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Raúl Castro y las ruinas del proyecto nacional del capitalismo de estado cubano

17/04/2021 | Cuba

Raúl Castro anuncia a los 89 años su próximo retiro, 62 años después de que la guerrilla del M26J entrara en la Habana y 60 después de que Fidel Castro proclamara la entrada de Cuba en el bloque ruso. El retiro del último comandante activo de Sierra Maestra de la cúpula política de la clase dirigente se produce en medio del último acelerón de la agónica y perenne crisis de un capital nacional en ruínas.

En este artículo

¿Qué fue la revolución cubana?

A finales de los 50 Cuba da todas las señales de crisis características de un país semicolonial. Se producen movimientos masivos de trabajadores y una agitación creciente de la pequeña burguesía que adopta un discurso nacionalista en continuidad con el de la reciente independencia. Entre estos grupos de la pequeña burguesía nacionalista está el M26J (Movimiento 26 de Julio) de los hermanos Fidel y Raúl Castro, que ha iniciado un intento de conquista en la sierra.

Militarmente tienen poco o nada que hacer -en su momento álgido apenas cuentan con 800 miembros armados-, pero escondidos en el monte y más o menos sostenidos por los guajiros (minifundistas en agricultura de subsistencia), se convierten en un símbolo de la impotencia del gobierno. Especialmente a partir del momento en que la revista Paris Match publica un reportaje fotográfico y la prensa estadounidense comienza a contar sus andanzas como una leyenda romántica.

Los movimientos de trabajadores son pastoreados y desorientados por los sindicatos y los partidos de izquierda, pero con todo en no pocas ocasiones desbordan el encuadramiento y llegan a ocupar refinerías, fábricas e ingenios... Un movimiento de trabajadores sin objetivos ni organización masiva propia no tenía opciones inmediatas, pero resultaba igualmente amenazante al capital. Así que, a partir de la primavera del 58, ante la incompetencia de la oposición política tradicional, la idea de dar una oportunidad al M26J de los hermanos Fidel y Raúl Castro ganará a la mayor parte de la burguesía cubana. Hasta los Bacardí apoyan en el momento al M26J.

El castrismo en la revolución cubana

Fidel Castro no decepcionará. En medio del derrumbe político del régimen durante las navidades del 58, aprovecha la desbandada de cuadros del gobierno y el ejército y sus fuerzas toman Santiago y Santa Clara, dejando expedito el camino a La Habana.

Tan pronto toma el poder, Fidel envía a sus tropas a desarmar a los obreros que mantienen ocupadas refinerías e ingenios y ponerles, bayoneta mediante, de nuevo al trabajo. Para tomar el control formalmente las estatiza. A partir de ahí comienza un tira y afloja con la parte afectada de la burguesía nacional y sus socios en EEUU.

Este tira y afloja se resolverá dos años después con la incorporación al bloque ruso y la adopción de las estructuras y rituales del capitalismo de estado stalinista. El M26J absorberá a otros grupos similares y al stalinismo oficial para refundar al Partido Comunista Cubano (stalinista) como Partido-Estado y militarizar la producción de arriba a abajo.

Se demostraba una vez más la impotencia de la pequeña burguesía nacionalista de los países semicoloniales para independizar al capital nacional -la cacareada liberación nacional- de un bloque sin sumarse a otro. Pero también el socorrido recurso de llamar socialismo a lo que no es sino estatización del aparato productivo en un marco de totalitarismo político.

En lo que la ideología de los hermanos Fidel y Raúl Castro fue al menos medio sincera fue en su patriotismo, es decir, en defender abierta y constantemente que su misión era reavivar y rescatar, sobre la base de la concentración y centralización estatal, un capital nacional fracasado.

Para ese proyecto nacional, ciertamente en línea con los independentistas cubanos del siglo XIX y principios del XX, la vieja burguesía debía ser expropiada y sustituida por una pequeña burguesía reconvertida en burocracia gestora a través del partido-nación -que es como se define literalmente el PCC castrista. Y por supuesto, los trabajadores debían sacrificarse -con harta frecuencia literalmente- en todos los campos, desde la alimentación cotidiana a las aventuras imperialistas en Angola o Etiopía.

¿La realidad? Cuba nunca dejó de ser un capitalismo semicolonial cuya principal reivindicación internacional, a la que llamaba a sumarse a los internacionalistas del mundo, era que... EEUU le abriera su mercado y le comprara azucar, ron, tabacos y níquel. Extraña consigna no ya para un inexistente socialismo sino incluso para un capital nacional que proclamaba orgulloso su capacidad de desarrollo independiente. Confesión en realidad de que esa afirmación de independencia era falsa y de hecho utópica por imposible.

A los castristas les encanta representarse como culminación de una serie histórica abierta por Martí y Maceo que agrega a Fidel Castro como último figurón. En coherencia relatan la revolución cubana como un único movimiento nacionalista del que ellos serían la última entrega. Llevan razón. Son la última entrega de un largo fracaso cada vez más anti-humano y anti-histórico: el de capital nacional cubano.

