendo inevitablemente «escasez de mano de obra», como en Gran Bretaña y, en el marco de un mercado de trabajo con despido libre y generalmente gratuito, una «rotación extrema» de los trabajadores.
«Hay semanas en las que contratas de 500 a 800 personas, pero al mismo tiempo pierdes de 300 a 400 empleados», aseguró el jefe del operador de casinos MGM Resorts International, Bill Hornbuckle. Una fábrica de metales en el área de Cleveland informó que una cuarta parte de su fuerza laboral solo había estado a bordo durante tres meses o menos.
Los hosteleros dicen que casi una de cada dos personas abandona después de uno o dos meses. [...]«Seis de cada diez empleados recientemente contratados no se presentaron a sus turnos», dijo a la agencia Bloomberg David Allen, director de la empresa de catering Cuisine Unlimited de Salt Lake City
En Gran Bretaña, Johnson llamó a los empresarios a subir los salarios en vez de pedir más migrantes a salarios bajos. Viejo tramposo, sabía ya que los salarios empiezan lentamente a moverse al alza... pero que la inflación sube más y más rápidamente. Es decir, que el salario real por hora trabajada está cayendo.
En Alemania, sin que se hayan producido subidas en los salarios, la inflación está en récords de más de una década erosionando rápidamente la capacidad de compra real de los salarios. A la burguesía alemana ya no le asustan las subidas del índice de precios. De hecho calculan que hasta mediados de la década de los 40 seguirán subiendo a consecuencia del Pacto Verde. El diferencial entre subida de salarios e inflación permite felicitarse de la subida nominal de salarios mientras prosigue sin pausa la transferencia de rentas del trabajo al capital.
De hecho, la caída de los salarios reales en las nuevas contrataciones es un fenómeno casi universal ya. El primer ministro japonés ha comenzado su mandato prometiendo que haría cuanto estuviera en su mano por subir los salarios por hora trabajada. La promesa fue poco más que un brindis al sol y no mereció ni pasiones a favor ni en contra: en su programa no enunciaba una sola medida que no estuviera orientada a reducir costes empresariales.
Los trabajadores pierden vida en cada ataque
Las consecuencias de todo esto no son temporales -«unos meses más»- y no van a consistir solo en «un poco más de estrecheces».
Tenemos un buen ejemplo en Irlanda, donde empieza también a notarse la erosión de la capacidad de compra en los precios eléctricos y donde hasta los votantes ecologistas empiezan a desconfiar del significado del Pacto Verde.
Allí, comer sano vendría a suponer el 35% de los ingresos de una familia trabajadora, lo que resulta insostenible con unos salarios reales a la baja y una capacidad de consumo cada vez menor -entre otras cosas por las subidas de la vivienda. Así que la familia trabajadora típica se gasta solo el 17,5% en alimentación y dado lo que ofrece la industria a menores precios, crece la epidemia de diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiacas.
En España la situación no es mejor: la alimentación está en escalada de precios y ha alcanzado ya los máximos de los últimos diez años. Unas cifras que empiezan a ser comunes en cada vez más países. Y que se suman al pico de precios de alquileres y vivienda como en Irlanda y EEUU.
En realidad no es un problema de vivienda, alimentación o electricidad. El problema es que los salarios pierden capacidad de consumo, que sus subidas son ilusorias porque se las comen los precios y sobre todo que cada mordisco a nuestra capacidad de consumo deja cicatrices.