Recuperar la ciudad
Los grandes edificios corporativos de Barcelona y Madrid están ahora apagados por las noches. Muchas oficinas quedaron vacías o redujeron buena parte de su plantilla presencial. Las terrazas en cambio, están llenas, las mascarillas son escasas, las distancias estrechas. El afán de amortiguar a toda costa el desastre de las inversiones hosteleras y turísticas, hace a la nueva normalidad más inquietante cada día, más frágil con cada nuevo foco. En Cataluña se contaron ayer 816 nuevos casos. No es de extrañar que a partir de las ocho las aceras estén poco concurridas y que la mayor parte de las calles queden vacías antes de medianoche. Los alcaldes nos dicen que es hora de recuperar la ciudad. Quieren decir en realidad que tomemos más riesgo, salgamos, viajemos y gastemos para recuperar la facturación de los pequeños negocios y las cadenas. Ni toca ni es nuestro problema. Y sin embargo, tanto el verano de la nueva normalidad en Europa como el invierno de confinamientos de América del Sur puede ser un buen momento para recuperar los lugares en que vivimos de un modo muy distinto.
Bajo el mapa de la ciudad, la historia de la lucha de clases
La burguesía y sobre todo la burocracia del último siglo nos acostumbraron a ver los edificios de la ciudad como parte de un paisaje, como hechos de la naturaleza surgidos de su voluntad o del empeño particular de alguno de sus miembros.
Mientras el paisaje natural sería la expresión de un dios creador, el paisaje urbano representaría a las clases creadoras: creadoras de riqueza, de cultura, etc. Porque es así como se han considerado a sí mismas las clases dominantes en todas las épocas. En la ideología dominante de cualquier sociedad dividida en clases son los reyes los que construyen palacios, las repúblicas las que levantan academias y mercados, los magnates los que yerguen monumentos y los políticos los que abren museos. Las ingentes horas de trabajo, la cantidad de esfuerzo, conocimiento y habilidad humana empleadas, desaparecen y se identifican en el acto creador de un individuo o institución. El mapa de la ciudad que nos enseñan las guías turísticas es el recorrido en el tiempo de una voluntad, la voluntad de sus sucesivas clases dominantes.
Pero con las revoluciones burguesas europeas del siglo XIX las ciudades se convirtieron en el campo de batalla de la lucha de clases. Vivimos dentro -o encima- de los restos de las grandes confrontaciones del pasado. Ya sea a través de los brutales monumentos del triunfo de las fuerzas reaccionarias, de los huecos dejados en el mapa de la ciudad por sus venganzas o de las afirmaciones arquitectónicas de las clases que en cada momento pugnaron por hacerse con el poder. El centro, los ensanches decimonónicos, las primeras barriadas obreras, las fábricas en ruinas o los áridos barrios de cubos de hormigón en los que vivimos, son los decorados de una gran representación histórica que sigue sobre el escenario porque aun no ha terminado.
La ciudad negada
La posibilidad de construir por sí misma ha estado siempre negada a las clases trabajadoras. Por eso el mapa de lo construido -organizativa e incluso, en algunos casos, físicamente- por aquellos que estaban negados y privados de todo poder es tan significativo. Hay un mapa por hacer de sociedades obreras, ateneos y casas del pueblo, de grandes huelgas e insurrecciones obreras. Y en países como España o Portugal, que tuvieron grandes proletariados agrícolas no se limita ni mucho menos a las grandes ciudades.
Es un mapa que nos reclama que aprendamos de las luchas de los que vinieron antes, de sus éxitos, sus condicionantes y sus derrotas. Es la primera capa de la ciudad a recuperar. La ciudad que nos anima a salir de nuevo al escenario.
La ciudad oculta
A partir de ella podemos recuperar el resto. Entender qué fueron nuestros barrios y por qué son así. Y también recuperar, despojar al relato histórico oficial del monopolio de reyes, patricios y repúblicas. Aprender a ver en el palacio renacentista, la mezquita medieval o el templo romano, el trabajo y las posibilidades de las clases trabajadoras de cada época. Entender la Historia no como una mera sucesión de etapas y poderosos, sino como el proceso en que la Humanidad, fracturada en clases e impulsada por el conflicto entre ellas, desarrolló sus capacidades productivas, es decir su capacidad de satisfacer necesidades hasta hacer posible una sociedad reunificada y de abundancia para todos.
La consciencia es desalienación no iconoclastia
Los que niegan una parte de la ciudad y ocultan a la otra, los que escriben los relatos de época, son los mismos que periódicamente sufren ataques de iconoclastia puritana y se ponen a derruir estatuas o felicitarse por la destrucción de catedrales góticas. Dan por bueno el relato de la clase dominante y doblan la apuesta: Colón habría descubierto América él solito y él solo sería responsable de invasiones y conquistas posteriores. En ese cuento no hay ni clases, ni fuerzas sociales, ni desde luego trabajo humano en astilleros, fundiciones y campos haciendo posible todo lo demás... uno de los movimientos históricos que más masas humanas proyectó en cinco continentes se habría debido tan solo a la voluntad de un individuo y su asociación con una reina. Reyes del pensamiento mágico, derruir la estatua les libera de no se sabe qué culpa heredada. ¿Catedrales? ¿Mezquitas? Tres cuartos de lo mismo.
La pequeña burguesía moralista mira la Historia y como a la reina roja de Alicia solo se le ocurre gritar: ¡¡Que les corten la cabeza!!. Las clases trabajadoras dicen en cambio: Todo ésto lo hicimos nosotros y será parte de nuestro legado a la Humanidad que se emancipará con nosotros.
Recupera tu ciudad
Hace un par de años algunos compañeros empezaron a preparar rutas por las ciudades en las que vivimos y trabajamos. Cada visita entre compañeros e incluso el propio congreso en que fundamos Emancipación venía precedida de un pequeño trabajo de documentación histórica que permitía al que llegaba compartir una mirada nada turística sobre el lugar en el que era recibido. Se trataba de que pudiera ver en ella todo cuanto a lo largo de cientos o miles de años había concurrido y daba sentido a todo aquello por lo que luchamos y a lo que aspiramos. En medio mundo estos no son los mejores días para salir de excursión urbana. Pero tal vez pueden serlo para buscar y documentar la historia de las clases trabajadoras en la ciudad en la que vives. Eso sí sería el comienzo de un verdadero recuperar la ciudad.