La pendiente cubana actual

En 2018 con el paso de poderes a Díaz-Canel y la puesta en marcha del proceso de elaboración de una nueva constitución, la burocracia cubana comenzó un giro que preparaba la búsqueda de nuevos patronos imperialistas en China y Europa de la que concentraba poder económico en el ejército. Pero en 2019 el colapso venezolano se había comido ya los plazos pergeñados por la burocracia castrista, la escasez de alimentos y combustibles se hizo dramática. A finales de 2020, la situación era insostenible y el régimen optó por hacer la divisa convertible entrando de hecho en un nuevo periodo especial en el que la escasez se multiplicó hasta el hambreo generalizado.

Y en eso había llegado el Covid y con las restricciones expandiéndose por todo el mundo, la caída de las pocas exportaciones que seguían manteniéndose y el hundimiento del negocio turístico.

La despedida de Raúl Castro 62 años después

Imagen de Raul Castro anunciando su jubilación en el 8º Congreso del PCC

El anuncio de jubilación de Raúl Castro se produce en el marco del autodenominado Congreso de la continuidad histórica. Raúl Castro, último de los comandantes de Sierra Maestra en la cúspide del estado abrió el congreso con un informe en el que lo más importante fue remarcar que las tres comisiones del congreso estarían dirigidas por tres hombres de la nueva generación: el Primer Ministro, Manuel Marrero -situación económica-; el próximo sucesor de Castro a la cabeza del Comité Central, José Ramón Machado -control social y capacidad de encuadramiento del partido-; y el Presidente, Miguel Díaz-Canel -cohesión, cooptación y disciplina de los cuadros.

Son significativos los tres ejes y cómo se distribuyen: economía para el primer ministro, control social para el jefe del partido y cohesión de la clase dirigente para el Presidente de la República. Sobre todo porque este Congreso está insistiendo como ningún otro en que el PCC es el partido-nación, el partido fuera de cuyos límites las consecuencias serían irreversibles y conducirían a errores estratégicos y a la destrucción misma del socialismo y por ende de la soberanía e independencia nacionales.

La clase dirigente cubana con Raúl Castro a la cabeza está más a la defensiva de lo que había estado desde el periodo especial que siguió al colapso de la ayuda recibida desde el COMECON a principios de los 90. Así que, en medio de una situación de derrumbe económico y desolación productiva, ensaya un nuevo enroque pasando a primera fila a la generación de burócratas que más tiene que perder. Objetivo: lanzarse con redoblada furia a buscar alianzas imperialistas vendiendo... mano de obra con salarios bangladeshíes.

Raúl Castro y Díaz Canel visitan una fábrica de pañales de capital vietnamita en la «zona especial» de Mariel.

Raúl Castro fue explícito: el nuevo modelo son las zonas especiales como la de Mariel.

Es hora de borrar de nuestras mentes prejuicios del pasado asociados a la inversión extranjera y asegurar una correcta preparación y diseño de nuevos negocios con la participación del capital extranjero. Muestra de ello son los resultados alcanzados en la Zona Especial de Desarrollo Mariel que se erige en un importante polo de atracción de inversionistas extranjeros y nacionales que disfrutan de impresionantes infraestructuras.

No se sabe cuáles eran esos prejuicios, porque ni a Fidel ni a Raúl Castro ni a la burocracia cubana les tembló nunca el pulso ni a la hora de reprimir a los trabajadores ni a la hora de apretar en la explotación. No es por nada que hoy resulta menos creíble que los plañideros vídeos patrióticos de los millonarios disfrazados de lumpen que llegan del exterior.

El caso es que se llama al capital internacional a participar de la fiesta de unas condiciones agravadas de explotación del trabajo. Raúl Castro lo dejó bastante claro en medio del manglar de expresiones burocráticas de su discurso. Para Castro hay...

...problemas estructurales del modelo económico que no proporciona suficientes incentivos para el trabajo y la innovación. [...Por lo que] hay que acostumbrarse a vivir con lo que tenemos y no pretender gastar más que lo que seamos capaces de generar en ingresos. [...Y dar] un verdadero giro en la mentalidad en aras de defender el incremento de la producción nacional, en especial de los alimentos, desterrar el dañino hábito de importarlos y generar exportaciones diversificadas y competitivas.

Traduzcamos. La queja por la falta de incentivos al trabajo significa que hay que olvidarse de las pensiones -que quedaron en menos que nada con la convertibilidad- y de las pocas protecciones laborales aun en pie. El regaño por gastar más de lo que tenemos significa que viene una nueva restricción casi total de importaciones... en un país que importa buena parte de los bienes de primera necesidad y en el que consumos básicos solo llegan de higos a brevas y gracias al comercio exterior.

¿En qué queda el mensaje reformista que tanto gusta a la prensa europea que piropea a Raúl Castro? Orientar aun más recursos productivos a la exportación -de empresas estatales o de capital extranjero en zonas especiales- y darle a una pequeña burguesía renaciente la oportunidad de organizar pequeños negocios en más de 2000 nuevos ámbitos diferentes para aprovechar el excedente de mano de obra.

Todo vale para reanimar a un capitalismo semicolonial agónico... salvo soltar el control de la mayor parte del capital nacional que la burocracia asegura a través de la propiedad estatal. Ahí está su límite.

En lo que nos importa, sin embargo no lo hay. Para los trabajadores Raúl Castro y sus epígonos, en pie sobre las ruinas de una estructura productiva arrasada, vuelven a repetir su consigna favorita, el himno global de una burguesía a la contra de las necesidades humanas: trabajad más, consumid aun menos.